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La insignia
3 de marzo del 2007


Capadores, altos ejecutivos y consultores


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla. España, marzo del 2007.


La noticia que tomamos prestada de Europa Press (1), que por sí sóla daría mucho para reflexionar, me lleva indirectamente a pensar en el papel de esa guilda llamada "los consultores", tal como genéricamente se comportan en los tiempos que corren: suelen ser treintañeros que hacen ostentación de un máster de organización de empresas, recientemente conseguido y que, a menudo, se enteran de cómo funciona la empresa a medida que la van reestructurando. Decía el viejo refrán: se aprende a capar, capando marranos. De donde se infiere que la 'modernidad' parece ser, no infrecuentemente, la continuidad de lo antiguo con parecidos métodos. Aunque, ciertamente, no tiene las mismas repercusiones sociales aprender a capar cortando los testículos del cerdo, que aprender a reorganizar las empresas haciendo disparates.

Ahora bien, los antiguos capadores no exactamente aprendían a capar, castrando a determinados animales. El viejo refrán, para adquirir la contundencia de un apotegma, debía ser necesariamente breve. O sea, no estaba por matices. Digo que capando no aprendían a capar. Adquirían sus capacidades de manera académicamente empírica: viendo a sus padres cortándoles 'aquello' a los marranos, y sólo tras años de observación y ayudantía alcanzaban la licenciatura y el doctorado. En pocas palabras: el 'general intellect' de los capadores se apoyaba en conocimientos sólidamente adquiridos en la práctica, mientras que esa tipología de consultores, que estamos comentando, se funda en la autoreferencia de sus propias abstracciones, que se va consolidando sobre la base de sucesivas indigestiones de librillos de management de tres al cuarto. Esta metodología indica la radical diferencia entre los capadores de marranos y los consultores de empresas.

Pero hay más diferencias entre una y otra actividad, como puede verse a continuación. Por ejemplo, el capador de marranos se relaciona directamente con el propietario del animal en cuestión; el consultor lo hace con el alto ejecutivo de la empresa que ya no es el amo de la misma, aunque con frecuencia decide más que esa miríada de accionistas dispersos con muy escasa capacidad no ya de decisión sino incluso de control aunque, unos y otros, están fuertemente contagiados de las prácticas del "capitalismo impaciente". De manera que, como observación tangencial, podríamos convenir en que los capadores de marranos siguen manteniendo sus viejas raíces paganas; esta tipología de consultores -al igual que los ejecutivos-- han dejado de ser calvinistas, en la acepción económica que Max Weber dejó escrito de manera tan aguda cuando habló de la "gratificación diferida".

Punto final, me ahorro -porque la analogía es aparentemente sencilla-la explicación de qué relaciona la vieja actividad de los capadores de marranos con la de los consultores. Daré una pista: aunque de manera desigual, ambas cofradías capan.


(1) La noticia de Europa Press:
"Un nuevo estudio de la consultora global de comunicación y relaciones públicas Weber Shandwick y el instituto de investigación KRC Research revela que, cuando la reputación de una compañía resulta dañada, un 60% de los directivos culpa a los CEOs --altos ejecutivos-- de la situación.
"El estudio --que contó con la participación de 950 directivos de Norteamérica, Brasil, Asia y Europa-- también identifica qué factores afectan a la reputación de las empresas. En este sentido, destacan las irregularidades financieras (72%), el comportamiento poco ético (68%), la mala conducta de ejecutivos (64%), los fallos de seguridad (62%), los atentados contra el Medio Ambiente (60%) y la retirada de productos por razones de seguridad o salud (60%).
"Por regiones, los ejecutivos norteamericanos se mostraron más sensibles a temas medioambientales; los europeos a la retirada de productos por razones de seguridad o salud, y el incumplimiento de leyes; y los asiáticos a averías en fábricas o explosiones. De todos modos, independientemente de su procedencia, todos coinciden en situar las irregularidades financieras y el comportamiento poco ético como las amenazas más importantes para la reputación.
"En el caso de España, nuestro país es el que más importancia da a los fallos de seguridad (72%), frente a la media global (62%). Asimismo, los ejecutivos españoles otorgan más importancia al apoyo a políticas públicas impopulares (58%) y a las protestas de ONG o grupos de presión (55%), frente a la media global (un 20% y un 17% respectivamente). Asimismo, la mitad de los entrevistados españoles cree que los rumores o ataques por internet suponen una importante amenaza para la reputación de una empresa, frente al 27% de la media mundial.
"El Consejero Delegado de España y Presidente de Iberia y América Latina de Weber Shandwick, Miguel López-Quesada, defendió que el estudio "nos reafirma en la importancia de desarrollar políticas de prevención y gestión de crisis como manera de evitar daños irreparables a los activos intangibles". "Las empresas necesitan poner en marcha todos los mecanismos a su alcance para proteger su reputación", insistió.
"Además, el estudio alerta a las compañías que continúan ignorando "lo dañinos que pueden ser los ataques de activistas y grupos de presión en internet", ya que podrían no estar preparadas para reaccionar rápida y decididamente. En este sentido, la investigación revela que los ejecutivos "podrían estar subestimando" la seriedad de las amenazas para la reputación."



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