Mapa del sitio | ![]() |
Portada | ![]() |
Redacción | ![]() |
Colabora | ![]() |
Enlaces | ![]() |
Buscador | ![]() |
Correo |
![]() |
![]() |
7 de mayo del 2007 |
Una referencia fundamental de la Unión Europea
Rodolfo de Benito (*)
Uno de los rasgos más característicos de la Unión Europea es su modelo social, que a pesar de ser una suma de distintos modelos sociales en el ámbito de cada Estado, es un referente fundamental de la Unión; un referente que en estos momentos está sometido a una presión creciente.
El modelo social europeo es también una de las grandes referencias a escala mundial, frente a los otros dos grandes modelos existentes: Estados Unidos y el área de Asia-Pacífico, basados en el mercado como elemento predominante. Una diferencia fundamental, que en ningún caso puede recorrer la Unión Europea, ya que, en efecto, si en el modelo social europeo la protección social está diseñada con un carácter de tendencia universalista y concebida en términos de derechos subjetivos que legitiman el papel del Estado ante los ciudadanos, en los otros modelos ésta es concebida como residual. Éste ahora es uno de los grandes retos de la Unión, del movimiento sindical, igualmente, extender los elementos centrales del modelo social a los países que se acaban de integrar en la Unión Europea, elemento éste consustancial a los factores de cohesión social. En un escenario de crecientes desigualdades en el mundo, la Unión Europea, que ha de ser algo más que mercado y moneda, es también un referente por su capacidad de crecimiento y desarrollo, compatibles con la cohesión y con los derechos. Por ello, la equidad social ha de ser concebida como un elemento imprescindible para el crecimiento económico, para la propia competitividad, más en un escenario en el que el gasto público social por habitante se viene ralentizando. Los datos en este sentido son elocuentes: el crecimiento de tal gasto en la década de los años noventa, y principalmente de los años dos mil, fue menor en la mayoría de los países de la Unión Europea que en la década de los años ochenta. Evolución que, de otra parte, se contrapone al crecimiento que se viene produciendo de las rentas del capital, mientras se produce un estancamiento en las rentas del trabajo. Como importante es para los debates que se abren y que quedan por abrir, en mi opinión, precisar conceptual y correctamente el término no discriminación, muy utilizado en la actualidad, para superponerlo al de igualdad. Efectivamente, igualdad es no discriminación, pero igualdad es también, y además, justicia y cohesión social. Creo que no conviene olvidarlo. Al igual que es preciso subrayar desde posiciones de progreso, que las políticas de igualdad avanzarán en la misma medida que avance el poder contractual y la capacidad de intervención y de influencia del movimiento sindical. Uno de los grandes desafíos del modelo social europeo tiene que ver con la coexistencia de una doble idea de Europa, que podemos sintetizar en si caminamos hacia más o menos Europa, en si se abre camino o no un proceso de desregulación en los terrenos socioeconómico y laboral o si, por el contrario, la Unión Europea plantea sus propias alternativas al actual proceso de globalización, no convirtiéndose en el buque insignia de este modelo, que es además una de las amenazas ciertas que tiene el modelo social europeo. La respuesta al actual proceso de globalización no se puede dar desde un sólo país, aunque éste sea el más grande y el más fuerte, como tampoco será eficaz la respuesta del sindicalismo si ésta se realiza de manera aislada desde los marcos del Estado-nación. La Unión Europea, en un contexto de incertidumbres que proviene de los procesos de deslocalización y del posible debilitamiento de los sistemas de protección social, en un escenario también de polarización entre empleos seguros y bien valorados y una constelación de empleos periféricos, precarios y subcontratados por el otro, no puede tener como respuesta única el mercado y la moneda, sino que, al contrario, debe colocar en el mismo plano la dimensión económica y la social. No puede seguir existiendo una subordinación de las políticas sociales a las políticas económicas. Es imprescindible, si de futuro de la Unión Europea queremos hablar y queremos apostar por él, colocar los objetivos sociales en el centro de la construcción europea. Europa tiene que equilibrar democracia y mercado. En este escenario de incertidumbres, y de inseguridad también, para amplias capas sociales, no se puede, en ningún caso, despreciarse los últimos datos facilitados por el