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La insignia
18 de diciembre del 2006


Fernando Silva Santisteban, in memoriam

Conclamatio


Jesús Gómez Gutiérrez
La Insignia. España, diciembre del 2006.


Esto es lo que sé de Fernando Silva Santisteban, antropólogo e historiador, nacido en Cajamarca (Perú) en 1929 y fallecido este fin de semana de diciembre: que tenía carácter y sentido del humor; que hablar con él, aunque fuera en los estrechos cauces de una relación editorial y en la distancia, incluso en los intercambios más breves, dejaba casi siempre un matiz nuevo, una ventana abierta y un hilo del que tirar, y siempre -lo cual es más excepcional- el sentimiento de haber ganado tiempo al tiempo a través del obsequio de su amistad.

No es todo lo que sé, por supuesto; sólo son retazos de una tela mayor, donde falta el tejido público del autor de libros como «Introducción a la antropología jurídica», «Desarrollo político de la civilización andina», «Conceptos y nociones generales de antropología» y de otros textos más deudores de la simple belleza como su «Cajamarca: historia y paisaje». Fernando Silva Santisteban, profesor emérito de la Universidad de Lima y alma de la Asociación Peruana de Etnohistoria, no fue un hombre común. Ni siquiera lo fue en su relación con La Insignia, adonde llegó por el camino más doloroso de este día, por el que dejo para el final; porque del resto, de su huella profesional, de su influencia en Perú, de su virtud de hombre especialmente necesario allá donde harían falta tantos hombres como él, ya habrá ocasión de ocuparse.

Fernando Silva Santisteban era bastante más para mí. Era el padre de una grandísima amiga, pieza clave de esta publicación, pero fundamentalmente una amiga a quien acompañaría si pudiera, si no nos separaran varios miles de kilómetros. En tales circunstancias, no hay palabra que pueda sustituir a una presencia; tampoco que alcance a mirada o abrazo; y si la hay, si su falta se debe a mi torpeza, sería yo quien la encontraría insuficiente por el deseo, y la necesidad, de estar allí.

Rocío Silva Santisteban sabe mucho de palabras y sabe lo que valen. Pero no diré más por ese lado; implicaría referirme al espacio de nuestra amistad y eso es previo y posterior a estas líneas. He hablado para ustedes. Ahora, callo por ella.


Madrid, 17 de diciembre.



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