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5 de octubre del 2004


Jornada segunda, parte V

La vida es sueño


Pedro Calderón de la Barca


(Sale Astolfo a tiempo que cae Clotaldo a sus pies)

Astolfo:
Pues ¿qué es esto,
príncipe generoso?
¿Así se mancha acero tan brïoso
en una sangre helada?
Vuelva a la vaina tu lucida espada.

Segismundo:
En viéndola teñida
en esa infame sangre.

Astolfo:
Ya su vida
tomó a mis pies sagrado;
y de algo ha de servirme haber
llegado.

Segismundo:
Sírvate de morir; pues desta suerte
también sabré vengarme con tu muerte
de aquel pasado enojo.

Astolfo:
Yo defiendo mi vida;
así la majestad no ofendo.

(Sacan las espadas, y sale[n] el Rey Basilio y Clotaldo)

Clotaldo:
No le ofendas, señor.

Basilio:
Pues ¿aquí espadas?

Clotaldo: (Aparte)
Astolfo es. ¡Ay de mí, penas airadas!

Basilio:
Pues, ¿qué es lo que ha pasado?

Astolfo:
Nada, señor, habiendo tú llegado.

(Envainan)

Segismundo:
Mucho, señor,
aunque hayas tú venido;
yo a ese viejo matar
he pretendido.

Basilio:
¿Respeto no tenías
a estas canas?

Clotaldo:
Señor, ved que son mías;
que no importa veréis.

Segismundo:
Acciones vanas,
querer que tenga yo respeto a canas;
pues aun ésas podría
ser que viese a mis plantas algún día;
porque aún no estoy vengado
del modo injusto con que me has criado.

(Vase)

Basilio:
Pues antes que lo veas,
volverás a dormir adonde creas
que cuanto te ha pasado,
como fue bien del mundo, fue soñado.

(Vanse el Rey y Clotaldo. Quedan Estrella y Astolfo)

Astolfo:
¡Qué pocas veces el hado
que dice desdichas miente,
pues es tan cierto en los males
cuanto dudoso en los bienes!
¡Qué buen astrólogo fuera, si siempre casos crüeles
anunciara, pues no hay duda
que ellos fueran verdad siempre!
Conocerse esta experiencia
en mí y Segismundo puede,
Estrella, pues en los dos
hizo muestras diferentes.
En él previno rigores,
soberbias, desdichas, muertes
y en todo dijo verdad,
porque todo, al fin, sucede.
Pero en mí (que al ver, señora
esos rayos excelentes,
de quien el sol fue una sombra
y el cielo un amago breve)
que me previno venturas,
trofeos, aplausos, bienes
dijo mal y dijo bien;
pues sólo es justo que acierte
cuando amaga con favores
y ejecuta con desdenes.

Clotaldo:
No dudo que esas finezas
son verdades evidentes;
mas serán por otra dama,
cuyo retrato pendiente
trujistes al cuello cuando
llegastis, Astolfo, a verme;
y siendo así, esos requiebros
ella sola los merece.
Acudid a que ella os pague;
que no son buenos papeles
en el consejo de amor
las finezas ni las fees
que se hicieron en servicio
de otras damas y otros reyes.

(Sale Rosaura al paño)

Rosaura: (Aparte)
¡Gracias a Dios q[ue] han llegado
ya mis desdichas crüeles
al término suyo, pues
quien esto ve nada teme!

Astolfo:
Yo haré que el retrato salga
del pecho, para que entre
la imagen de tu hermosura.
Donde entra Estrella no tiene
lugar la sombra, ni estrella
donde el sol; voy a traerle.
(Aparte)
Perdona, Rosaura hermosa,
este agravio, porque ausentes,
no se guardan más fe que ésta
los hombres y las mujeres.

(Vase)

Rosaura: (Aparte)
Nada he podido escuchar,
temerosa que me viese.

Clotaldo:
Astrea.
Rosaura:
Señora mía.