Eurobarometro, que señalan el continuo declive de la popularidad de la Unión Europea entre grandes sectores de las poblaciones de los países miembros, como tampoco puede haber motivo para la autocomplacencia. El desempleo sigue siendo demasiado elevado y muchos de los nuevos empleos son precarios y no ofrecen seguridad. Como igualmente no es de recibo, y hemos de ser conscientes de que esta cuestión tampoco va a favorecer el futuro de la Unión Europea, culpabilizar al derecho laboral de las evoluciones negativas del empleo. No se sostiene, tal y como mantienen los Profesores Baylos y Pérez Rey en un detallado análisis en torno al planteamiento que la Comisión Europea realiza sobre cómo "modernizar el Derecho laboral para sostener el objetivo de la estrategia de Lisboa de crecer de manera sostenible, con más y mejores empleos" y que ha publicado recientemente la Fundación Sindical de Estudios, en el que recoge que el sistema de derechos y garantías en que consiste el modelo tradicional de protección de los trabajadores vigente en la mayoría de los países europeos resulte en líneas generales responsable de la incapacidad del sistema económico de generar empleo suficiente y de calidad, y de donde se desprende la necesidad de reducir, flexibilizar o desregular buena parte de los elementos básicos que configuran el derecho laboral y sus sistemas de garantías y derechos. Pero las incertidumbres provienen también de las dificultades por las que atraviesa el proyecto de Tratado Constitucional, del actual grado de paralización de la U.E., del propio proceso de ampliación realizado sin una definición previa y clara y sin un modelo Constitucional, en definitiva, que tuviera establecidos instrumentos políticos, sociales y económicos. Al igual que hay que asumir que cuando se está en una situación de estancamiento, como la actual, no sólo no se avanza, sino que se producen riesgos de regresión. Por tanto, el futuro de la Constitución Europea, que no está al margen del propio futuro del modelo social europeo, exige de una solución rápida, incorporando cuestiones relevantes en materia social, rechazando los intentos de algunos países miembros de ir en la dirección contraria, esto es, convertir el actual Tratado en un "mini" Tratado del que desaparezca precisamente una de sus cuestiones más relevantes, la Carta de los Derechos Fundamentales. La Confederación Europea de Sindicatos, en este sentido, ya ha venido advirtiendo que la desaparición de la Carta tendría una inmediata respuesta desde el movimiento sindical europeo. El sindicalismo, en este escenario de desafío para el modelo social, de unos mayores niveles de desigualdad social en el seno de la Unión, tiene que fijar la idea de que éstos, en ningún caso pueden convertirse en un tapón para el desarrollo de políticas sociales. La Unión Europea de los 27 agrupa ya a 500 millones de habitantes, su superficie se ha visto acrecentada, producto de las últimas ampliaciones, en un 34 por ciento, y el Producto Interior Bruto se ha visto incrementado en un 5 por ciento. De otra parte, el escenario sociolaboral resultante nos muestra que en ninguno de los países de la ampliación, la negociación colectiva llega al 30 por ciento de cobertura, con debilidades estructurales muy serias en materia de protección social y con relación al conflicto capital trabajo. Éste, sin duda, es otro de los desafíos fundamentales para el movimiento sindical europeo, en un contexto político en el que son mayoría los planteamientos liberal-conservadores de los gobiernos europeos, y en una Europa más fragmentada como modelo social. El Congreso de la Confederación Europea de Sindicatos que se va a celebrar del 21 al 24 de mayo de este año en Sevilla, se convierte por tanto en una importante cita. La CES, en el Programa Sindical que se está sometiendo a debate entre las distintas organizaciones afiliadas, ya avanza como una de sus conclusiones el proseguir su ofensiva por una Europa Social más fuerte, con más negociaciones colectivas y más participación de los trabajadores. La CES va a realizar una apuesta por el crecimiento "inteligente", con más inversiones en educación, investigación e innovación, trabajando por que Europa se convierta en un centro científico del mundo, en el puesto avanzado del trabajo creativo, con objeto de combinar el pleno empleo y una seguridad social fuerte, con una producción y estilos de vida sostenibles. Igualmente, creo que es muy interesante la reflexión que se abre en torno al actual proceso de globalización, ante el que "no podemos y no debemos seguir soportando una