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La insignia
4 de enero del 2007


Los vínculos del escritor (III)


Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
La Insignia. España, enero del 2007.


La amistad

"De leyendas y lecciones" es, de manera intencionada pero sutil, un alegato a la amistad en y desde la literatura. Como declara Claudio Guillén en el prólogo, excepto a los escritores del siglo XIX, a los demás pudo conocerlos en algún momento de su asendereada vida. Al lector no avisado puede extrañarle que en sección IV del libro incluya los homenajes que pronunció en ocasiones diversas a algunos de los mejores hispanistas que, por una u otra razón, estuvieron exiliados en América (tanto en Hispanoamérica como en Estados Unidos, que, en esto sí, tanto bien hizo al hispanismo exiliado y disidente durante la dictadura).

Hablar de Josep Pla o de Jorge Luis Borges, o aún en mayor medida, de Pedro Salinas, por fuerza tiene que ser para Guillén un acto de amistad sin renunciar al rigor intelectual y sin buscar atajos absurdos que oculten lo oscuro de cada vida. Así los análisis extraordinarios mencionados y los de Rosa Chacel, Ángel Crespo e, incluso, Javier Marías, subrayan la preeminencia del aquel que sabe que su más alta tarea es la de decir lo que encuentra en el camino aunque no guste a la gente ni a él mismo lo que está viendo. Lección extraordinaria siempre, y hoy aún más, en tiempos difíciles para la asunción de la incómoda y desazonante verdad. Guste o no guste, no hay que cerrar los ojos ante la evidencia ni enmascararla con palabras que no se ajustan ni al concepto ni a la situación. Difícil ha sido siempre el papel de Casandra.

Como es fácil adivinar, de todo el libro prefiero la sección cuarta, la que dedica a sus maestros, como ya he señalado. Amado Alonso, Américo Castro, Joaquín Casalduero, Vicente Llorens, J.F. Montesinos, y algunos más, la lista evoca lo mejor del hispanismo que tuvo que renunciar a su tierra para no hacerlo a sus valores y encontraron, junto con otros, un hogar en América.

Al hablar de Alonso, dice Guillén: "El maestro es hoy por hoy quien impulsa bien a las claras el mecanismo de ejemplaridad que ha sido fundamental en nuestra civilización, lo mismo occidental que oriental." Quizás no sería tiempo perdido el que dedicáramos a pensar en ello en un tiempo en que la velocidad de los cambios, superfluos cuando no ocultan olvidos suicidas, el ansia de originalidad, la idolatría a la juventud, nos ha llevado olvidar que sobre todo somos seres sociales, es decir que necesitamos de los demás para aprender, desde cómo cocinar o comer hasta cómo escribir una tesis doctoral pasando por cómo criar a nuestros hijos o para aprender a hablar. Sin la figura ejemplar de aquel que, exigente y generoso, nos guía durante un tiempo no habríamos avanzado, es más no habría sociedad en su sentido fuerte.

Tampoco sin figuras como las que recuerda Guillén habríamos mantenido la memoria de la dignidad, los esfuerzos que se hicieron hace cien años desde la Junta de Ampliación de Estudios para que la Universidad española alcanzara un nivel digno, y la lectura de las páginas del libro dejan testimonio de todo lo que lograron al menos en el campo de la literatura española.



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