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La insignia
14 de febrero del 2007


Guatemala

Lo demás es teatro


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, febrero del 2007.


En mi pequeño y absurdo país, el partido de empresarios oligárquicos que controla el Estado inició su último año de gobierno ordenando a sus ministros hacer transferencias millonarias para concluir de prisa unas obras de infraestructura mediante las que sus familiares y amigos están haciendo variados y suculentos negocios. Es el caso de las autopistas de acceso a la capital, del proyecto de transporte colectivo urbano y de la remodelación del aeropuerto capitalino, todo lo cual ha causado un colosal caos vial sin precedentes.

Al menos un ministro, haciendo gala de una honestidad poco común en el medio, renunció a su puesto negándose a hacer transferencias de su cartera para estos proyectos que el gobierno oligárquico realiza a marchas forzadas, buscando que su partido gane las elecciones de septiembre próximo. Una de las transferencias más notorias fue la que hizo el ministerio de educación para la construcción del nuevo aeropuerto, sobre todo porque sus funcionarios siempre arguyen falta de dinero cuando se les reclama el estado calamitoso de muchísimas escuelas públicas.

Pero además de la herencia de concreto, el actual gobierno oligárquico también le ha legado a su pueblo una masiva y millonaria estafa financiera, mediante la que una ilustre caterva de oligarcas ladrones, disfrazados de banqueros, compraron la voluntad de los burócratas oficiales que administran la economía, las finanzas y las políticas monetarias, para que ocultaran el millonario robo hasta que fuera oportuno denunciar la quiebra de varios bancos del sistema, los cuales vendieron falsos certificados de inversión a miles de personas, algunas de las cuales se suicidaron al saber que su dinero había desaparecido. Para paliar la crisis, el gobierno echó mano de un fondo oficial, creado con los impuestos del pueblo, a fin de pagar montos menores a los estafados y recapitaliza a los bancos que sobrevivieron a la súbita y atemorizada retirada masiva de fondos.

Siguió a este culebrón financiero una chistosa opereta puesta en escena por el ministerio de gobernación y la policía, cuando imprimieron un cartel con las fotos de los prófugos oligarcas ladrones, porque esta es la hora en que sus temibles cuerpos de elite no los encuentran, a pesar de afirmar que los refinados cacos no han salido del país. La oligarquía roba y se persigue a sí misma con sus propias estructuras policiales. Un círculo perfecto. Un negocio redondo.

Mientras tanto, la ciudadanía se distrae con el espectáculo electorero de los alegres políticos locales, pues, como es la misma oligarquía la que financia a todos los partidos, resulta divertido observar cómo las piezas de esta comedia de enredos van cayendo en su respectivo lugar. Así, la oligarquía tiene varios partidos y las capas medias otros tantos, aunque éstos están debidamente financiados por los amos oligarcas y la cooperación internacional, entronizada de tajo en el Estado "de empresarios".

Así se explica el sainete de la dispersa izquierda local que, entusiasmada con los triunfos de Chávez, Morales y Ortega, se apoya en militares o busca como presidenciable a la empresaria farmacéutica y funcionaria del gobierno oligárquico que nos ocupa, Rigoberta Menchú, cuyo plan confeso es formar un partido exclusivamente "maya", y cuya única arma contra la crítica es el coro de ángeles "políticamente correctos" que desde los diarios chillan "¡racismo!, ¡machismo!", cuando alguien analiza los actos políticos de la empresaria sin apelar a la pobre victimización lastimera, arguyendo que quienes lo hacen la odian por ser mujer e indígena.

Este y no otro es el perfil ideológico de la izquierda vernácula que vive de la cooperación internacional y el oenegismo, otra herencia que la oligarquía le dejó a su pueblo desde que uno de sus ungidos sustituyó en 1996 los planes de desarrollo estatales por el asistencialismo foráneo y firmó los acuerdos de paz. Desde entonces, aquí no sólo manda la oligarquía sino también la cooperación internacional. Lo demás es teatro.



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