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La insignia
16 de enero del 2004


Lo que dicen los tangos


Rosalba Oxandabarat
Brecha. Uruguay, enero del 2004.


Qué letras, las de los tangos. Por algún motivo, o varios, se tiende a identificarlas siempre con la soledad, el desamor, la pérdida. Será el éxito disparador de "Mi noche triste". O descubrir que el dolor se baila tan bien, quizás mejor, que la alegría. No hay como el tango para expresar el dolor casi como una cuchillada, como un golpe hondo y desolado. El dolor en el tango, deslumbra. Lo describe magníficamente Homero Manzi en "Che, bandoneón": "Tu canto es el amor que no se dio/ y el cielo que soñamos una vez/ y el fraternal amigo que se hundió/ cinchando en la tormenta de un querer/ Y esas ganas tremendas de llorar/ que a veces nos inundan sin razón/y el trago de licor que olvida a recordar/ que el alma está en orsai, ché bandoneón". Qué se puede agregar. Esta comprobación hace olvidar a menudo que, además de trágicas, esas letras pueden ser críticas, divertidas, cancheras, burlonas, descriptivas, cursis, con o sin filosofía incluida. A veces en letristas distintos, a veces en el mismo. Santos Discépolo pudo escribir "Canción desesperada", o "Cambalache", y también "Chorra". (No hay como caerle, a Discépolo: la peor de sus letras, es perfecta).

Ya nadie duda de esa peculiar calidad de poetas que compartían gente como los dos Homero (Manzi y Expósito), Celedonio Flores, Enrique Cadícamo, Cátulo Castillo, los Contursi (José María y Pascual). Como pasaba con la literatura rusa, en la que Dostoiewsky y Tolstoi lograron opacar una notable estirpe de sólidos narradores, estos grandes nombres de una poesía tanguera han hecho diluir los de otros, cuyas letras se recuerdan olvidándose de quién las escribió. Ingenua o sofisticada, la letra de tango encierra siempre una pequeña historia, necesita un desarrollo que implica una especial habilidad (Palito Ortega no podría haber hecho carrera con los tangos; ni el más olvidable y primario de ellos puede incorporar frases como "La felicidad ja ja ja ja"). Pena por los olvidados; las grandes cursilerías del tango, las piruetas que alguno hizo para llegar a la rima y cumplir con los compases, también merecen su lugar en las antologías, como lo merecen en la memoria.

Y hay que distinguir. Hay juegos conciente y astutamente jugados, como lo hace Contursi con "Mi noche triste": "Siempre llevo bizcochitos/ pa' tomar con matecitos....", redimidos en la melancolía por "como si estuvieras vos", recurso que vuelve a ejercitar el mismo Contursi en "La cumparsita" con "el perrito compañero". Como sabía poner un toque de rosado, este hombre, que volvía más sombríos los violetas. Pero hay otras frases, maravillosas en su absurdo, que se intuye que quedaron, nomás. El comienzo de "Noche de Reyes", por ejemplo, tango de horrible contenido machista y de irresistible ramplonería. Es un comienzo hamletiano: "La quise como nadie/tal vez la haya querido/ y la adoraba tanto/ que hasta celos sentí...". Y aquel regreso en "La casita de mis viejos", donde al retornado lo "recibe el viejo criado" (Cadícamo se metió en algún barrio porteño con tradiciones de mayordomo inglés). Alfredo Le Pera, que sí pasó a la historia, también se manda cursilerías notables, casi todas apelotonadas en "El día que me quieras" -lo de las campanas-carpanas, pase, pero lo de "y locas las fontanas se contarán tu amor" ....-aunque guardó algunas para otras letras, como la de "Silencio". Pero qué gracia. En la voz de Gardel, cualquier cosa era otra cosa. Como será que puede decir con tanta galanura frases tan raras como "Tú eres constancia yo soy paciencia/tú eres ternura yo soy piedad/ Tú representas la independencia yo simbolizo la libertad..." (¿?).

Hay también algunas coincidencias curiosas. Juan de Dios Filiberto hizo la música de dos tangos cuyo letrista se llama Gabino Coria Peñaloza (me informo gracias a la Antología del tango. Letras, del escritor Alfredo Gravina que publicó Ediciones del Caballo Perdido: Gabino ya no suena mucho). Uno se llama "Caminito" y el otro "El pañuelito". Gente triste y cariñosa, Juan de Dios y Gabino. Se los puede imaginar diciéndose mutuamente: ¿y si hacemos un tanguito?

Y Homero Expósito, autor de letras de algunos de los tangos más tristes del mundo -como "Percal" y "Yuyo verde"- también se manda algunas raras gimnasias. Dice en "Trenzas": "Fina calidad de mi rutina/me encontré tu corazón/en una esquina": la "ina" es el asunto. Y un poco más adelante: "Trenzas de color de mate amargo/ que endulzaron mi letargo gris". Trenzas verdes y un endulzante mate amargo: eso es libertad poética. Ese tango es precioso. Y muchos otros más que colgados o no a la vieja mitología tanguera hacen fintas con el idioma, salvados por músicas -y voces- notables. Ellos nos traen a la vez datos de nuestras propias zonas oscuras; las tristes, que se aceptan fácilmente, y las sensibleras, que casi nunca se aceptan para uno mismo. Pero ahí están.

El que esté libre de pecado, que vaya a escuchar a Schönberg.



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