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La insignia
9 de febrero del 2006


Piedras en la bota de Putin


Luis Peraza Parga
La Insignia. México, febrero del 2006.


Ahora que el zar de todas las Rusias se pasea por España, es hora de recordar los numerosos puntos negros de su actuación como férreo gobernante de la nación que sustituyó a la antigua Unión Soviética. El apoyo popular a su gestión se ve ensombrecido por un control total, y por lo tanto inaceptable en una sociedad democrática, sobre los medios de comunicación. La reforma de la ley que regula a las organizaciones no gubernamentales, convirtiendo su gestión en una carrera de obstáculos, ha sido calificada como demasiado restrictiva por el secretario general del Consejo de Europa. El asunto ya analizado por mi en otro artículo de La Insignia de la petrolera Yukos donde su dueño está encarcelado en un proceso, al menos, dudoso. El cambio en la elección de los gobernadores, que pasaron de ser por votación universal a designación presidencial. Los secuestros masivos y sus horrendos desenlaces de pérdidas humanas inocentes, tanto en el teatro de Moscú como en la escuela de Beslan, etc.

Una sala de siete jueces del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha hecho historia al condenar a Rusia, en tres sentencias independientes del año 2005, por varias violaciones a los derechos humanos, en especial el de la vida, contra ciudadanos chechenos de la república separatista del norte del Cáucaso. Además, se trata de la primera vez que el juez europeo utiliza el derecho internacional de los derechos humanos para juzgar hechos que hasta esa sentencia habrían ido por la vía del derecho internacional humanitario, considerando que la utilización de armamento con una capacidad de destrucción que supera los mil metros en una zona habitada y sin evacuación previa de los civiles es "incompatible" con el grado de precaución exigido a "todo órgano de aplicación de la ley en una sociedad democrática.(...) Aún frente a una situación en la que, como afirma el gobierno ruso, los habitantes de la aldea habían sido tomados como rehenes por un importante grupo de combatientes rebeldes, el objetivo esencial de la operación habría debido ser proteger la vida de los civiles contra toda violencia ilegal."

Es, por otra parte, inconcebible que el máximo mandatario de una nación perteneciente al Consejo de Europa, cuyos lineamientos de adhesión pasan por la democracia, el estado de derecho, la protección de las minorías y los derechos humanos, señale como objetivos legítimos de su gobierno la exterminación "como ratas" de los terroristas.

Para evitar que me tilden de eurocentrista, he aquí dos extractos de sentencias de del Tribunal Supremo de la India y de su homónimo de Israel, respectivamente, sobre la lucha contra el terrorismo. La primera, de 1996, dice así: "el desafío del terrorismo debe ser afrontado con ideas y aproximaciones innovadoras. El terrorismo de estado no es la respuesta para combatir el terrorismo. Lo único que traerá es su legitimación." La segunda asegura que "el destino de la democracia es no aceptar ni todos los medios ni todas las prácticas."

La incompatibilidad de estas afirmaciones de Putin con el derecho internacional de los derechos humanos, que Rusia ha ratificado y que por tanto está obligada a cumplir, coloca en una situación harto difícil y delicada a las instituciones regionales protectoras de los derechos humanos de todas las personas, terroristas incluidos, que están bajo la jurisdicción de sus estados miembros.



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