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La insignia
20 de enero del 2004


España

Fomento de la lectura


Marcos Taracido
Libro de Notas. España, enero del 2004.


No hay campañas de fomento de la lectura en España, sino de fomento del Gobierno que dice que fomenta la lectura. Si no es así, no se entiende que los proyectos emprendidos hasta ahora sean un despilfarro económico del dinero público que se suntenta, básicamente, en decirle a la gente que lea. Conseguir que los niños lean es el primer objetivo y éste sólo se puede alcanzar trasmitiéndoles el gusto por la lectura y proporcionándoles libros; parecerá una obviedad, pero la realidad dice que no lo es.

En primer lugar no hay bibliotecas. No me refiero siquiera a una red de biliotecas públicas decentes y accesibles sino a bibliotecas escolares: que se dediquen todas esas partidas del presupuesto público destinadas a anuncios publicitarios obsoletos, inútiles y opacos a equipar las bibliotecas escolares y a dedicar personal especializado a ellas y a instruir en su uso y aprovechamiento al profesorado -la ministra de cultura acaba de presentar las conclusiones de la primera etapa del Plan de Lectura del Ministerio, y no hay conclusiones: algunas buenas intenciones, pero nada palpable-. Está muy bien que en sus estantes esté El Quijote y La Odisea y el Libro del Buen Amor, pero también Mortadelo y Filemón, Supermán y Manga. Es básico que sea en el colegio donde funcionen las bibliotecas porque es allí donde pasan buena parte de su infancia: las bibliotecas públicas vienen después, cuando el placer del libro ya se ha adquirido. En segundo lugar, ése debe ser un proyecto enfocado a niños desde un mes de edad.

Acabo de ver con asombro y perplejidad que la tan publicitada web del Ministerio de Cultura para la Orientación Lectora empieza sus recomendaciones de libros desde los 6 años -de una manera bastante confusa, ciertamente-, edad a la que o ya se tiene la afición creada o resultará doblemente difícil adquirirla. Que se llenen las guarderías de libros, en estanterías, tirados por el suelo, libros para romper y para chupar, libros para meter en el baño y libros para leer en el váter y para recortarlos, libros con sonido y mudos y libros con letras y sin ellas, libros de papel, de plástico, de cartón, libros digitales. Y después que colmen de libros las aulas de primaria, y las de secundaria. Y que acompañen esto con planes de estudio en los que la lectura signifique algo más que una sucesión de títulos con sus características básicas y el nombre de sus autores, leyendo, en el mejor de los casos, un párrafo del libro.

La cultura, esa cultura general que se pretende generar con la educación, es algo más profundo que esquemas históricos y nombres y fechas. La lectura, la lectura vedadera y atenta de una sola obra puede aportar mucho más conocimiento que tres siglos de teoría débil y comprensiva. Pero quizás sea más rentable para los intereses políticos del gobierno de turno la publicidad, la propaganda. Quizás sea demasiado arriesgado armar a una legión de capacidad lectora. Quizás dé miedo.



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