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La insignia
24 de enero del 2004


Mosaico


Rolando Lazarte
La Insignia. Argentina, enero del 2004.


Era el cinco de enero de 2004. El día de reyes. Día en que naciera Sacha, hijo de Jaime. Sería un regalo de reyes, sin duda. 38 personas aguardaban el habla del titiritero Luciano. Pelusa, la mona Tota, hablaba de un libro nacido de un sueño. Gita y Alberto charlaban en la sala del biodanzante.

El cuadro blanco y negro que demorara años en venir esperaba en la pared de la entrada. Vino, queso y aceitunas recibían a Carlitos, Ana, Pepe, tantos mendocinos que se reunían para recibir las alas de Mosaico, un libro parido en Paraíba y que contenía todos los días de un retornante.

Primero había visto la luz en el nordeste brasileño, guardando las poesías de u niño renacido. Un sol que se abría levantando el techo y mostrando los pasillos interiores de alguien capaz de reconstruír desde adentro las paredes de su ser. A lo largo de largos años. Como tú, como cada viviente.

Que llueva, que llueva... Las goteras recordaban la casa de San Genaro, eternamente igual a sí misma. Indestructible. Recordaría todos los pasos que lo trajeran de vuelta. Síndrome permanente de estrés post traumáticos. Traumatizantes serían los días posteriores al renacimiento.

Brotes del inconsciente. Un alcahuete arbolito. Una mandala de cemento. OXO. Las redacciones de los diarios. El paraíso y la iluminación. Los cuadros de Ana. El banco hipotecario. Un beso no dado. Omar. La fundación ecuménica. Julia. Naty. La mamá de Jaime.

Mosaico era un lugar para vivir.



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