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La insignia
17 de febrero del 2007


El regreso de los diletantes


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, febrero del 2007.


Todas las semanas aparecen en El País de Madrid espléndidos ensayos de Mario Vargas Llosa, quien el domingo pasado escribió "El regreso del idiota", breve reseña del libro que acaban de culminar los mismos autores que hace una década elaboraran el fascinante superbestseller "Manual del perfecto idiota latinoamericano": Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y su hijo Álvaro. Ya que MVLL ha sido uno de los pocos privilegiados que ha tenido acceso al manuscrito, será a partir de su columna que nos aventuraremos a adelantar algunos comentarios constructivos. Con lo que esperamos contribuir a la estrategia moderna de márketing que vienen desplegando sus autores para asegurarse un bien merecido y nuevo éxito de ventas. Además, como el texto aún está en galerada para ser publicado en abril, queremos presentar algunas acotaciones puramente formales, que seguramente serán incluidas en la versión definitiva.

Nos recuerda nuestro futuro Premio Nóbel que estos tremebundos idiotas latinoamericanos, marcados -casi genéticamente- por una "prédica ideológica tercermundista, en todas sus aberrantes variaciones, desde el nacionalismo, el estatismo y el populismo hasta, cómo no, el odio a Estados Unidos y al 'neoliberalismo'". Su reciente retorno masivo abarcaría "de un confín a otro del continente latinoamericano, (que) en vez de disminuir parecen reproducirse a la velocidad de los conejos y cucarachas, animales de fecundidad proverbial". Perspicaz comentario, pues en el transcurso de las últimas décadas ¿no han sido los liberales -especialmente los de la variedad chicha- los que se han reproducido a un ritmo vertiginoso que ha despertado hasta la envidia de los cuyes criollos?

Curiosamente, sin embargo, hoy en día no parece haber tanta "izquierda boba", porque -según reza contradictoriamente el texto del maestro- la variedad 'carnívora' de ésta solo habría "renacido de sus cenizas con el 'idiota' estrella de este libro, el comandante Hugo Chávez (...)", al que acompañan en la lista de marras el "discípulo e instrumento suyo, el boliviano Evo Morales", potencialmente el "grandilocuente tecnócrata" (sic) ecuatoriano Rafael Correa y, cómo no, el que nunca se fue -aunque esté por irse- Fidel Castro. Es decir, serían apenas tres y medio idiotas completos los que gobiernan y siguen creyendo en "las viejas recetas del socialismo jurásico -dictadura política y economía estatizada-" en un subcontinente bastante más plural de lo que creen los liberales auténticos.

Al parecer de don Mario, se ha descubierto otro espécimen de izquierda (el 'vegetariano'), bastante más potable, "con el que casi simpatizan" los autores y que estaría encarnado por Lagos, Bachelet, Lula, Tabaré, García y Ortega. Toda "esta izquierda ya dejó de ser socialista en la práctica y es, en estos momentos, la mas firme defensora del capitalismo -mercados libres y empresa privada- aunque sus líderes, en su discursos rinden todavía pleitesía a la vieja retórica (...). Y, felizmente, se han resignado a la democracia y al mercado". Y ¿cómo no van a simpatizar estos genuinos autores liberales con ese tipo de gobiernos, cuando vienen profundizando a pie firme el esquema económico liberal, pero con bastante más astucia política que lo que pudieran haberlo hecho los partidos de su preferencia (como UN-PPC, por referirnos al caso peruano) y que en la mayoría de países no habrían podido sobrevivir -dadas las condiciones sociopolíticas- ni seis meses con su aséptico programa aplicado a rajatabla? Con lo que nuestro reseñador parecería entrar en una leve contradicción, porque en ese caso gran parte del continente estaría en la línea correcta, ya que la mayoría de gobernantes estarían buscando "el verdadero progreso, (que) es inseparable de una alianza irrompible de dos libertades, la política y la económica, en otras palabras, de democracia y mercado". ¿No importaría, pues, que sigan siendo democracias 'delegativas' (a la O'Donnell) y que en nuestros peculiares mercados libres unos pocos sigan siendo mucho más iguales que otros?

