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La insignia
9 de enero del 2007


España

Apuntes tras el atentado de ETA


Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
La Insignia. España, enero del 2007.


Me enteré del atentado de ETA en la misma mañana del día 30, poco después de despertarme. En cuanto desayuné, me puse a ver la televisón, escuchar la radio y buscar información en los periódicos digitales. Pensé en escribir algo sobre el tema, pero preferí esperar en vez de precipitarme con un artículo dictado por la inmediatez y mediatizado por la falta de datos. Son importantes artículos así, escritos con el calor del acontecimiento: miden los reflejos y la capacidad analítica del escritor; pero yo prefiero los que se piensan ya en frío. Cuando supe del atentado, además de la angustia por la posibilidad de que hubiera muertos, pensé en el País Vasco, en la gente que vive allí amenazada y en la posibilidad de que vuelvan a la normalidad de los últimos veinte años, la distorsionada normalidad del miedo, las precauciones, amenazas, escoltas y ausencia de libertad. Como más tarde diré, el lenguaje constituye una herramienta agudísima y terrible en todo esto, y que aquí se nota en la utilización de la palabra "normalidad" para un hecho que es ante todo anormal.

1.- ETA ha cometido un inmenso error. Esto es una obviedad. Cada vez que ha estado en la encrucijada, ETA ha elegido lo que menos favorecía a los intereses vascos, y a los de sus militantes. Nunca ha habido una lógica política en sus decisiones, sí una lógica militar. Además el lema "Cuanto peor, mejor" revela que no son conscientes de lo mucho que ha cambiado la sociedad desde los años setenta del pasado siglo hasta el año 2007.

2.- El Gobierno y Batasuna están noqueados como un viejo boxeador en su última pelea. Actúan a remolque. Les ha pillado a los dos por sorpresa, parecen incapaces de creérselo. La huida del presidente a Doñana es tan reveladora como la rueda de prensa de Otegi. El Gobierno parece que va reaccionando, siempre tarde: habló tarde ese mismo día, ha acudido tarde a Barajas, ha roto el diálogo tarde. Batasuna no da señales de vida (lo que no quiere decir que no se esté moviendo por detrás). Lamentó el atentado pero no lo ha condenado. Kepa Aulestia habla de una facción dentro de ETA. Es el momento oportuno para distanciarse de ellos, de decir que esos no son los métodos, que así no van a conseguir nada, es el momento para dejar "la lucha armada". Pero no lo han hecho y proablemente no lo hagan. Seguirán de transmisores de los terroristas. También Batasuna se equivoca. En auxilio del Gobierno han salido una cáfila de medios, la mayoría digitales, que no han tardado un segundo en señalar los errores del PP en la anterior tregua y su respuesta desconcertada al enterarse de que la tregua estaba entonces también rota. Ayudarán al Gobierno, y les pagarán los favores recibidos, pero no ayudan a los ciudadanos ni logran una reflexión verdadera. Sólo José Blanco ha esbozado una tímida autocrítica al aceptar que han fallado los canales y que ha habido un "problema de interlocución".

3.- Iñaki Gabilondo señala en un periódico que el mundo tiene problemas más importantes que los expuestos por ETA, que hay gente oprimida de verdad, y pone el ejemplo de los palestinos en Gaza. Le asiste toda la razón. Lo del País Vasco no es un problema político que no se pueda resolver en el parlamento, o en los parlamentos. Las bandas de jóvenes que organizan la lucha callejera en el País Vasco están más cerca de las bandas fascistas de camisas negras o pardas de los años treinta en Alemania, Italia y España que a las que hoy están en Palestina.

4.- ETA busca la creación de una nación. La liberación del País Vasco de España y de Francia y luego la constitución nacional. Sus armas son el asesinato, la extorsión, el chantaje, el amedrentamiento, la expulsión de los que se niegan a plegarse a los dictados del nacionalismo obligatorio. En el fondo de lo que se trata es de una limpieza y uniformización política de una población para aglutinarla en torno a la creación del sueño nacional. Olvidan que no hay sueño que valga si se edifica sobre presupuestos fascistas ni mediante estrategias de idéntico cuño.