Clotaldo:
Heme holgado que tú fueses
la que llegaste hasta aquí;
porque de ti solamente
fiara un secreto.

Rosaura:
Honras,
señora, a quien te obedece.

Clotaldo:
En el poco tiempo, Astrea,
que ha que te conozco, tienes
de mi voluntad las llaves;
por esto, y por ser quien eres,
me atrevo a fiar de ti
lo que aun de mí muchas veces
recaté.

Rosaura:
Tu esclava soy.

Clotaldo:
Pues, para decirlo en breve,
mi primo Astolfo (bastara
que mi primo te dijese,
porque hay cosas que se dicen
con pensarlas solamente)
ha de casarse conmigo,
si es que la fortuna quiere
que con una dicha sola
tantas desdichas descuente.
Pesóme que el primer día
echado al cuello trujese
el retrato de una dama.
Habléle en él cortésmente;
es galán y quiere bien;
fue por él, y ha de traerle
aquí. Embarázame mucho
que él a mí a dármele llegue.
Quédate aquí y cuando venga
le dirás que te le entregue
a ti. No te digo más.
Discreta y hermosa eres;
bien sabrás lo que es amor.

(Vase)

Rosaura:
¡Ojalá no lo supiese!
¡Válgame el cielo! ¿Quién fuera
tan atenta y tan prudente
que supiera aconsejarse
hoy en ocasión tan fuerte?
¿Habrá persona en el mundo
a quien el cielo inclemente
con más desdichas combata
y con más pesares cerque?
¿Qué haré en tantas confusiones,
donde imposible parece
que halle razón que me alivie,
ni alivio que me consuele?
Desde la primer desdicha
no hay suceso ni accidente
que otra desdicha no sea;
que unas a otras suceden,
herederas de sí mismas.
A la imitación del fénix,
unas de las otras nacen,
viviendo de lo que mueren;
y siempre de sus cenizas
está el sepulcro caliente.
Que eran cobardes, decía
un sabio, por parecerle
que nunca andaba una sola;
yo digo que son valientes,
pues siempre van adelante,
y nunca la espalda vuelven.
Quien las llevase consigo,
a todo podrá atreverse,
pues en ninguna ocasión
no haya miedo que le dejen.
Dígalo yo, pues en tantas
como a mi vida suceden,
nunca me he hallado sin ellas,
ni se han cansado hasta verme,
herida de la fortuna
en los brazos de la muerte.
¡Ay de mí! ¿Qué debo hacer
hoy en la ocasión presente?
Si digo quién soy, Clotaldo,
a quien mi vida le debe
este amparo y este honor,
conmigo ofenderse puede;
pues me dice que callando
honor y remedio espere.
Si no he de decir quién soy
a Astolfo, y él llega a verme,
¿cómo he de disimular?
Pues aunque fingirlo intenten
la voz, la lengua y los ojos,
les dirá el alma que mienten.
¿Qué haré? ¿Mas para qué estudio
lo que haré, si es evidente
que por más que lo prevenga,
que lo estudie y que lo piense,
en llegando la ocasión
ha de hacer lo que quisiere
el dolor? Porque ninguno
imperio en sus penas tiene.
Y pues a determinar
lo que ha de hacer no se atreve
el alma, llegue el dolor
hoy a su término, llegue
la pena a su extremo y salga
de dudas y pareceres
de una vez; pero hasta entonces
¡valedme, cielos, valedme!

(Sale Astolfo con el retrato)

Astolfo:
Éste es, señora, el retrato;
mas ¡ay Dios!

Rosaura:
¿Qué se suspende

Vuestra Alteza? ¿Qué se admira?

Astolfo:
De oírte, Rosaura, y verte.

Rosaura:
¿Yo Rosaura? Hase engañado
Vuestra Alteza, si me tiene
por otra dama; que yo
soy Astrea, y no merece
mi humildad tan grande dicha
que esa turbación le cueste.

