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La insignia
20 de octubre del 2005


Alexander Yakovlev: El anticomunista del Politburó


Rafael Poch de Feliu*
La Vanguardia. España, 18 de octubre.



Pekín.- En el Moscú de finales de los ochenta pasaban cosas prodigiosas para los periodistas. Una de ellas es que, en pocos meses, se pasó de escribir una crónica partiendo del dato de que las luces de los despachos de la Plaza Vieja, donde el PCUS tenía su sede central, se mantuvieran encendidas hasta más tarde de lo habitual, a ser recibido por un miembro del Politburó en uno de aquellos despachos y mantener con él una conversación "confidencial" de 45 minutos.

Ese miembro del Politburó era Aleksandr Yakovlev, fallecido ayer a los 81 años de edad.

En aquellos inicios de la "perestroika" nadie podía sospechar que, Yakovlev, la persona que estaba al frente de la ideología en el politburó del PCUS, fuera lo que en occidente definiríamos como "un anticomunista".

Citaba a Gramsci y usaba la jerga de la doctrina oficial, pero, conforme se pudo quitar la obligada máscara del decorado doctrinario, que todos llevaban, apareció un "señor de derechas", no muy alejado de los esquemas de Ronald Reagan o la Señora Tatcher. Y, sin embargo, ¡qué trayectoria más diferente!

A los 16 años ocultó su edad para poder marchar al frente a morir "por Stalin y la patria". Fue herido y toda su vida cojeó de una pierna. En 1959, durante el deshielo de Jrushov, fue un año becario en la Universidad de Columbia, una experiencia de Occidente "en directo" a los 35 años que le impresionó y marcó.

Entre 1967 y 1972, durante la reacción brezhnevista que siguió a la apertura de Jrushov, Yakovlev fue responsable de propaganda en el comité central, pero cayó en desgracia por calificar en un artículo como "propaganda antimarxista" los puntos de vista del nacionalismo ruso, que entonces expresaba la revista Molodaya Gvardia. En aquel artículo, Yakovlev desaconsejaba por "peligrosa" la edición de una obra de Nikolai Karamzin (1766-1826), el primer historiador ruso. Mijail Suslov, el inquisidor de Brezhnev y valedor de los nacionalistas rusos, castigó al "cosmopolita" Yakovlev, enviándolo al exilio a Canadá como embajador de la URSS, desde 1973 a 1983.

Fueron diez años para digerir desengaños, en los que el futuro miembro del Politburó consumió profusamente la versión de la historia rusa fabricada por el enemigo. En el centro de esa versión, una concepción de la revolución rusa como "accidente histórico" y la tesis de que la única alternativa al régimen soviético era el sistema de Estados Unidos.

Al regresar a la URSS, la política de glasnost ("transparencia") de Yakovlev, fue la venganza de toda una generación de "cosmopolitas" aupados al poder, que dieron por buena casi toda la propaganda de la industria occidental de la guerra fría y la usaron contra la otra mitología, la que, en manos de nacionalistas rusos o soviéticos, había sido versión oficial en la URSS hasta entonces. La libertad de expresión se multiplicó, pero la seriedad se perdió completamente de vista en aquella pelea, y en lo que respecta al pasado soviético, aun no está presente en Rusia.

Junto con sus compañeros de Politburó, Gorbachov, Ligachov (su adversario), Rizhkov, Shevardnadze y otros, Yakovlev formó parte del grupo dirigente reformista más honesto de la transición rusa. Su obra estuvo llena de errores garrafales, pero casi todo lo que vino después ha sido peor, y gran parte de las cosas buenas de la Rusia de hoy son herencia y consecuencia de aquella caótica libertad. Demasiado complicado para un juicio maniqueo. Descanse en paz, Aleksandr Nikolayevich.


(*) Rafael Poch-de-Feliu fue corresponsal en Moscú entre 1988 y el año 2002.



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