5.- Desde los predios de la derecha y los hontanares del mundo abertzale se critica al presidente de Gobierno. Los unos por su entreguismo y rendición, los segundos por su inmovilismo. El Gobierno tiene una responsabilidad grande en todo este asunto. Para empezar el día 29 no tenía que haber predicho que dentro de un año estaríamos mejor con respecto al terrorismo porque eso era darle la iniciativa a los terroristas. Le han desmentido a la primera de cambio. Por otro lado, había demasiadas señales que el presidente ha preferido ignorar: un aumento de la lucha callejera, el robo de 350 psitolas, el descubrimiento de un zulo, los artículos de Javier Ortiz en que se señalaba el descontento del mundo abertzale, las predicciones de un futuro atentado que hizo Txema Montero. ¿Por qué el Gobierno no hizo caso de todas esas señales? ¿Pro qué prefierió ignorar la evidencia?

6.- El lenguaje ha jugado un papel fundamental. Los atentados pasaron a ser accidentes mortales, la negociación se convirtió en un proceso de paz de una guerra inexistente, las víctimas del 30 de diciembre simplemente desaparecieron. Con el lenguaje el presidente ha ido construyendo una tupida red de significaciones que nos aleja de la realidad y nos instala en su mundo. El problema es que la realidad es, por así decirlo, tozuda, muy tozuda, y termina por regresar.

7.- Ha habido dos muertos. Da la casualidad de que son ecuatorianos. Los periódicos, las radios, las televisiones apenas les han prestado atención. Ni a ellos ni a sus familias, ni tampoco a los bomberos y al equipo de rescate. No ha habido esta vez historias humanas a las que algunos canales televisivos son tan aficionados. Tan solo han hablado de la "zona cero", expresión americana que es un eufemismo para hablar del lugar de la deflagración o de la explosión. Algunos señalan el racismo como causa. Me cuesta creerlo, me duele creerlo. Creo que hay otra razón. Prestar atención al drama de los familiares, con su espera angustiosa, su dolor, su rabia y su incomprensión por lo sucedido, supone acercarnos a la realidad del asesinato y tener que aceptar que dos familias han visto destrozadas sus esperanzas de vida, que ya nada será lo mismo para ellos. Supone aceptar la brutalidad del atentado, de este y de todos los demás. Tengo la impresión de que la sociedad española no quiere aceptarlo, ya no solo el Gobierno, toda la sociedad. Nos negamos a pensar lo que significa el asesinato ordenado por una organización.

8.- En un periódico bastantes artistas e intelectuales piden una vuelta a la negociación. El editorial de Gara del día 31 también pedía la vuelta a la negociación. Batasuna en su única comparecencia también lo pedía. Mucha gente quiere la negociación y el diálogo. Me gustaría preguntarles qué hay que negociar, qué hay que dialogar y con quién. "Negociación", "diálogo" no pasan de ser palabras talismanes que utilizamos sin pararnos a pensar en qué significan. No sé si es cansancio, hastío, miedo o desconcierto la razón por la que las utilizan, pero de lo que estoy seguro es de que son meros flatus vocis al igual que los universales de la Edad Media.

9.- Jon Juaristi había apuntado que las palabras del presidente el día 29 habían situado a ETA en el centro de la escena política. El atentado solo reforzaba el hecho. La opinión tan extendida de que hay que continuar con la negociación solo reafirma lo dicho por Juaristi. Gran parte de la población española ha hecho suyas las ideas que el mundo abertzale exponía en el editorial de "Gara": hay que seguir negociando. El presidente primero, la sociedad después colocan a ETA en el centro de la política.

10.- Echo en falta a gente como Mario Onaindía y Nicolás Redondo Terreros, también a Enrique Múgica. A uno la muerte y a los otros la envidia de algunos compañeros los han neutralizado. Mientras tanto el PNV se apresta a recoger las nueces caídas. El chavalillo que les lleva la cesta es el PSE.



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