Astolfo:
Basta, Rosaura, el engaño,
porque el alma nunca miente;
y aunque como a Astrea te mire,
como a Rosaura te quiere.

Rosaura:
No he entendido a V[uestra] Alteza,
y así no sé responderle.
Sólo lo que yo diré
es que Estrella (que lo puede
ser de Venus) me mandó
que en esta parte le espere,
y de la suya le diga
que aquel retrato me entregue,
que está muy puesto en razón,
y yo misma se lo lleve.
Estrella lo quiere así,
porque aun las cosas más leves,
como sean en mi daño,
es Estrella quien las quiere.

Astolfo:
Aunque más esfuerzos hagas,
¡oh qué mal, Rosaura, puedes
disimular! Di a los ojos
que su música concierten
con la voz; porque es forzoso
que desdiga y que disuene
tan destemplado instrumento,
que ajustar y medir quiere
la falsedad de quien dice
con la verdad de quien siente.

Rosaura:
Ya digo que sólo espero
el retrato.

Astolfo:
Pues que quieres
llevar al fin el engaño,
con él quiero responderte.
Dirásle, Astrea, a la Infanta
que yo la estimo de suerte
que, pidiéndome un retrato,
poca fineza parece
enviársele; y así,
porque le estime y le precie,
le envío el original:
y tú llevársele puedes,
pues ya le llevas contigo,
como a ti misma te lleves.

Rosaura:
Cuando un hombre se dispone,
restado, altivo y valiente
a salir con una empresa
aunque por trato le entreguen lo que valga más, sin ella
necio y desairado vuelve.
Yo vengo por un retrato,
y aunque un original lleve
que vale más, volveré
desairada; y así, déme
Vuestra Alteza ese retrato,
que sin él no he de volverme.

Astolfo:
Pues ¿cómo, si no he de darle,
le has de llevar?

Rosaura:
Desta suerte.
Suéltale, ingrato.

Astolfo:
Es en vano.

Rosaura:
¡Vive Dios! que no ha de verse
en manos de otra mujer.

Astolfo:
Terrible estás.

Rosaura:
Y tú aleve.

Astolfo:
Ya basta, Rosaura mía.

Rosaura:
¿Yo tuya, villano?
Mientes.

(Sale Clotaldo)

Clotaldo:
Astrea, Astolfo, ¿qué es esto?

Astolfo:
Aquésta es Estrella.

Rosaura: (Aparte)
(Déme,
para cobrar mi retrato,
ingenio el amor) Si quieres
saber lo que es, yo, señora,
te lo diré.

Astolfo:
¿Qué pretendes?

Rosaura:
Mandásteme que esperase
aquí a Astolfo, y le pidiese
un retrato de tu parte.
Quedé sola, y como vienen
de unos discursos a otros
las noticias fácilmente,
viéndote hablar de retratos,
con su memoria acordéme
de que tenía uno mío
en la manga. Quise verle,
porque una persona sola
con locuras se divierte.
Cayóseme de la mano
al suelo. Astolfo, que viene
a entregarte el de otra dama,
le levantó, y tan rebelde
está en dar el que le pides
que, en vez de dar uno, quiere
llevar otro. Pues el mío
aun no es posible volverme
con ruegos y persuasiones,
colérica y impaciente
yo se le quise quitar.
Aquél que en la mano tiene
es mío; tú lo verás
con ver si se me parece.

Clotaldo:
Soltad, Astolfo, el retrato.

(Quítasele)

Astolfo:
Señora...

Clotaldo:
No son crüeles
a la verdad los matices.

Rosaura:
¿No es mío?

Clotaldo:
¿Qué duda tiene?

Rosaura:
Di q[ue] ahora te entregue el otro.

Clotaldo:
Toma tu retrato, y vete.

Rosaura: (Aparte)
Yo he cobrado mi retrato
venga ahora lo que viniere.

(Vase)



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