Entre las muchas incoherencias que cometen los autores respecto a sus ídolos liberales clásicos y modernos, veamos unos pocos ejemplos, extraídos de su "Manual" de 1996. En primer lugar, idolatran la experiencia de 'desarrollo' del Japón y los "Tigres asiáticos", que nombran infinidad de veces, desconociendo explícitamente que ahí el Estado dirigista y hasta totalitario, en alianza con las 'oligarquías' (keiretsu en Japón y chaebol en Corea) que tanto critican, desarrollaron exitosos planes de desarrollo -generalmente quinquenales- en que se buscó generar ventajas comparativas dinámicas, en que se 'seleccionaron ganadores' (políticas sectoriales), se restringió la actividad política y la sindical, se manipularon los precios básicos de la economía, etc. Los autores también defienden al FMI, cuando sus ídolos lo han desahuciado hace tiempo. Por añadidura plantean explícitamente la necesidad de desarrollar los pequeños mercados internos que le darían una mayor estabilidad a la economía, sin menospreciar las exportaciones, que es un tema tabú para el dogma neoliberal. Anexo a ello, finalmente, propugnan una mayor diversificación de las exportaciones -de materias primas a productos industriales o servicios- y de los mercados de destino. Etcétera. Y es aquí donde se destapa con más claridad aún el diletantismo de los autores, interpretando la palabreja sin el sentido peyorativo que generalmente se le atribuye, sino valorándolos como serios pensadores aficionados o amateur y generalistas (como debe ser cuando se trata un tema tan complejo y amplio), que no son -ni me imagino que pretendan fungir como tales- especialistas o profesionales en la materia.

¿Podemos extirpar la idiotez de la mente latinoamericana? Ciertamente, porque los autores -en un capítulo final- han incorporado "una pequeña biblioteca para desidiotizarse (sic) y alcanzar la lucidez política (sic al cuadrado)". Contiene ésta a los principales "clásicos del pensamiento liberal" -Friedrich von Hayek, sir Karl Popper y Ludwig von Mises- hasta los más recientes, aún plebeyos, como Gary Becker y Milton Friedman, por nombrar algunos de una heterogénea variedad de campos. Si esos grandes filósofos y economistas leyeran el manuscrito se revolcarían en su tumba o los enterrarían en ellas, dadas las incoherencias que el trío comete respecto a ese pensamiento liberal. Y es que no pueden embutirse en un mismo saco a los pensadores de la Escuela Austriaca (los 'clásicos') con los de la Escuela de Chicago (que son neoclásicos), porque la filosofía social y política, la teoría del conocimiento y de la ciencia, la metodología de investigación y, sobre todo, la concepción de la ciencia económica de ambas escuelas son absolutamente irreconciliables. De manera que el trío no parece haber digerido suficientemente la bibliografía que recomiendan, a no ser que estén equiparando ambos enfoques porque creen en la democracia representantiva y la economía de mercado. Pero, en ese caso, comparten esos ideales con la mayoría de escuelas económicas contemporáneas, desde los neo y postkeynesianos, pasando por los institucionalistas y neoestructuralistas, hasta llegar a los ofertistas y el 'Otro canon'.

Por lo que mi recomendación es que los liberales -para ser consistentes- se plieguen a uno solo de tales paradigmas liberales si quieren "alcanzar la lucidez política" y la coherencia científica. Si se alinean con la Escuela Austriaca, en efecto, los 'clásicos' nombrados son lectura obligatoria y después tendrán que estudiar a los representantes neo-austriacos como Israel Kirzner, Ludwig Lachmann y Murray Rothbard. Si prefieren la otra escuela -propiamente neoclásica- deben comenzar con los clásicos de esa tendencia (Alfred Marshall, Frank Knight y Jacob Viner), para seguir luego con Becker-Friedman y la miríada de seguidores jóvenes que hoy poseen el dominio prácticamente monopólico en las universidades de todo el mundo, no sólo en la de Chicago.

Pero si, como el suscrito, no están de acuerdo con ninguno de ellos, para lo que sí hay que ser muy idiota por no acomodarse a la moda liberal, pueden seguir el solitario camino de autores tan heterodoxos como Joseph Schumpeter (el más grande economista austriaco del siglo XX), Michal Kalecki, John Maynard Keynes, Gunnar Myrdal, John Kenneth Galbraith, Alfred Hirschman y, entre los contemporáneos -que se ignoran y silencian por parte de quienes poseen la verdad del pensamiento único- a Ha-Joon Chang, Carlota Pérez, Eric Reinert, Dani Rodrik, Jaime Ros, y similares. No puedo asegurar, sin embargo, que con ello alcance usted la 'lucidez política' que promete el luminoso recetario de la trinca de diletantes.



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