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La insignia
27 de marzo del 2007


Solidaridad europea


Luis Peraza Parga
La Insignia. España, marzo del 2007.


Ahora que estamos en el cincuenta aniversario de la creación del sistema de integración económico, jurídico y político más exitoso de la historia de la humanidad (con el fracaso de la Constitución pero con la inercia de las cosas que ya no se pueden ni se saben hacer de otro modo), es bueno dar a conocer un dato poco conocido: el club de los 27 miembros de la UE es el mayor donante de ayuda humanitaria del mundo.

Cualesquiera que sean los motivos, el hecho es cierto y positivo. Por ejemplo, la UE ha destinado casi cien millones de euros a los desplazados colombianos desde 1997, dinero que se reparte a través de los organismos internacionales y de organizaciones no gubernamentales que trabajan en la región. Cuando a finales de la década de 1990, el huracán Mitch asoló la región centroamericana -en especial, Honduras-, la ayuda comunitaria europea no se hizo esperar. Al principio confiaron en las estructuras nacionales para canalizar la asistencia, hasta que el dinero empezó a desaparecer sin dejar rastro, las auditorias revelaban un comportamiento delictivo y varios funcionarios hondureños fueron literalmente sorprendidos en el aeropuerto de Miami con maletas repletas de euros cuyo origen balbuceaban al tratar de explicarse. Desde entonces, la UE llevó sus propios materiales de reconstrucción e incluso los camiones, puentes, etc. Dejó prueba de su solidaridad y no permitió que se malversara el dinero de los europeos. La corrupción puede acabar con cualquier política de solidaridad si no se toman decisiones difíciles, onerosas, pero las únicas sustentables a largo plazo.

Por citar la cifras más recientes y sólo en lo que llevamos de año 2007, los europeos, a través de la Unión Europea, hemos donado 60 millones de euros para ayuda a los más vulnerables del Chad y Sudán, 18 millones para Afganistán, un millón para las víctimas de las riadas en Bolivia, dos millones para Timor Este, cuatro para las víctimas de las riadas y del ciclón Flavio de Mozambique, 135 para aliviar la hambruna mundial dirigida a 13 millones de personas, 18 millones para las víctimas del conflicto en Chechenia, 10 millones para las víctimas de Irak, doce millones para evitar catástrofes en Centroamérica y Asia central, 600.000 euros para las víctimas de las riadas de Indonesia, 16 millones para los más vulnerables de Burma, casi 100 millones para Darfur en el 2006 y otros tantos para Costa de Marfil.

Es justo ser generoso cuando formamos parte de una de las regiones más desarrolladas y estables del planeta; pero además es bueno que el ciudadano sepa que se está siendo generoso con su dinero, porque la mayoría de estas donaciones proceden de la solidaridad impositiva de los europeos.



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