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La insignia
23 de febrero del 2005


El socio del general


__Especial__
Palestina
Adrián Mac Liman
CCS. España, febrero del 2005.



El 6 de febrero de 2001, el ex general Ariel Sharon, jefe de fila del derechista Likud, fue proclamado vencedor de los comicios que cerraban el breve paréntesis de Gobierno laborista, liderado por otro militar de alta graduación, Ehud Barak. Durante la campaña electoral, Sharon empleó a fondo la baza del "no". Su negativa de dialogar con Arafat, de transigir sobre la capitalidad de Jerusalén o de aceptar la idea de un posible retorno "sobre papel" de los refugiados palestinos, le valió el apoyo de un importante segmento de la población israelí. De una población cansada de la retórica de los políticos, de una población traumatizada por los atentados perpetrados por los radicales suicidas de Hamas o la Yihad Islámica. Ariel Sharon no defraudó a sus seguidores, aunque tampoco logró cumplir su promesa de restablecer la calma en suelo israelí.

Hace apenas una semana, en la cumbre de Sharm el Sheij, el primer ministro hebreo adquirió el compromiso de acabar con la persecución de los militantes palestinos, "estén donde estén". A cambio, aceptaba la promesa solemne del Presidente de la ANP, Mahmud Abbas (alias Abu Mazen) de poner punto final a la Intifada armada. En una entrevista concedida unos días más tarde al rotativo estadounidense The New York Times, el nuevo líder palestino se congratuló por el "cambio de tono de Sharon para con los palestinos". Abu Mazen no dudó en tildar de "valiente" al ex general hebreo y añadió: "Ahora ya tiene un socio, un interlocutor (en la ANP)".

Tratemos de hacer memoria; el camino de los encuentros y desencuentros entre israelíes y palestinos está plagado de "momentos históricos", "últimas oportunidades", "ventanas" y "rayos de luz". Son éstos eufemismos que pretenden ocultar el pesimismo de quienes conocen la complejidad del largo y sangriento conflicto intercomunitario. La verdadera historia de los contactos entre israelíes y palestinos aún queda por escribir; aún quedan por esclarecer muchos episodios opacos, como por ejemplo el fracaso, en julio de 2000, de la cumbre de Camp David, durante la cual Yasser Arafat, aconsejado por su principal asesor político, ¡Mahmud Abbas!, optó por rechazar la "inaceptable" propuesta de Barak sobre el estatuto de Jerusalén y la cuestión de los refugiados. Curiosamente, la historia oficial no se hace eco de los entresijos de la negociación.

Al analizar los resultados de la cumbre de Sharm el Sheij, se llega fácilmente a la conclusión de que los compromisos contraídos por Sharon y Abu Mazen sólo podrán materializarse si ambas partes tratan de comprender y aceptar las prioridades del "otro".

Para los palestinos, ello se resume a la retirada de las tropas hebreas de los territorios administrados por la ANP, el final de la crisis económica, la creación de infraestructuras estatales eficaces, el desmantelamiento de los asentamientos de Gaza y Cisjordania y la desaparición del siniestro muro edificado por Israel. Para los habitantes del Estado judío, la reanudación del diálogo depende del final de la oleada de violencia, la normalización de las relaciones diplomáticas con Egipto y Jordania, países que retiraron sus embajadores de Tel Aviv en el 2000, tras el inicio de la Intifada de Al Aqsa, la posibilidad de reactivar las consultas con Damasco, interrumpidas a comienzos del 2000. Se trata, claro está, de dos posturas diametralmente opuestas, que deberían hallar un común denominador en… la cordura. Cabe preguntarse: ¿hay cabida para la cordura en esta nueva etapa de las relaciones intercomunitarias?

El único elemento positivo lo constituye el aparente deseo del actual inquilino de la Casa Blanca de involucrarse a fondo, durante su segundo mandato, en la solución del conflicto israelo-palestino. En este contexto, la ausencia de altos cargos de la Administración Bush en la cumbre auspiciada por el presidente Mubarak debe interpretarse como un intento de teledirigir la primera fase del nuevo proceso sin tener que asociarse forzosamente al éxito o el fracaso de éste.

Otro detalle que llama la atención es la aceptación por parte de Israel de un mayor protagonismo de la UE en la zona. Y no sólo a nivel humanitario, sino también político y estratégico. ¿Otra "ventana abierta"? ¿Otro "rayo de luz"? ¿Otra… quimera?



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