Colabora | ![]() |
Portada | ![]() |
Directorio | ![]() |
Buscador | ![]() |
Redacción | ![]() |
Correo |
![]() |
![]() |
9 de diciembre del 2003 |
Identidades de humo (II)
Raúl Sanahuja Cantón
El calor del asfalto trepa por entre la carrocería del viejo coche de Howie, hoy no hay música, tampoco oigo el rumor indígena de mi carnal, sólo el ruido de otros carros que se acercan y se alejan y el quejido intenso de la línea discontinua de la autopista, que una y otra vez se ve aplastada, pisoteada por miles y miles de gringos en sus automóviles; seguramente fueron colocadas ahí por algún pobre mexicano, mezclando sudor y pintura bajo un sol infernal calmado tan sólo por la brisa que dejan los coches a su paso. No Howie, yo no soy indígena, llámame vendido pero no me rindo, no quiero ser un perdedor más en este país, quiero triunfar y poder dejar un nombre escrito en la pinche historia. Los mexicanos no triunfan acá, mis papás son mexicanos y que son sino simples figuras disueltas en la muchedumbre, desahuciados por sus vecinos, obligados a vivir en el anonimato de gentes sin nombre y sin futuro, con el único propósito de sobrevivir y sin más aspiración. Ser mexicano y afirmarlo es rendirse a la evidencia, a la supuesta inferioridad, sólo escalan aquellos que se enorgullecen de ser estadounidenses, que dominan lengua y cultura adoptándola como la suya propia, pues que es sino aquella cultura que nos rodea en todas las etapas de nuestra vida. Olvídalo Howie, no es justo engañarse con la historia de la Historia, para qué buscar en el pasado justificaciones para un presente que ya se justifica por sí solo. Yo soy norteamericano, carnal, y como tal debo aprender el inglés, dominarlo a la perfección, you know. Ya sabes, como esos chicos que pasan las horas entre goddam sonuvabitch, ya think'bout all that staff, baby; y oh, sorry, don't know what U want, bro. Ellos son los que acaban siendo jefes de sección, profesores en la High, ingenieros para Ford y todo eso. Qué consiguen los que piensan como tú, carnal, los que no cejan en su empeño por defender unos sentimientos desfasados en el tiempo, los que siguen pensando en hechos que sucedieron hace tantísimo tiempo. Ahorita las cosas no están como para detenerse a pensar en el pasado, pues te chingan cuando menos te lo esperas, hay que salir ahí y comerse el mundo, llegar a lo más alto, de esa manera uno puede sentirse realmente orgulloso. Queridos oyentes de radio KLM Fm, ¿quieren gozar de unas vacaciones en Acapulco, México. Bajo el sol calentito que baña las fantásticas playas de arenas húmedas y suaves, con cuerpecitos esculturales de bellas mexicanas volteando continuamente? No Howie, tienes que abandonar esa historia de los mexicas y dedicarte a pensar en tu futuro, en garantizarte un progreso que permita estabilizarte como ciudadano y poder volar del barrio. Es justo que cualquiera de nosotros, nacidos en los Estados Unidos, pueda sentirse parte de esta sociedad y disfrutarla, integrarse por completo a ella sin tener que comparar tonalidades de color en nuestras caras y demás. No lo olviden amigos, el paraíso les está esperando, México, país de las maravillas, de vacaciones eternas, donde nada y todo es posible, donde el descanso es el día a día. Olvida cualquier obligación y disfruta de unas buenas vacaciones. Sabes, a mi papá lo pusieron de patitas en la calle, ya no trabaja para la constructora, y con cincuenta y un años no podrá encontrar ningún otro lugar en que ganarse unas moneditas pa' darnos qué comer; y todo por qué, por ser un maldito mexicano, no más. ¿Eso es lo que debo ser yo, un mexicano a quien estén chingando eternamente y no pueda aspirar sino a trabajos de fuerza que otros no son dignos de realizar?
