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La insignia
7 de diciembre del 2004


Estampa tercera: escena final

Mariana Pineda


Federico García Lorca. España, 1925.


Entran por el foro todas las monjas. Tienen la tristeza reflejada en los rostros. Las novicias 1ª y 2ª están en primer término. Sor Carmen cerca de Mariana. Toda la escena irá adquiriendo hasta el final una gran luz extrañísima de crepúsculo granadino. Luz rosa y verde entra por los arcos, y los cipreses se matizan exquisitamente, hasta parecer piedras preciosas. Del techo desciende una suave luz naranja, que se irá intensificando hasta el final.

Mariana:
¡Corazón, no me dejes! ¡Silencio! Con un ala,
¿dónde vas? Es preciso que tú también descanses.
Nos espera una larga locura de luceros
que hay detrás de la muerte. ¡Corazón, no desmayes!

Carmen:
¡Olvídate del mundo, preciosa Marianita!

Mariana:
¡Qué lejano lo siento!

Carmen:
¡Ya vienen a buscarte!

Mariana:
¡Pero qué bien entiendo lo que dice esta luz!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!

(Entra el juez por la puerta de la izquierda.)

Novicia 1ª:
¡Es el juez!

Novicia 2ª:
¡Se la llevan!

Juez:
Señora, cuando guste;
hay un coche en la puerta.

Mariana:
Mil gracias. Madre Carmen,
salvo a muchas criaturas que llorarán mi muerte.
No olviden a mis hijos.

Carmen:
¡Que la Virgen te ampare!

Mariana:
¡Os doy mi corazón! Dadme un ramo de flores;
en mis últimas horas yo quiero engalanarme.
Quiero sentir la dura caricia de mi anillo
y prenderme en el pelo mi mantilla de encaje.
Amas la libertad por encima de todo,
pero yo soy la misma Libertad. Doy mi sangre,
que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie!

(Una Monja le ayudará a ponerse la mantilla. Mariana se dirige al fondo, gritando.)

Ahora sé lo que dicen el ruiseñor y el árbol.
El hombre es un cautivo y no puede librarse.
¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera,
enciende para mí tus estrellas distintas.
¡Adiós! ¡Secad el llanto!

(Al juez.)

¡Vamos pronto!

Carmen:
¡Adiós, hija!

Mariana:
Contad mi triste historia a los niños que pasen.

Carmen:
Porque has amado mucho, Dios te abrirá su puerta.
¡Ay, triste Marianita! ¡Rosa de los rosales!

Novicia 1ª:
(Arrodillándose.)
Ya no verán tus ojos las naranjas de luz
que pondrá en los tejados de Granada la tarde.

(Fuera empieza un lejano campaneo.)

Monja 1ª:
(Arrodillándose.)
Ni sentirás la dulce brisa de primavera
pasar de madrugada tocando tus cristales.

Novicia 2ª:
(Arrodillándose y besando la orla del vestido de Mariana.)
¡Clavelito de mayo! ¡Luna de Andalucía!,
en las altas barandas tu novio está esperándote.

Carmen:
¡Mariana, Marianita, de bello y triste nombre,
que los niños lamenten tu dolor por la calle!

Mariana:
(Saliendo.)
¡Yo soy la Libertad porque el amor lo quiso!
¡Pedro! La Libertad, por la cual me dejaste.
¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!

(Un campaneo vivo y solemne invade la escena, y un coro de niños empieza, lejano, el romance. Mariana va saliendo lentamente, apoyada en sor Carmen. Todas las demás monjas están arrodilladas. Una luz maravillosa y delirante invade la escena. Al fondo, los niños cantan.)

¡Oh, qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar,
al ver que Marianita se muere
en cadalso, por no declarar!

(No cesa el campaneo.)


Telón lento



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