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La insignia
6 de marzo del 2007


Reflexiones peruanas

El crimen de Talía Mulanovich


Wilfredo Ardito Vega
La Insignia. Perú, marzo del 2007.


Protagonista de la sección "Ellos y Ellas" de Caretas, Talía Mulanovich no parecía el prototipo de peligro para la seguridad ciudadana. Sin embargo, encontrarse en su camino fue para el anciano Segundo Prado peor que enfrentarse al más avezado grupo de pandilleros. El 26 de febrero Talía Mulanovich lo arrolló con su camioneta 4x4 y se dio a la fuga. Después se recluyó en su casa de playa de Punta Hermosa y y finalmente se retiró a una clínica para evitar que la detuvieran.

Este verano, las muertes en la Panamericana Sur han sido muchas más que en años anteriores. El día anterior, la pequeña Claudina Huamán, que a los cuatro años trabajaba como recicladora, fue arrollada por un ómnibus en el kilómetro 59. Los pobladores salieron a protestar, por tercera vez en el año, bloqueando la vía y exigiendo que se construya un puente peatonal. Días antes, en el kilómetro 81 el campeón de ciclismo Aldo Baglietto murió atropellado nada menos que por una camioneta de CoViPerú (Concesionaria Vial), la empresa a cargo del mantenimiento y la seguridad de la autopista, que iba con exceso de velocidad. También falleció Juan Carlos Rojas, el chofer.

En el Perú, normalmente se habla de seguridad ciudadana sólo para hacer referencia a la protección frente a la delincuencia. Sin embargo, los peruanos tenemos muchas más posibilidades de morir en un accidente de tránsito o de carretera que por homicidios, cuya incidencia es bajísima en comparación con el promedio latinoamericano. Por ello, resulta indispensable una visión integral de la seguridad, que incluya también la prevención frente a otras amenazas a la vida y la integridad física y moral, como los accidentes de tránsito y de carretera.

Estas tragedias se producen por una confluencia de conductas u omisiones humanas, como el exceso de velocidad, la mala señalización de las pistas, la imprudencia de los peatones, el consumo desordenado de bebidas alcohólicas, la ausencia de revisiones técnicas o las prolongadas jornadas de trabajo de los choferes de transporte público. A estos factores se suma, en la Panamericana Sur, la influencia perniciosa de las empresas de publicidad, cuyos gigantescos avisos distraen a los conductores.

Los países con menos accidentes son aquellos donde casi todos los ciudadanos evitan comportamientos de riesgo y los pocos individuos díscolos son encaminados o sancionados por el Estado. De hecho, en un país como el Perú, donde no existe una cultura de prevención, la responsabilidad de las autoridades estatales es fundamental.

Recientemente, el Plan Tolerancia Cero ha significado un saludable cambio en cuanto a la intervención estatal para promover la seguridad de la población. Sin embargo, el plan no ha tomado en cuenta a los conductores particulares como Talía Mulanovich y Juan Carlos Rojas y, en algunos lugares del país, no ha podido implementarse por ausencia de recursos y/o el rechazo de transportistas y pasajeros.

Otra reciente decisión estatal frente a los accidentes de tránsito han sido las restricciones a la venta y el consumo de licor en el Rímac, Barranco, La Victoria, Los Olivos y el Cercado, sumándose a disposiciones similares a las que desde hace años establecían las municipalidades de San Borja, San Miguel, Magdalena o San Isidro.

Hablando de responsabilidades municipales, el prolongado conflicto entre las empresas que debían encargarse de las revisiones técnicas y la Municipalidad de Lima permite que sigan circulando campantemente muchos vehículos en pésimas condiciones. Ante este entrampamiento sería preferible que el Ministerio de Transportes dispusiera el inicio de las revisiones en otros lugares, como Junín, uno de los departamentos con el mayor índice de accidentes automovilísticos.

También la Policía Nacional podría intervenir ante numerosas infracciones flagrantes al Reglamento Nacional de Tránsito. Sin embargo, desde el Ministerio del Interior se ha preferido en los últimos años concentrar la labor policial en luchar contra la delincuencia y reprimir las protestas sociales, quedando casi olvidada la función de garantizar la seguridad respecto a los accidentes de tránsito o de carretera. La Policía de Carreteras, por ejemplo, tiene una presencia meramente decorativa y en lugares como Cuzco o La Libertad, ni siquiera impide que los pasajeros viajen en la maletera de los vehículos.

En el caso de la Panamericana Sur, las muertes disminuirían drásticamente si las autoridades y la concesionaria CoVi Perú (que para algo tiene los elevados ingresos del peaje) tomaran algunas medidas fundamentales como retirar los enormes carteles publicitarios, establecer un carril especial para los ciclistas y construir los puentes peatonales necesarios, como, parece ser, va a ocurrir por fin en el kilómetro 58.

Finalmente, en cuanto a Talía Mulanovich, si su posición social, su apellido o sus rasgos físicos no influyen en el proceso por homicidio culposo y abandono de personas en peligro, podría generarse un mayor autocontrol de los conductores veraniegos. ¿Pero será mucho pedir en el Perú?



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