México lindo, de rancheras, palmeras y tequila, es ahí donde deben acudir en busca de relax, abandonen las presiones de toda la semana y déjense llevar por la brisa del caribe y Acapulco. Yo soy uno de ellos Howie, no soy negro, soy estadounidense, soy parte de esta sociedad, y debo ser un triunfador echando por la borda el lastre que mi familia me ha hecho llevar. Pero antes debo saldar una deuda, carnal, le debo algo a Manuel, sabes, he de ayudarle. Me gustaría que tú estuvieras conmigo, Howie. Eres un vendido-dice Howie-, un jodido pochito que no sabe lo que es sentirse parte de algo, no sabe las injusticias que se han cometido durante tantos años sobre nuestra gente. Nomás tienes que fijarte en tu papacito, un pobre hombre que llevaba siendo esclavizado durante más de veinte años y ahorita no es ni siquiera un pinche esclavo de los malditos güeros. Sin embargo tú quieres sentirte como ellos, como los asesinos de tus abuelos, los castradores del futuro de tu papá, los que abandonan a un hombre a su más miserable existencia sin ningún tipo de explicación más que el color de su piel y la humedad que se observa en su espalda mojada. Te dedicas a escoger el camino más fácil, abandonas la lucha por creer en un sueño imposible, que no existe, el 'sueño americano' no es más que una ilusión que los gringos impusieron a nuestro pueblo para reírse en su propia cara. ¡Chinguen a su madre, y además quieres que te ayude a qué, carnal, a qué! Nomás que a vengar a mi papá, Howie, quiero hacer algo en la constructora, que lo paguen caro. Un giro brusco a la derecha nos lleva directamente a la chante de un viejo amigo de Howie, a quien llaman el disidente, pues no es más que un gringo que reniega de su país ante las injusticias que en su nombre se han cometido durante muchos años. Snake le llaman. Participó en algunos atentados y manifestaciones durante la revuelta estudiantil del 91, y últimamente se dedica casi exclusivamente a pasar crack desde New York a todo el estado de California. Howie le saluda efusivamente y le llama carnal, pero no es un mexicano, su piel de güero claro lo pone de manifiesto, a Howie no parece importarle, es como si se hubiera olvidado del indigenismo por un momento. Subimos al carro y avanzamos a gran velocidad sorteando los automóviles de gringos que asoman su cabeza por la ventana gritando y haciendo gestos con el dedo central de su mano izquierda. Al final de la avenida está la constructora, cual monstruo infecto fijo mis ojos en ella mientras el sonido de un mechero y olor a carbón llegan a mis sentidos despertando una gran curiosidad en mí. Una botella de vodka con un paño ardiendo se desliza entre mis dedos mientras una frase de ánimo emana de la boca de Snake, él lleva otra. Howie aprieta los dientes y me mira un instante, justo después vuelve a fijar la vista en el asfalto que desaparece con prisas bajo el morro del carro, Howie agarra fuertemente el volante, yo tiemblo como mi padre cuando gritaba la respuesta del concurso, él estaba seguro de que era la Santa María y no otra, por eso no pudo dormir en toda la noche y quedó apostado frente al televisor gritando una respuesta que de nada valía un día después, que debía haber dicho por teléfono para conseguir el jodido viaje a Acapulco, pero él pensó que el gringo del micrófono podría escuchar su vocerío desde el interior de la caja de luces, que no existía allá en México donde todo era tierra y patatas, donde el abuelo lo llamaba chicote y la abuela le narraba historias de Caupolicán y sus compinches peruanos, donde el mariachi cantaba a la puerta de una cantina, donde Dolores, siempre Dolores; Snake saca el brazo por la ventana y oye alejarse un fuerte Now! que abandona su garganta; pobre Manuel que no sabía decir sus oraciones en inglés en la casa del señor que concurríamos antes de llegar al barrio, pobre Manuel que intentó tantas veces narrarme los cuentos de Caupolicán sin acordarse apenas de cuatro frases, y Lolita haciendo la maleta y yo me voy a México papá, con el abuelo; Snake golpeando el asiento, ya throw that fucking bottle kid, don't wait any more, throw it, just let it fly; y Manuel con el papelote encerrado en su puño, y lágrimas que resbalan desde sus largas pestañas hasta su prominente mentón, la botella ya vuela con su paño ardiendo, las candelas junto al ataúd de Dolores, el párroco sigue con su discurso nacionalista, y yo no soy mexicano, la bola de fuego me ciega por un instante, la palanca del volumen volteada a la derecha, y el pie de Howie que se pierde al fondo, la discontinua ahora es continua; ¡se vienen, Howie!, ¡se vienen!; la sirena se oye prácticamente a mi lado, Snake fuck and fuck; Howie jodidos chingones, la pinche bofia; el sudor