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La insignia
27 de diciembre del 2006


A fuego lento

Vendedores de felicidad


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, diciembre del 2006.


Para el fundamentalismo neoliberal, el triunfo económico en la vida es una cosa estrictamente individual y de ninguna manera remitido a factores estructurales de la sociedad y de la economía. O sea que para solucionar -y con creces- el problema económico, lo único que uno tiene que hacer -contra toda evidencia de lo contrario- es comportarse como un agresivo vendedor que ha encontrado en el acto de vender y comprar el sentido profundo de la vida. Por eso, para nuestros optimistas neoliberales, la evolución (y no se diga la revolución) social es una quimera, ya que, por ejemplo, los personajes históricos que ellos consideran "triunfadores" no son, en su perspectiva, otra cosa que una especie de vendedores exitosos de un producto equis del cual han sacado provecho. No hay, para ellos, pues, acción social en el cambio social, sino sólo acción individual "triunfadora". A estos rudimentos, algunos le llaman teoría de la eficiencia, y, según ella, el capitalismo es el orden universal mandado por Dios, y en él la desigualdad y la capacidad individual de triunfar son los únicos factores activos.

Este individualismo anti-historicista de la teoría de la eficiencia es la doctrina que pregonan todos los libros llamados "de autoayuda", en los que los preceptos religiosos de todos los tiempos se instrumentalizan para apuntar hacia una sola idea obsesiva: la de ser un individuo eficiente y leal para con el empleador, el aceptar la injusta desigualdad social y económica como un hecho natural e irremontable y, con todo, borrar de la memoria toda tradición histórica que pueda otorgarle a estos vendedores de la felicidad cualquier vestigio de dignidad asentada en su pasado colectivo. A todo esto debe añadirse un culto al "cambio", a lo "nuevo", los cuales, claro, solamente son permitidos dentro de los principios rígidos de esta ideología de la manipulación, ya que lo llamado "nuevo" y el proclamado "cambio" se reducen a lo nuevo para consumir y a las posibilidades de cambio en las opciones de consumo.

Llevada al plano global, esta "filosofía" pretende borrar la memoria colectiva de las naciones con el fin de convertir a los pueblos y las sociedades en comunidades de consumidores disciplinados, sin más moral que la lealtad a las marcas comerciales y a las grandes corporaciones, destruyendo así nacionalismos y localismos otorgadores de identidad, cohesión social e ideológica, y legitimación política de los intereses colectivos frente a los de elite.

Sólo el conocimiento crítico de cómo funciona el sistema puede darnos el necesario espacio de libertad de conciencia situado fuera de los condicionamientos de aquél, para así poder plantear alternativas libres frente a esta dominación mundial que se hace efectiva por medio del consumismo y los medios masivos que lo hacen obligatorio disfrazándolo de opcional. Cierto es que hoy por hoy la única resistencia posible al sistema tiene que articularse dentro del sistema mismo. La primera condición de todo ello es aprender a leer críticamente el texto ideológico neoliberal para poder desconstruirlo. Al hacer esto, nos habremos situado en el espacio de libertad de conciencia que la publicidad persigue pulverizar, y podremos teorizar, resistir y plantear salidas humanas del consumismo per se para el próximo milenio. No olvidemos que el conocimiento es poder. Estudiemos la globalización y el neoliberalismo, comprendámoslos y replanteémoslos en claves más justas, equitativas y democráticas. La alternativa es vivir conforme nos lo manda la tele: ese Big Brother neoliberal que ya se ha comido al primer mundo y ha empezado a atragantarse deglutiendo al tercero.


Cedar Falls (EEUU). Lunes 23 de noviembre de 1998.



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