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La insignia
2 de junio del 2007


España

Democracia e histrión


Marcos Taracido
Libro de Notas. España, mayo del 2007.


Nunca antes unas elecciones en la historia reciente de España habían suscitado un debate tan intenso y masivo en torno al agotamiento de la democracia, sus vicios, su adocenamiento, los mecanismos de la corrupción, el alejamiento de los políticos, la falta de una relación más directa entre el poder y el ciudadano, el escaso cumplimiento real de la carta constitucional. Semeja que el sexto lustro de ejercicio de la democracia revele cada vez con mayor claridad un gobierno del pueblo pero sin el pueblo, un extrañamiento creciente de la ciudadanía respecto de sus representantes, una sensación cada vez más acuciante de que, por un lado, la política tiene como principal objetivo de su actividad lograr el poder, y mantenerse, y por otro, ese poder efectivo está mucho más allá de los parlamentos. El espectáculo de la política se parece hasta la demencia al wrestling, deporte profesional en el que dos tipos simulan pegarse en un ring y un público entusiasta simula creerse que se pegan. Lo preocupante es hasta que punto se extiende entre el electorado la asistencia pasiva a esa representación, la asunción de que la ficción, el teatro, entra al primer plano de la realidad para formar parte de ella, el convencimiento cómplice o pasivo de que un actor que dispara sobre el escenario puede alcanzar a algún espectador de la platea. y nadie se levante.

La consecuencia directa de ese hastío es la abstención, una inhibición creciente del derecho al voto que en algunos casos lleva a la conformación de un parlamento por la voluntad de menos de la mitad de los votantes. Y se hace elogio de esa abstención como una forma de protesta, y se argumenta algo con lo que no se puede estar más de acuerdo:

"Deberíamos liberarnos de la demagogia que asocia abstención con un ataque al sistema democrático. No se discute la democracia, se discute el papel de unos actores que han copado este sistema en su propio beneficio sin pensar en la ciudadanía (que a su vez, con sus acciones o dejaciones, han apoyado o, al menos permitido, este proceso)." (Juan Freire)

Sin embargo, las consecuencias de una abstención masiva no serían en absoluto un problema para el poder; tenemos el ejemplo de los Estados Unidos, donde el presidente del Gobierno viene siendo sistemáticamente elegido por menos de la mitad de los ciudadanos con derecho al voto. Y aquí achacamos la baja participación a que a la hora de comer emitían Fórmula 1 por la televisión, al tiempo (bueno o malo según se tercie) o a cualquier otra coyuntura inventada para la ocasión. No, la abstención no cambiaría nada, simplemente daría mayor libertad a los gobernantes. Quizás el voto en blanco fuese más efectivo si obtuviese un porcentaje significativo en las urnas: el hecho de molestarse en ir al colegio electoral evita las justificaciones que se aplican a la abstención: ¿qué haría la clase política ante un porcentaje de voto en blanco del 40%?

En cualquier caso, quizás estemos en un punto de inflexión a partir del cual el hartazgo comience a transformarse en iniciativas y presión real para cambiar las cosas. La red tiene mucho que ver con esta sensación de movimiento: son miles las voces que ahora utilizan el megáfono de internet para gritar con fuerza lo que piensan, y ya son muchos los proyectos que tanto en el ámbito municipal como en el estatal vienen haciendo de controladores y difusores de gobiernos y políticas, modestamente todavía, pero cada vez con mayor importancia. Y ante la anuencia de los Medios tradicionales o su desvergonzada alienación con uno u otro partido, surge también un murmullo continuado de medios independientes y alternativos que, todavía modestamente, empiezan a informar sobre (y cómo) lo que los otros no informan.

Para no quedarme en la protesta y el quejido, propongo dos cambios inmediatos en nuestro sistema electoral: acabar, primero, con las campañas, o evitar al menos su parte propagandística: sin carteles, sin mítines ante convencidos, sin espacios grabados en radios y televisiones: que caminen, que recorran pueblos y ciudades, que se expongan a las preguntas de la gente, que expliquen cara a cara sus pretensiones, y sobre todo que demuetren en el ejercicio del poder y de la oposición su valía. Después, algo más sencillo: que el ciudadano que vaya a depositar su voto en una urna sepa que ese voto se sumará a todos los demás votos de la geografía en apoyo a un determinado partido: se acabaría con el voto útil, y se le haría justicia a todos los partidos por igual. Sería, creo, un comienzo para acabar con el histrión para que empiecen a actuar en su sentido etimológico: que comience la acción.



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