nubla mi vista y la sirena, la sirena. Las esposas me oprimen las muñecas, Howie ha desaparecido, a mi lado está Snake que se muerde el labio inferior. Ya no hay sirena, sólo una rejilla entre los policías, yo y Snake. El carro se detiene ante un gran edificio de muchas escaleras, todo de piedra, East Los Angeles Court. El hombre de la maza de madera hace poner en pie a todos los presentes, incluido el padre de Snake, que no suelta el maletín de su mano derecha mientras con la izquierda se ajusta el nudo de la corbata, parece un gran empresario, de tez pálida y ojos saltones. John McNorry, free of every charge by a compensation of a thousand of dollars. M... guilty of terrorism and make an attempt against public security. No entiendo por qué Snake abandona el edificio abrazado por su padre, por qué yo sigo maniatado, por qué la gorra de Howie con una mancha roja que rodea un agujero en el lado derecho, por qué entro en un furgón blindado de interior oscuro, por qué todo olor, todo sonido, toda visión me abandona de repente, por qué Manuel y Dolores, por qué Acapulco y las palmeras, por qué la profesora y M... you have to study a lot if you want to learn and speak a very good English, sir. El traje gris es de mi talla, y el número que luce el bolsillo derecho me recuerda a ese programa de Manuel y el acierten el resultado de esta operación. Mi celda no es muy amplia, quizá de unos tres metros de ancho por dos de largo, hay dos catres pero sólo duermo yo. La noche cae, el carcelero me pregunta si quiero algo, libros o revistas. Alcanzo un par de libros de los estantes con ruedas que empuja el viejo por los pasillos, uno es de un tal Richard Rodríguez, el otro de Octavio Paz. Son los únicos libros que no están escritos en inglés, no tenía mucho donde elegir si quería entender algo. Hoy toca paseo por el patio de la prisión, allí hay algunas máquinas de esas para hacer gimnasia. Un grupo de jóvenes llama mi atención, me gritan desde lejos. Son gringos con cara de pocos amigos, me acerco lentamente, el de la gorra de los 49ers me sonríe y quiere decirme algo. De repente saca la mano del bolsillo y noto una ligera presión en el estómago, palpo la zona de mi ombligo y mi mano se presenta enrojecida, manchada de sangre, el gringo me rajó con un cuchillo. Todos abandonan el lugar mientras dicen aquello de fucking mex. Un día en la enfermería. El de Richard Rodríguez no está mal, me recuerda un poco a algunas situaciones que viví y pensamientos que me invadieron durante mucho tiempo. Nuevo día de paseo, esta vez no hay presión en el estómago, pero sí miles de puños que se clavan en mis mejillas y botas que se alojan en mi espalda, los gringos creen que soy mexicano, estoy seguro que se trata de algo así, seguro. Dos semanas, me dejan pasar más tiempo en la enfermería, pero basta con salir al patio de afuera para regresar a unas nuevas vacaciones ante el calendario con la imagen de playa y palmeras que cubre la puerta de la sala de camillas. Dos meses. Hoy toca patio, los guardias me obligan a salir y me conducen a la zona de las máquinas de gimnasia, la gorra de los 49ers es lo primero que logro ver. Un grupo de mexicanos se acerca a mí y pierdo de vista la gorra. Algún problema, carnal-dice uno de ellos- supongo que vives en el barrio, me dijeron que eres hijo de Dolores y conoces a Howie, puedes venir con nosotros, ¡hijos de la gran chingada! No hay más presión en el estómago, olvido las botas que se agolpaban para dejar su sello en mi espalda, se acaban las vacaciones junto a la foto de la playa y Acapulco con su arena suave, ahora fumo junto a mis carnales en el patio, son mexicanos, su tez no es blanca, mezclan el inglés y el español con total normalidad y oyen música que denominan sonido norteño. Manuel y Dolores quisieron que yo aprendiera el inglés hasta el punto de intentar hablarlo ellos en casa. Era una práctica habitual entre los padres de algunos compañeros de escuela, recomendaciones de la profesora que no permitía ni una sola expresión en español. Lo cierto es que hubiese preferido que mis padres no se mostraran tan ridículos ante ella, tan ignorantes, tan poco norteamericanos. Creí que era mejor no hablar en casa en inglés, pues no era eso precisamente lo que hablábamos, era una variedad extraña de la lengua anglosajona, no sabría definirlo con un nombre, pues no lo hay. En la escuela tampoco lo hablaba, porque con la poca práctica que me permitía mi vida en el barrio no había suficiente; de hecho jamás hablaba el inglés en el barrio, no con Howie, no con Manuel, no con la banda. El único instante del día en que conseguía liberar dos o tres frases en inglés era en la confesión de los domingos con el párroco de la iglesia de los