situación en la cual la acción del movimiento sindical -o demasiado a menudo su inacción- lleva siempre un largo retraso sobre la globalización económica y social". Como también conviene subrayar el que "los sindicatos no sólo deben desempeñar un papel en la gestión de las consecuencias sociales de las operaciones de reestructuración, sino que su función también debe ser preventiva: en efecto, deben preverlas cuando sean necesarias, o evitarlas si existen alternativas mejores. Debemos pasar de una actitud defensiva a una estrategia ofensiva". Influir, por tanto, en quién decide, para no quedarse en la negociación de las consecuencias. Todo indica que es la estrategia sindical más adecuada, sobre todo para quienes conciben la acción sindical como un medio desde el que intervenir para transformar, evitando con ello la realización de un sindicalismo en la superficie, que más pronto que tarde termina por expresar una de las cuestiones que más lastra al movimiento sindical: la impotencia y la resignación. El Congreso de la CES, una vez realizado el Congreso de la nueva Confederación Sindical Internacional, es una referencia fundamental para el conjunto de las Organizaciones Sindicales Europeas. Apostar por globalizar la acción sindical es un recurso fundamental, si de relaciones sociolaborales, con mayúsculas, hablamos. El mercado de trabajo europeo, en este contexto, si de algo requiere es de una fuerte dimensión social, y no precisamente en la dirección que plantea el Libro Verde de la Comisión Europea, que de materializarse, debilitaría aún más la protección que se brinda en el interior de la relación laboral y muy en especial las tutelas frente al despido o la contratación temporal. Como bien plantean los Profesores Baylos y Pérez Rey en el estudio antes referido, el binomio flexibilidad-seguridad, "flexiseguridad", en una nueva terminología que se viene acuñando, "se concretaría concentrando la primera, la flexibilidad, en la relación laboral y dejando que la seguridad, ya no predicable de la relación de trabajo, se alcance en el sistema de protección por desempleo al que, por tanto, se derivan los costes de permitir a los empresarios una gestión más flexible de la mano de obra que otorga ventajas competitivas en el marco de la actual globalización. De este modo, además, los propósitos de Lisboa, donde la formación tiene un importante peso específico, estimulando la competitividad mediante la cualificación y el conocimiento, se reinterpretan advirtiendo que es necesario competir también ahorrando en los costes laborales que la adaptación de plantillas supone; línea ésta que no puede sino observarse con inquietud y alertando de que lo que en última instancia está en juego es un modelo de trabajo, el trabajo protegido y con derechos, que quedaría desplazado por una no menos inquietante política asistencial". No podemos obviar que durante los últimos años, el trabajo atípico ha venido creciendo de manera importante y que se ha acelerado, como decía anteriormente, la tendencia al empleo precario, siendo el último eslabón de la precariedad el empleo autónomo no deseado, que se está extendiendo igualmente a velocidad de vértigo. La Confederación Europea de Sindicatos, el conjunto de las Organizaciones afiliadas, tienen ante sí un más que importante reto, que requiere, en primer lugar, dar un paso definitivo y decisivo para que la CES se convierta en el sindicato de los trabajadores europeos, superando ciertas inercias de coordinación sindical que todavía subyacen, para con ello responder mejor a las amplias demandas de los trabajadores de la Unión, y contribuir mejor al desarrollo de la Confederación Sindical Internacional, para dar respuesta, igualmente, a los desafíos que suponen las migraciones, las exigencias de mayores niveles de inversión en integración, la exigencia de una mejor legislación laboral para los mercados laborales europeos, para seguir trabajando por unos mayores niveles de coordinación en materia de negociación colectiva a nivel europeo, para seguir exigiendo nuevas y mayores competencias para los Comités de Empresa Europeos, por sólo citar algunos de los elementos más relevantes. El movimiento sindical tiene que dar un paso adelante, en lo sindical y en lo organizativo también. Impulsando el debate y la movilización social en defensa del modelo social europeo, de los sistemas de empleo estable y con derechos, y de protección social.
Rodolfo Benito es presidente de la Fundación Sindical de Estudios y miembro de la Comisión Ejecutiva Confederal de Comisiones Obreras (CCOO), de España. |
|