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La insignia
11 de julio del 2007


Mario Roberto Morales, entre Guatemala y Compostela


José Ramón García Menéndez (*)
La Insignia. España, julio del 2007.


Entre junio y julio de este año contamos en Santiago de Compostela con Mario Roberto Morales, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Literatura de Guatemala 2007. ¡Ay, paradójica Guatemala ("venga usted, venga usted/conozca en nuestra vida y sus miserias/conozca en nuestro hombre y sus miserias/lo que no conoció Alexander Humboldt", Julio F. Aguilera)! Desde la publicación de La debacle, en 1969, hasta su página personal A fuego lento y su habitual colaboración en La Insignia, la trayectoria académica y literaria de Mario Roberto Morales es amplia y fecunda: cinco novelas, dos libros de ensayo, una colección de cuestos y un libro de poemas, además de una intensa labor periodística y docente en literatura y cultura latinoamericana en la Universidad de Northern Iowa.

Su presencia en Compostela, ciudad presente en su agenda de actividades estivales, representa un referente que hace reflexionar al escritor sobre la trasposición de espacio-tiempo y recuperar la memoria, personal y colectiva, sobre la historia reciente en ambas orillas. En este sentido, su artículo de La Insignia "Voces de muerte sonaron", del pasado 27 de junio, describe con detalle un paseo matutino del sábado 23 de junio de este año por el centro histórico de Compostela. En el latido secreto de calles y plazas y ante ese desconocido interruptor de la memoria que encendió una cantante callejera entonando el son de Carlos Puebla dedicado al Che Guevara, Mario Roberto Morales se convirtió, por unos instantes, en el desconcertado motorista del relato de Julio Cortázar.

En dicho cuento, un motorista sufre un accidente con su moto y cuando recobra el conocimiento ya no se encuentra en sus habituales coordenadas de espacio/tiempo sino que, ante su asombro, primero, e incredulidad, después, se despierta en medio de una sangrienta batalla del dominio azteca prehispánico. En nuestro caso y ante la letra hagiográfica de la tonada de Carlos Puebla, Mario Roberto Morales se traslada a un comedor universitario de Florencia, en 1974, y nos brinda una lúcida y corrosiva reflexión que abunda en el reconocimiento intelectual que tiene en América Latina y en Europa.

La primera noticia que tuve de la obra de Mario Roberto Morales fue, sin duda, tardía. Hace casi tres años tuve la ocasión en participar, organizada por la USC-Campus de Lugo, en una mesa redonda con el embajador Víctor Fagilde (colaborador habitual de El Correo Gallego y recién llegado de una Bolivia convulsa), el profesor López Taboada y el embajador de Guatemala en Madrid, Roberto Gereda, con el que tuve la oportunidad de conversar en la cena posterior y comentarle un curioso contencioso que mantuve con su antecesor en la embajada, en 1974. Como el motorista de Cortázar y en paralelo a Mario Roberto Morales, desarrollé una auténtica regresión de más de 30 años. En aquél tiempo, 1974, yo coordinaba el suplemento literario del diario La Voz de Avilés, una de las cabeceras históricas de la prensa asturiana y que, a pesar de la censura de la época (más pendiente de los artículos de opinión política) fue un medio atento a las novedades del llamado boom latinoamericano y de denuncia de la represión cultural y de persecución a intelectuales en las emergentes dictaduras de la región.

En este contexto periodístico de 1974, la embajada de Guatemala convocó el I Premio de Poesía Miguel Angel Asturias, en recuerdo del Nobel guatemalteco fallecido en Madrid en dicho año ("La marimba pone huevos en los astros", Miguel Ángel Asturias). Sin duda, el premio convocado era resultado de la presión mediática ante la desaparición del celebrado autor de El señor presidente y El Papa verde y no por la simpatía que el gobierno militar de Guatemala mantenía por quien se destacó en la crítica a la sucesión de gobiernos militares, desde el derrocamiento de Arbenz en 1954 hasta 1974) ("Señor de los ejércitos/¿qué prendas pides al pagarte/el don inmerecido/de ser el victimario y no la victima?", Carlos Illescas).

Animado por mis colegas Mario G. Bango y Manuel García Rubio, con los que integré el grupo literario "Generación 80", envié un poemario, "Apuntes sobre Guatemala", que obtuvo el I Premio de Poesía Miguel Ángel Asturias, lo que me incitó a publicar posteriormente, más allá del ejercicio de la poética, un extenso artículo analítico en torno a las sangrientas dictaduras militares de Peralta Azurdia y de Arana Osorio, y de los asesinatos de los poetas Otto René Castillo y de Roberto Obregón Morales. El mandato de Arana Osorio finalizó en 1974 con un escandaloso fraude electoral que dejó paso a la presidencia del general Laugerud García ("prefiero tu pequeño gladiador/al gigante dormido", Manuel José Arce). Como represalia ante el artículo-denuncia sobre la esencia, poética y política, seminal del movimiento Saker-Ti, los siguientes representantes diplomáticos del nuevo gobierno, un capitán en funciones de agregado cultural si no recuerdo mal, me retiraron el Premio a través de una absurda y amenazante llamada de teléfono ("Suceden cosas/tan extrañas/en mi pequeño país…" Otto R. Castillo).

Tuve la oportunidad de relatar este episodio tragicómico al actual embajador quien, entre el asombro, la estupefacción y la vergüenza ajena, sentenció que sólo un analista que sea protagonista activo y a la vez observador autorizado, que posea un estilo literario tan incisivo como rico en adjetivación ante fenómenos tan singulares, con un peso intelectual enraizado en su tierra y en su gente pero que no se deje engullir por el ombligo localista, que sea veraz y comprometido, consciente de los principios y sin temor a desentrañar contradicciones, y además ocurrente, y divertido… será quien pueda explicar con fluidez y satisfactoriamente tanto sucesos cotidianos y anecdóticos como hechos de alcance socioeconómico y político, diversos y complejos que suceden en Guatemala y en toda América. Y ese bagaje, sin duda, lo posee Mario Roberto Morales, un activo de las letras y del pensamiento latinoamericano que ya es un compostelano más de adopción.

Addenda.- El mismo día en que se publicó el anterior texto (El Correo Gallego 4-7-07) conocí personalmente a Mario Roberto Morales. Paseamos por las soleadas calles de Santiago en una tarde que adelantaba el verano siempre remiso en Galicia, visitamos alguna de las tabernas clásicas de la ciudad y conversamos largamente. Debo confesar que constituyó para mí una tarde magnífica de tertulia, mezclada con recuerdos y proyectos, en la que comprobé la calidad humana de Mario era tan importante como su vocación y reconocimiento literario. Agasajado por sus alumnos y admirado por quienes seguimos habitualmente sus artículos de La Insignia, representa un valor en alza de un escritor completo en el que las fronteras de los géneros literarios se desdibujan hasta el punto en que el interlocutor reconoce el pulso poético de una reflexión de ensayo antropológico y la proyección periodística de un relato literario.


(*) Universidad Santiago de Compostela (España).



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