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La insignia
23 de mayo del 2006


Pamela O´Malley: Ciudadana del mundo,
brigadista de la libertad


Jaime Salcedo
Madrid Sindical / La Insignia. España, mayo del 2006.


Quien no conoció a esta irlandesa cofundadora de la Federación de Enseñanza de CC.OO., que nos dejó el 12 de febrero, a los 76 años, pudo darse cuenta de que era una mujer muy especial y muy querida al oír a sus compañeros del sindicato, de la política, del Colegio Británico de Madrid, en el que ejerció durante 34 años, o de la ACPP, la ONG que presidió.

No faltó tampoco su familia; Mariana, a pesar de ser hija de su marido, se refirió a Pamela como "una madre cariñosa y magnífica, aunque no tuviera hijos" y le dedicó de su propia voz una bonita canción irlandesa. Hubo hasta un mensaje del Ministerio de Educación, entidad que le había concedido la Cruz de Alfonso X El Sabio, de igual manera que el de Trabajo había recompensado la labor de esta mujer con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Aunque fue profesora de Primaria y Secundaria, la Universidad, por medio del rector de la Complutense, Carlos Berzosa, también reconoció su "coherencia, ética y solidaridad".

O'Malley vivió intensamente para la enseñanza desde que empezara a ganarse la vida dando clases de inglés al poco de llegar a España, en 1954, junto a su futuro marido, del que enviudaría con 35 años. Había nacido en 1929 en Dublín, creciendo en Limerick, donde fue la única alumna católica en un colegio protestante, una experiencia que, entre risas, comparaba con sus dos etapas de prisión en España.

En nuestro país enseguida empezó a adquirir conciencia política ante las injusticias del franquismo. Inquieta e inconformista, repartió la Declaración de Derechos Humanos en la cola de maestros que esperaban para cobrar, participó en reuniones clandestinas de profesores en iglesias y aleccionó a las reclusas de la cárcel de mujeres de Ventas tras una de sus muchas detenciones por defender los derechos de los docentes, la justicia y la libertad. De gran estatura y aspecto desgarbado, con un peculiar acento, dicen que era bondadosa, fuerte y valiente, capaz de proteger a sus compañeros cuando la policía irrumpía en una asamblea en el Colegio -no podía ser otro- de las Irlandesas. Esta actividad daría lugar en 1966 a las Comisiones de la Enseñanza, precedente de la Federación de Enseñanza, del sindicato en cuya fundación junto con la de Madrid trabajó activamente.

Su compromiso la llevó asimismo al PCE, formando la primera célula del partido en un centro educativo. Contaba que los maestros comunistas querían dar religión, la excusa para impartir doctrina social en sus clases. Laura -ese era su alias en el PCE- repartió los primeros ejemplares de Mundo Obrero y las hojas de afiliación a CC.OO. Discrepancias con la dirección del PCE por el modelo de sindicato supusieron su expulsión del partido junto a 500 compañeros de profesión. Regresaría con el nuevo proyecto de IU, acabando su militancia política en el PDNI.

Cuentan sus compañeros que Pamela era tenaz, incluso tozuda, que "no buscó cargos" y que no estuvo en ninguna Ejecutiva, aunque siempre estaba para el trabajo que había que hacer. Que si no era imprescindible, porque nadie lo es, sí era irremplazable. Como muestra, su contribución decisiva a la Alternativa por la Escuela Pública (AEP), aprobada en 1974 por el Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid después de muchos debates.

La AEP fue referencia para la enseñanza pública y un documento de renovación de la educación con raíces en la Institución Libre de Enseñanza y en la II República. En definitiva, una apuesta común por la escuela única y no discriminatoria frente a la privada. Tal fue la relevancia de la AEP que maestros como el secretario general de CC.OO. de Madrid, Javier López, la consideran "su catecismo" y otros, como el responsable de la Federación de Enseñanza de Madrid, Francisco García, reivindican su vigencia.

El sindicato tiene claro su compromiso de transmitir los valores de la irlandesa a los sindicalistas jóvenes, los "herederos de Pamela" según el secretario general confederal, José María Fidalgo, que habló de "una persona importante con una mirada hermosa". Por ello -anunció Javier López-, se pedirá un centro educativo y una calle de la capital con el nombre de Pamela O'Malley, que disfrutó de una ciudad que enseñó a conocer a sus alumnos; de sus tabernas, donde le gustaba seguir las reuniones con un vino de por medio; de los toros, su gran pasión; y de su gente, con la que conectó gracias a su sentido del humor. No olvidó sin embargo su país, al que volvía por vacaciones y donde era muy conocida, como da fe el homenaje del 2 de abril en Dublín.

El espíritu de brigadista y de ciudadana del mundo con la libertad como única patria que se le atribuye la llevaron a recorrer el planeta con la ACPP. No fue una presidenta honorífica. Trabajó día a día en lo que más le gustaba como responsable del proyecto "Veo, veo", una exposición itinerante para formar a los escolares en la tolerancia y la igualdad. Como hiciera su colega Francisco García, nosotros también queremos decir "hasta siempre compañera, hasta siempre Pamela".



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