gringos, pues no confiaba lo suficiente en Don Ramón, tan mexicano él, tan con sus cosas y siempre México, debemos sentirnos orgullosos de ser mexicanos y pertenecer a un pueblo tan digno y revolucionario como el nuestro, México lindo, patria de todos nosotros; y él tan lejos de allí, olvidado de los habitantes de Ciudad de México, olvidado de tantos a quienes él hacía constante referencia, pobre Ramón y su discurso nacionalista. Y Lolita que me escribía cartas, al principio de su marcha a México, con la muerte de Dolores. Acá dicen no entenderme, es un español muy extraño el que habla usted nietecita, no comprendo como siendo mexicana no es capaz de hacerse entender, por qué esa manía con decir huáchele, que quiere decir con eso Lola, no la entiendo. Qué difícil es esto mi hermano, dile a papá que lo quiero mucho. Recojo mis pertenencias, un llavero y un billete de diez dolares, abandono la prisión, vuelvo a estar en la calle. Es impresionante sentir de nuevo la brisa acariciando mi piel, sentir los músculos de mi cuerpo en constante tensión avanzando por aceras que cubren la superficie de este laberinto, de este mundo sin sentido; seguramente llegaré al barrio para volver a encontrarme con la banda, o con aquellos que aún permanezcan con vida. Tiempo, debes esperarme un poco más, mis dudas siguen ahí, volando entre preguntas y respuestas, entre el sí y el no, blanco y negro, corazón y venganza. Decadencia de una sociedad hermana de la discriminación, en que miles de mojados siguen pensando que aquí descansa el paraíso perdido, cuando en realidad ese paraíso jamás existió; quizá Howie tenía razón al decir que en tiempos de los hermanos indígenas se vivía en el verdadero paraíso, entre bosque, selva y mar, en completo equilibrio, en completa igualdad. Una sensación extraña invade mi mente, como si todo cuanto se presenta ante mis ojos ya lo hubiese vivido en algún otro momento, como si la rueda de la vida voltease sin parar rozando un mismo momento, permitiendo hacer uso de la memoria para generar algo que ya perdí, el orden en mi mente, pensamientos uniformes, consistentes que configuran una imagen cada vez menos difusa. Sí, Olvera Street completamente vacía a las nueve de la noche de un martes de verano, algo ya vivido, que ahora no es más que un recuerdo tan real, sensaciones que naufragan en la memoria a la vez que se representan en mis sentidos de manera intermitente. Enciendo un cigarro con la seguridad de ser eso precisamente lo que debo hacer, a un lado y a otro sigue sin aparecer un alma, ni tan sólo uno de esos molestos gatos que pasan la noche maullando de aquí para allá, y al fondo, resplandeciente, el escaparate de Harrie´s. Volver, volver a sentir y pensar algo que quedó en el aire, sin resolverse, sin llegar a conclusión alguna. Acá estoy de nuevo, como figura de metal, apenas corpórea, pero noto el latir de un corazón que no sabe bien quién es, que no encuentra una salida digna a la eterna pregunta. La imagen que me mira fijamente, apostada frente a mí, agradece el brillo de mis ojos, bañados en lágrimas saladas, lágrimas de inmenso dolor y placer a la vez, de sentirse atrapado en un callejón sin salida aparente, de trepar y trepar por muros infinitos de duda y temor; esa imagen que todo lo puede acaba por llenar mi corazón, por dejarse llevar, guiado por el cauce del tiempo, esperando encontrar el mar, aun sabiendo que jamás aprenderá a nadar, que se hundirá sin resistencia. Piel oscura, humo blanco; querencias de un regreso a algún lugar desconocido; palmeras y arena húmeda, y Dolores, siempre Dolores. Ahora lo sé, piel oscura; ahora lo sé, corazón y alma blancos. Humo transparente que deja ver el verdadero color, tostado, de braceros y manos desgastadas, de espaldas encogidas por la humedad de Río Grande, de cuerpos desplomados por la metralla, de Howie y sus mexicas, de Richard Rodríguez el profesor, y de tantas y tantas almas viajeras sin rumbo fijo, movidas por odios y amores, por patrias y silencios escondidos, de concursos y respuestas, de Manuel y Dolores, siempre Dolores. Piel tostada y mente en blanco; dejar de pensar, paz perpetua. Mexicano, hispano, latino, norteño, vendido, pocho, pachuco, mexica, azteca y nahuatl, norteamericano, gringo, güero y español, hijos de la chingada y espíritus traicioneros, castradores y donantes de futuros, amigos de la venganza y enemigos de la igualdad, esperanza y sueño americano, razas cósmicas, granjeros impertérritos, capitalismo ferviente, fronteras invisibles, fronteras artificiales, pobreza y discriminación, explotación y valentía, enfrentamiento y afrenta, países, territorios y dinero; pero sobre todo, personas, siempre personas. Y yo, no lo sé. Y yo, sin ser yo. |
|