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9 de octubre del 2004 |
Michael Moore contra la Bush and Ben Laden Corporation Inc.
Mario Roberto Morales
En el "Epílogo a la edición inglesa" de su libro Estúpidos hombres blancos (Barcelona: Ediciones B, 2003), Michael Moore le lanza varias preguntas a George W. Bush, cuyos contenidos conformarían poco después más de la mitad del argumento de su película Fahrenheit 9/11; el resto del filme lo ocupa -en una alargada secuencia apropiada para sensibilizar al gringo promedio, del cual Moore se presenta como prototipo pero a la vez como contradicción en tanto que está conciente de lo que le han hecho a su país los republicanos ultraderechistas- el lamento audiovisual por las vidas de los chicos estadounidenses perdidas en Irak, y también, un poco menos, por la muerte de miles de civiles iraquíes en los indiscriminados bombardeos encaminados a llevarles a estos "desagradecidos salvajes" el maná de la democracia de las barras y las estrellas. Estas mismas preguntas, ampliadas con más información factual, constituyen el primer capítulo del siguiente libro de Moore, ¿Qué han hecho con mi país? (Barcelona: Ediciones B, 2004), el cual aborda los entresijos de las tácticas de mentira y manipulación mediática que la administración republicana utilizó para captar el apoyo popular a su invasión a Irak, una medida de objetivos estrictamente empresariales, encaminados a apropiarse del petróleo de ese país y a hacerse con el control geopolítico de la zona con los mayores yacimientos de gas natural en el mundo. Las preguntas mencionadas vienen formuladas así:
La familia Ben Laden ha suministrado fondos a la familia Bush a lo largo de los últimos veinticinco años. Según el New York Times, la primera empresa (fracasada, como todas las suyas) de Georgie, la Arbusto Oil Co. ("arbusto" es el equivalente en español de "bush") fue parcialmente financiada por los Ben Laden, quienes también invirtieron mucho dinero en el Grupo Carlyle, empresa de Bush papá, vinculada a la industria de defensa militar estadounidense. Moore cree que tantas coincidencias merecerían una explicación a su pueblo por parte de Georgie. Asimismo, Moore afirma que para los atentados del 11 de septiembre, Osama Ben Laden se hallaba recibiendo un tratamiento de diálisis por insuficiencia renal. Su pregunta es si lo que Georgie afirma es que Osama pudo coordinar estos ataques y luego evadir los bombardeos estadounidenses en una cueva en Afganistán, recibiendo dicho tratamiento. En 1997, cuando Georgie era gobernador de Texas, los dirigentes talibanes de Afganistán visitaron Houston -tal como lo registró un reportaje de la BBC- para entrevistarse con personeros de la empresa Unocal, a fin de construir un gasoducto desde Turkmenistán hasta Pakistán, atravesando Afganistán. Uno de los estudios de viabilidad lo hizo Enron, la empresa que más dinero donó a la campaña de Georgie a la presidencia y que luego protagonizó el fraude empresarial más grande de la historia. Por su parte, Halliburton -cuyo presidente entonces era el actual vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney- fue una de las empresa encomendadas para construirlo. Moore le pregunta a Georgie por qué el gobierno de Texas albergó a un grupo terrorista, y qué pasó con el gasoducto. En la película (posterior al libro que nos ocupa) ya aparece documentada su construcción, así como los millonarios contratos obtenidos por Halliburton para reconstruir el país destruido. Según el London Times, en los días siguientes al 11 de septiembre, Georgie se ocupó -cuando todos los vuelos sobre Estados Unidos estaban prohibidos y la totalidad de aviones comerciales se hallaba en tierra- de que un jet privado saudí sobrevolara el espacio estadounidense para evacuar del país a veinticuatro miembros de la familia de Osama, sin que el FBI los interrogara, como era el requisito instituido entonces. Moore le pregunta a Georgie a qué se debió esta deferencia hacia la familia del supuesto autor del desastre de las Torres Gemelas. Seguidamente, nuestro autor le sigue preguntando al presidente por qué, si quince de los diecinueve terroristas que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas eran saudíes, él en cambio bombardeó Afganistán, y puntualiza la interrogante de si esto se debió a un error de puntería o más bien a que Arabia Saudí suministra el 25 por ciento de la gasolina que se consume en Estados Unidos y a que en su cúpula gobernante se encuentran los