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La insignia
22 de julio del 2007


Sabor a todos


Mario Roberto Morales
La Insignia. México, julio del 2007.


Una amable lectora me escribió a mi dirección electrónica pidiéndome que le explicara mediante un ejemplo sencillo qué era eso de la homogeneización cultural en la globalización. Como acababa de escuchar una vez más los tres Romances de Luis Miguel, acudí a eso para ejemplificar el efecto homogeneizador (uniformizador) de la globalización en el terreno de la cultura, y le recordé que Luis Miguel canta, en sus tres Romances, boleros "clásicos" que estuvieron de moda mucho antes de que él naciera, como por ejemplo "No me platiques más", "Usted" o "Encadenados", y que también canta tangos, como "El día que me quieras" o "Uno", e interpreta canciones que fueron escritas en otros ritmos muy diferentes al del bolero o el tango, como danzones, boleros-rancheros y baladas. Sin embargo, los escuchas no establecen mayor diferencia rítmica entre las interpretaciones, y todo se consume de una manera ecualizada. Esto, la ecualización de los géneros que una vez fueron diferentes y ahora se uniformizan mediante claves melódicas estandarizadas por la industria musical, es a lo que uno se refiere cuando habla de la homogeneización de la cultura globalizada. ¿El resultado? Luis Miguel les gusta a los jóvenes, hasta a los que no hablan español, como ocurre con algunas de mis estudiantes. ¿La consecuencia? Se pierden los géneros, las especificidades --en este caso rítmicas--, las cuales van quedando para la historia y los museos de la música popular latinoamericana, y para quienes recuerdan a los intérpretes originales como Carlos Gardel, Agustin Lara, Lucho Gatica, José Alfredo Jiménez y Armando Manzanero, entre muchos otros.

Una cosa diferente a la ecualización (que consiste en ponerlo todo en una misma clave, tono, ritmo y volumen) cultural, es la readecuación de géneros "clásicos" a formas artísticas hibridizadas, como ocurre por ejemplo con el tango en manos de Astor Piazzola, o el flamenco con los Gipsy Kings (sin ánimo de equipararlos, por supuesto). En el caso de Luis Miguel no hay una readecuación del bolero y demás géneros musicales populares latinoamericanos a formas artísticas hibridizadas; lo que hay son arreglos ecualizados, uniformizados, homogeneizados. Lo mismo ocurre con las culturas populares no industrializadas, como las culturas llamadas "étnicas", las cuales se ecualizan para ser consumidas ampliamente por masas de turistas que, de esta manera, disfrutan algo de lo "otro" en claves que son de su propia cultura. Se trata de una especie de "traducción" de la cultura subalterna a los códigos dominantes, eso es todo (y no es poco).

Creo que el caso de Luis Miguel es afortunado. Primero, porque la antología de los Romances es, en general, representativa, y, segundo, porque en el proceso de ecualización los arreglistas rescataron elementos originales como, por ejemplo, los "requinteados" que introducen "Sabor a mi". ¿Resultado? El producto, ya con sabor a todos, permea un mercado amplísimo. Hay, sin embargo, casos menos afortunados en que la ecualización se torna patética, como ocurre con Yanni, a quien se le escucha cuando uno no quiere que la música cumpla su función, que es la de llegar a nuestras emociones, y se la relega al humillante plano de trasfondo del quehacer cotidiano.

La homogeneización, pues, expande el mercado de consumidores de la industria cultural y tiende a anular las formas culturales originales al refuncionalizarlas para el consumo masivo. Es cosa de decidir si lo que se gana justifica lo que se pierde.


Cedar Falls, Iowa (EEUU), 6 de diciembre de 1998.



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