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La insignia
15 de marzo del 2007


Tony Blair, el congreso de Oporto y algo más


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla. España, marzo del 2007.


Cuando Raimon Obiols me convidó a participar en lo que podríamos definir como la primera sesión de eFutur para hablar del socialismo europeo en el verano pasado (que posteriormente tuvo su continuidad en Bruselas en otoño) procuré hacer una intervención -está publicada en la revista de eFutur- que vinculara los problemas generales y concretos del mundo del trabajo con el itinerario cotidiano del socialismo. Un viejo conocido hizo un comentario elogioso de mi intervención su propio blog. Chispa más o menos dijo: "JLLB, desde su visión sindical, abordó la problemática..." Debo aclarar que mis reflexiones (el lector lo podrá comprobar) no tenían precisamente una mirada sindical sino eminentemente política. O, por lo menos, de un machihembrado de política y sindicalismo.

Ocurre, sin embargo, que todavía -¿hasta cuándo?- los problemas del salario, de las condiciones de trabajo y de las protecciones sociales siguen viéndose, incluso por importantes exponentes políticos de las izquierdas, en la misma clave de la tradicional socialdemocracia que, incluso, contagió al resto de la izquierda. A saber, la división de competencias entre 'el partido' y 'el sindicato'. El partido habla de política; los salarios y el conjunto de las cuestiones sociales son cosas de los sindicatos. En esa lógica tradicional, si un servidor reflexionaba sobre el socialismo, era lógico que los comentarios fueran de esta guisa: "desde su óptica sindical..." Si, por otra parte, quien hablaba (un servidor) había sido sindicalista, llovía sobre mojado. Pues bien, así las cosas, y para no defraudar a la concurrencia, seguiré con mi incurable patología de hablar de las cosas del socialismo vinculándolo a los problemas concretos (sociales) de millones de personas. Aviso, en todo caso, que procuraré seguir dando la tabarra para intentar convencer al público de que los problemas sociales son parte inescindible del itinerario cotidiano del socialismo.

Dice la nota de un prestigioso periódico español: "El Reino Unido recorta hasta un 40% el sueldo a sus funcionarios para equipararlo al de las mujeres: Los sindicatos anuncian huelgas y movilizaciones contra la novedosa medida, que debe entrar en vigor el 1 de abril". De ello se ha comentado algo en este blog en días pasados. Tras la lectura de este 'suelto' me vienen a la cabeza algunas consideraciones. ¿Qué pinto yo en eFutur? ¿qué relación cabe suponer entre Tony Blair y el reciente congreso del PSE, celebrado recientemente en Oporto? ¿qué complicaciones, directas e indirectas, puede tener la medida del gobierno inglés para los asalariados y la economía europea, empezando por las del Reino Unido? Y otras quisicosas que se irán viendo.

Mis respuestas provisionales son las siguientes: participo modestamente en eFutur con mucho gusto y sin retranca. Lo hago porque considero que es una hipótesis (una hipótesis no es una certeza) de poner en marcha gradualmente algo razonable. Y lo hago porque Raimon Obiols es una persona seria: esto ya no es una hipótesis, sino muy aproximadamente una certeza. Lo uno y lo otro, además, me permiten hablar y dialogar con personas con las que nunca lo había hecho. Que no es poca cosa.

Y, como reza a la entrada del canto octavo de "La Commedia": Io dico, seguitando... Escribí en este mismo blog algo que sigo manteniendo: el congreso de Oporto es un giro hacia la realidad con una serie de razonables propuestas de reformas. Y más todavía, me pareció de gran altura política el discurso de ese padre noble de la izquierda que es Jacques Delors. Un discurso, como diría Obiols, con sentido. Dos modestos indicios del Congreso de Oporto afirman que: 1) quiere "suscitar reformas progresistas", y 2) quiere "comprometer a Europa a favor de la justicia social". Dos conceptos generales que se "comprometen" a traducirse en realidades materiales. Pues bien, así las cosas, el gobierno del Reino Unido (laborista) parece haber entendido el mensaje de una manera muy particular. Aunque tal vez se acoja a que lo escrito en las resoluciones congresuales está para ser interpretado de manera asaz libérrima. O tal vez sigue la máxima luterana del Crede firmiter et pecca fortiter, que tanto dio que hablar en tiempos pasados a los padres conciliares de Trento. Es decir, Tony Blair podría creer fírmemente en Oporto y seguir pecando fuertemente. Lo que se dice como intuición y a la espera de poder entender las credenciales laboristas de la medida de política salarial antes comentada.

