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18 de mayo del 2004 |
La casa de Bernarda Alba
Federico García Lorca
(Entran Amelia y Martirio.)
Amelia: ¿Has tomado la medicina? Martirio: ¡Para lo que me va a servir! Amelia: Pero la has tomado. Martirio: Yo hago las cosas sin fe, pero como un reloj. Amelia: Desde que vino el médico nuevo estás más animada. Martirio: Yo me siento lo mismo. Amelia: ¿Te fijaste? Adelaida no estuvo en el duelo. Martirio: Ya lo sabía. Su novio no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era alegre; ahora ni polvos echa en la cara. Amelia: Ya no sabe una si es mejor tener novio o no. Martirio: Es lo mismo. Amelia: De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir. Adelaida habrá pasado mal rato. Martirio: Le tienen miedo a nuestra madre. Es la única que conoce la historia de su padre y el origen de sus tierras. Siempre que viene le tira puñaladas el asunto. Su padre mató en Cuba al marido de primera mujer para casarse con ella. Luego aquí la abandonó y se fue con otra que tenía una hija y luego tuvo relaciones con esta muchacha, la madre de Adelaida, y se casó con ella después de haber muerto loca la segunda mujer. Amelia: Y ese infame, ¿por qué no está en la cárcel? Martirio: Porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar. Amelia: Pero Adelaida no tiene culpa de esto. Martirio: No, pero las cosas se repiten. Y veo que todo es una terrible repetición. Y ella tiene el mismo sino de su madre y de su abuela, mujeres las dos del que la engendró. Amelia: ¡Qué cosa más grande! Martirio: Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo. Los veía en el corral uncir los bueyes y levantar los costales de trigo entre voces y zapatazos, y siempre tuve miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí. Amelia: ¡Eso no digas! Enrique Humanes estuvo detrás de ti y le gustabas. Martirio: ¡Invenciones de la gente! Una vez estuve en camisa detrás de la ventana hasta que fue de día, porque me avisó con la hija de su gañán que iba a venir, y no vino. Fue todo cosa de lenguas. Luego se casó con otra que tenía más que yo. Amelia: ¡Y fea como un demonio! Martirio: ¡Qué les importa a ellos la fealdad! A ellos les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que les dé de comer. Amelia: ¡Ay! (Entra Magdalena.) Magdalena: ¿Qué hacéis? Martirio: Aquí. Amelia: ¿Y tú? Magdalena: Vengo de correr las cámaras. Por andar un poco. De ver los cuadros bordados en cañamazo de nuestra abuela, el perrito de lanas y el negro luchando con el león, que tanto nos gustaba de niñas. Aquélla era una época más alegre. Una boda duraba diez días y no se usaban las malas lenguas. Hoy hay más finura. Las novias se ponen velo blanco como en las poblaciones, y se bebe vino de botella, pero nos pudrimos por el qué dirán. Martirio: ¡Sabe Dios lo que entonces pasaría! Amelia: (A Magdalena.) Llevas desabrochados los cordones de un zapato. Magdalena: ¡Qué más da! Amelia: ¡Te los vas a pisar y te vas a caer! Magdalena: ¡Una menos! Martirio: ¿Y Adela? Magdalena: ¡Ah! Se ha puesto el traje verde que se hizo para estrenar el día de su cumpleaños, se ha ido al corral y ha comenzado a voces: "¡Gallinas, gallinas, miradme!" ¡Me he tenido que reír! Amelia: ¡Si la hubiera visto madre! Magdalena: ¡Pobrecilla! Es la más joven de nosotras y tiene ilusión. ¡Daría algo por verla feliz! (Pausa. Angustias cruza la escena con unas toallas en la mano.) Angustias: ¿Qué hora es? Magdalena: Ya deben ser las doce. Angustias: ¿Tanto? Amelia: ¡Estarán al caer! (Sale Angustias.) Magdalena: (Con intención.) ¿Sabéis ya la cosa...? (Señalando a Angustias.) Amelia: No. Magdalena: ¡Vamos! Martirio: ¡No sé a qué cosa te refieres...! Magdalena: Mejor que yo lo sabéis las dos. Siempre cabeza con cabeza como dos ovejitas, pero sin desahogaros con nadie. ¡Lo de Pepe el Romano! Martirio: ¡Ah! Magdalena: (Remedándola.) ¡Ah! Ya se comenta por el pueblo. Pepe el Romano viene a casarse con Angustias. Anoche estuvo rondando la casa y creo que pronto va a mandar un emisario. Martirio: ¡Yo me alegro! Es buen hombre. Amelia: Yo también. Angustias tiene buenas condiciones. Magdalena: Ninguna de las dos os alegráis. Martirio: ¡Magdalena! ¡Mujer! Magdalena: Si viniera por el tipo de Angustias, por Angustias como mujer, yo me alegraría, pero viene por el dinero. Aunque Angustias es nuestra hermana aquí estamos en familia y reconocemos que está vieja, enfermiza, y que siempre ha sido la que ha tenido menos méritos de todas nosotras, porque si con veinte años parecía un palo vestido, ¡qué será ahora que tiene cuarenta! Martirio: No hables así. La suerte viene a quien menos la aguarda. Amelia: ¡Después de todo dice la verdad! Angustias tiene el dinero de su padre, es la única rica de la casa y por eso ahora, que nuestro padre ha muerto y ya se harán particiones, vienen por ella! Magdalena: Pepe el Romano tiene veinticinco años y es el mejor tipo de todos estos contornos. Lo natural sería que te pretendiera a ti, Amelia, o a nuestra Adela, que tiene veinte años, pero no que venga a buscar lo más oscuro de esta casa, a una mujer que, como su padre habla con la nariz. Martirio: ¡Puede que a él le guste! Magdalena: ¡Nunca he podido resistir tu hipocresía! Martirio: ¡Dios nos valga! |
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