socios comerciales de su papá. Dicho sea de paso, Georgie ha autorizado la fabricación de coches que gastan más gasolina de la que las regulaciones que él echó al basurero estipulaban. Al terminar la campaña de Afganistán, Georgie instaló como jefe del gobierno interino de ese país a un asesor de una compañía petrolera y también a un ex asesor de Unocal como embajador estadounidense allí. Y a los pocos meses, se firmó el convenio para construir el mentado gasoducto. La pregunta de Moore es si, una vez logrado el objetivo de apropiarse del petróleo de la zona, pueden regresar las tropas de ocupación a casa (p. 267-269). Estos preguntas, convertidas en ejes temáticos, constituyen gran parte de la película Fahrenheit 9/11 y, como dije, la otra parte la constituye la denuncia visual de los horrores que provocan las tropas de Georgie en Irak y el desconcierto de los muchachos gringos que se mueren a diario allí, a manos de la resistencia popular y de los terroristas que se inmiscuyen en el conflicto para llevar agua a su molino y adelantar su proyecto belicista, al cual las bravuconadas de Georgie y sus ventrílocuos le caen al pelo. Ahora, cuando los debates televisivos presidenciales y vicepresidenciales han inclinado la balanza del díscolo electorado estadounidense a favor de los demócratas, es imprescindible intensificar la campaña de denuncia del puñado de criminales de cuello blanco que tomaron por asalto la Casa Blanca mediante un golpe de Estado que coordinó el gobernador de Florida, Jeb, hermano de Georgie. Estos demenciales empresarios pueden, en cualquier momento, montar un auto ataque terrorista, como al parecer fue el caso del 11 de septiembre. A este respecto, es interesante observar el lenguaje corporal de Georgie, destacado en Fahrenheit 9/11 y en ¿Qué han hecho con mi país?, cuando le informan que el segundo avión ha impactado la otra Torre. Georgie se queda muy tranquilo oyendo un cuento infantil en una escuela de Florida y ni un solo miembro de su personal allí presente hace nada a pesar de que la frase que le musitan al oído es: "America is under attack". Lo más raro es que en ese momento no había ni siquiera un miembro de los cuerpos oficiales de seguridad cerca del presidente de la máxima potencia militar del mundo quien, en estas circunstancias, debe ser resguardado de oficio. En ¿Qué han hecho con mi país?, Moore le pregunta a Georgie qué era lo que pensaba en aquel trágico momento. ¿Pensaba que al fin sus ventrílocuos habían hecho lo que él ya sabía que harían pero que no le habían querido informar la fecha exacta para evitar que pudiera meter la pata como de costumbre? Aunque Kerry no representa intereses políticos frontalmente contrarios a los que representa Georgie, con solo sacar a éste y a sus ventrílocuos de la Casa Blanca, el mundo se aseguraría un compás de espera que puede resultar decisivo respecto de la inminente catástrofe mundial a la que los republicanos quieren arrastrarnos invadiendo Irán. Y como Moore se presenta a sí mismo como un gringo prototípico pero "con conciencia" -aunque ésta se agote en fortalecer el sistema que critica, señalando como anomalía lo que es su misma esencia- y eso impacta las mentalidades desinformadas de la mayoría silenciosa e ignorante de Estados Unidos, conviene agitar en torno a sus libros y a sus películas de aquí a noviembre, cuando ojalá las elecciones en Gringolandia las gane el mal menor, representado por los demócratas. Es, por ello, recomendable ver y comentar Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11, y leer y comentar Estúpidos hombre blancos y ¿Qué han hecho con mi país? En cuanto a Ralph Nader, todo parece indicar que tendrá que esperar quizás para siempre, pues es más probable -dados los rasgos básicos de las mentalidades de la mayoría silenciosa que vota según mandatos publicitarios y de mercadeo- que a Moore se le ofrezca una candidatura a la presidencia de Estados Unidos en un futuro próximo, que su amigo Ralph logre -en el mediano y largo plazo- convencer a sus conciudadanos de que él constituye una alternativa real al bipartidismo oligárquico estadounidense, que parece ya harto de estar jugando al volley ball con la pelota del mundo desde hace más de medio siglo, y haber decidido reventarla a patadas para desfogar su iracundo aburrimiento y para entretenerse distrayendo de esa manera su hondo, desangelado y decadente hastío. (*) También publicado en A fuego lento |
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