Pero -sindicalista, ¡a tus zapatos!-- no se trata de cuestiones teológicas sino de la fisicidad de las cosas de la vida. ¿Es excesivamente tosco decir que, por lo menos, se trata de "las cosas de comer"? Posiblemente, pero a un sindicalista -sobre todo, si es emérito-- se len puede permitir tales desahogos... Sea como fuere, el caso es que Tony Blair -un destacadísimo dirigente del socialismo europeo, tanto creyendo como pecando-- organiza conscientemente una poderosa interferencia al itinerario cotidiano del socialismo. Por dos razones (que ordeno por su importancia): 1) la chocante concepción de la paridad de derechos entre hombre y mujer, y 2) la brutalidad cuantitativa del recorte salarial propiamente dicho. Hay otra que improviso sobre la marcha: la separación -mejor dicho, la ausencia de vinculación- entre el sacrificio salarial y los objetivos de la mencionada medida. Por lo demás, resulta chocante que, desde el laborismo, se haya ideado algo que, hasta donde yo sé, ni siquiera se les ha ocurrido (o, por lo menos, no lo han hecho público) ni los liberales, neoliberales y otras cofradías similares. Las medidas blairianas, de ponerse en marcha, pueden provocar una situación muy complicada a las familias asalariadas del Reino Unido. Y, de salir derrotadas las Trade Unions, podría producirse una desvinculación del conjunto asalariado con su organización sindical: la aparición de cosas sindicales de signo corporativo -irrelevantes e, incluso, contrarias al itinerario cotidiano del socialismo- estaría cantada. ¿Es un buen negocio?

No, padre. Me pregunto si es una especulación que esta medida de Tony Blair podría ser estudiada atentamente por el resto de los gobiernos de la Unión Europea, con independencia del carné de identidad político de sus componentes. Los de babor dirían que a bodas les convidan desde el laborismo y los de estribor podrían pensar que por qué no habían caído ellos también en la cuenta. Los primeros verían que pueden legitimar sus similares propuestas, aunque crean y pequen de otra manera; los segundos (o algunos de los segundos) podrían ponerse a correr bajo el lema antiguo -camuflado por la expresión políticamente correcta-de "idiota el último". La medida de Blair se hace cuando, desde distintos ángulos, se reflexiona sobre la cuestión salarial en la Unión Europea.

Escribe Andreu Missé (El País, 5 de marzo del 2007): "El debate se ha suscitado en las reuniones del Eurogrupo y del Consejo de Economía de la UE de la semana pasada por el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia y el ministro de Finanzas alemán, el socialdemócrata Peer Steinbrück, en torno a el documento 'Desarrollo de los salarios y de los costes laborales en la zona euro', elaborado por técnicos de la Comisión. El informe, al que ha tenido acceso este diario, afirma que 'los costes nominales laborales unitarios han crecido a un ritmo significativamente más bajo que el objetivo de estabilidad de los precios del 2% en los últimos años'. Todo ello ha supuesto que los ingresos por empleado 'han registrado el crecimiento histórico más bajo, el 2,6% entre 1995 y 2005'". Para los sindicatos, la moderación salarial tiene sus límites incluso en el plano estrictamente económico. Reiner Hoffmann, vicesecretario general de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), indicó que "la continuada moderación salarial podía conducir a una congelación de la demanda, limitando así el crecimiento económico y poniendo en cuestión el modelo social". Hoffmann señaló que "de la misma manera que los sindicatos respetaban la autonomía del Banco Central Europeo para subir los tipos de interés y fijar la política monetaria, el banco también debía respetar la autonomía de la negociación colectiva entre los agentes sociales".

Hablando en plata: el itinerario cotidiano del socialismo no puede encogerse de hombros sobre el dilema se que plantea la cuestión salarial: o resituar los salarios en un lugar razonable o ir por la senda que plantea el grupo dirigente del new-new-new Labour. Ahora bien, resituar los salarios no puede seguir la vía de la constante moderación salarial porque, como afirma Reiner Hoffman "la continuada moderación salarial podía conducir a una congelación de la demanda, limitando así el crecimiento económico y poniendo en cuestión el modelo social". Por cierto, ¿es cosa sólo y sólamente de los sindicatos hablar (de momento no se pide otra cosa que hablar) de la asimetría que provoca la autonomía del Banco Central Europeo y silenciar la autonomía de la negociación colectiva entre los agentes sociales? Los sindicalistas respetan aquella autonomía; el Banco Central -como dicen en Parapanda- se la pasa por la cruz de los pantalones.

Lo que sí parece claro es que Blair apunta contra el modelo social europeo. Y en ese sentido alguien con mando en plaza debería decir algo medianamente serio. Como mínimo porque se debería ser cuidadoso a la hora de saber qué razonable credibilidad tiene el Congreso de Oporto. Cierto, ya le dirán los sindicalistas lo que estimen conveniente a Blair. Pero que opinen los constructores del socialismo europeo, entendido como proyecto cotidiano, no sólo es relevante sino necesariamente pedagógico y extremadamente útil. Lo pide aproximadamente esperanzado un sindicalista emérito.



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