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La insignia
4 de agosto del 2007


Se necesita muchacha (III)


Rocío Silva Santisteban
La Insignia. Perú, julio del 2007.

Fotografías de Giancarlo Tejeda


Las trabajadoras del hogar son las primeras marginadas por el machismo en Piura, una de las peores lacras sociales, que ni siquiera se considera un problema público. Los chifles, los algarrobos y los piajenos son parte de un paisaje que esconde conflictos como la trata de blancas, violencia contra la mujer y el maltrato de un grupo que, felizmente, cada vez se organiza con mayor eficacia y perseverancia.


Todas están sonriendo. Para la foto, las asociadas de la recientemente bautizada Red de Autoorganización de Trabajadoras del Hogar La Nueva Jerusalén ponen su mejor cara, sus sonrisas, sus ganas de seguir organizadas después de tres años de reunirse en un aula del colegio San Vicente de Paúl. "Yo quería que se llamara Micaela Bastidas" me dice una de ellas, "pero perdí por dos votos". La democracia funciona a la perfección dentro de este pequeño grupo de mujeres. Acaban de asistir a una reunión organizada por el Ministerio de Trabajo y por Betty Zuñiga, de la Casa Refugio de la Mujer Maltratada, en el hospital psiquiátrico de Piura. Durante toda la mañana han escuchado, entre otros, al abogado Lesly Zapata, quien explicó la ley y sus derechos, y a pesar de que en la realidad piurana el sueldo más alto es de 200 soles, las explicaciones para pensiones, CTS, seguro médico y fondo de jubilación tienen como pauta los 500 soles del sueldo mínimo. "Todo lo que está en el papel es precioso, pero sólo ahí se queda" interviene una de las asociadas de la otra Asociación para Trabajadoras del Hogar de Piura, "a nosotras nos gustaría ir con ese papel a nuestras empleadoras, pero nadie nos va a contratar. Ellos siempre dicen: si te conviene, te quedas… y sino, chau". La realidad es rotunda como una patada.

Antes de llegar a la reunión del hospital, estuvimos en el local de la Asociación para Trabajadoras, que depende del CANAT y que está muy vinculada con Manitos Creciendo, una ONG de protección de los adolescentes trabajadores. Gabriela Rentería, nuestra cicerone por este dramático panorama piurano, y Aura Yarlequé, son los motores de este proyecto que, a la fecha, ya han podido comprar una casa de tres pisos en el Jirón Tacna. "De hecho trabajar con los niños nos llevó a pensar en el problema de sus madres, la mayoría mujeres abandonadas que laboran como trabajadoras del hogar".

En el último piso pudimos encontrarnos con veinticinco mujeres que, en su día de descanso, prefieren llegar a esta casa donde tienen talleres, charlas, discuten, realizan labores y sobre todo conversan de sus problemas laborales. "Las 24 horas estamos como empleadas. Y nosotras hacemos el papel de todo: de mamá, de cocinera, de lavandera, es como si asumiéramos el rol de la esposa en la casa, ¿verdad?" dice una de ellas y todas asienten. Es un grupo animado, risueño, todas hablan al mismo tiempo, pero cuando les comentó que voy a grabar entonces se ordenan: "Yo trabajo hasta las 6 de la tarde y de ahí con la señora veo la novela. Pero hay muchas chicas que no las dejan ni ver televisión. A veces quieren contratar a chicas de Ayabaca, porque dicen que son serranitas, así, conozco a una señora que tienen un colegio de tres pisos, y la hace trabajar en el colegio, rápido, rápido, ella dice 'maquinita, maquinita' y le paga 180 soles". Otra me cuenta que su cuarto es chiquito, pero que tiene de todo: lamparita, velador, y hasta un espejo. Cundo pregunto en voz alta si las otras tienen espejo en el cuarto, todas se matan de la risa a carcajadas. "Cómo va a ser, pues…"

En Piura según el último censo del INEI existen 5.015 trabajadoras del hogar censadas, cuyas edades fluctúan entre los 6 años (se han censado 54 en todo el departamento) hasta la edad de 80 años (10 personas), y con la media más alta en los 18 años (300 personas). No obstante, según datos de la SUNAT las trabajadoras inscritas en sus registros en Piura (1) sólo llegan a 933 en total. Tomando en consideración que las cifras del INEI son muy discretas, en el sentido que la labor de empleada doméstica se esconde bajo múltiples formas -tanto así que el rubro "Trabajadores del Hogar" en el censo se encuentra dentro de la variable "relación de parentesco"- y que es muy probable que estas cifras se tripliquen en la realidad, de todas maneras tenemos sólo un promedio de 18,6% de trabajadoras con derechos laborales, es decir, un 81,2% sin derechos de ningún tipo.


Asociación de Trabajadoras LNJ

Los dolores del trabajo doméstico

Cuando termino de hacer la entrevista, Leydis me regala un dibujo que ha hecho en la página de un cuaderno rayado. Es una versión naif y a lápiz de un afiche de la Virgen del Perpetuo Socorro que por esos días recorre Piura. Ella ha sido violada por el dueño de la casa donde trabajaba, en realidad un hotel en el centro de la ciudad, y ahora tiene un embarazo de siete meses y 16 años.: "Yo no quiero contar de mi embarazo. Vine a aquí por mis papás, a la DEMUNA me llevaron primero, de ahí al psicólogo porque estaba un poco nerviosa, fui a dos sesiones, pero ya no quise regresar… porque tenía un poco de vergüenza contarle mis cosas. Yo sé que a veces se saca cosas afuera, pero luego vuelve… no sé si me quita un peso de encima pensar en eso".

En la Casa Refugio la directora Sandra Valdivieso me comenta que Leydis se quedará ahí hasta que la Corte determine lo que se debe hacer con ella. Su madre la apoya, pero en la Casa Refugio está lejos del peligro del hombre que la violó y ahora está perseguido por la justicia. Leydis tiene un aspecto saludable, lleva su barriga con orgullo a pesar de lo ocurrido, pero dentro de su timidez confiesa que lo único que quería, cuando empezó a trabajar como empleada era escapar de su casa, "en el 2005 empecé a trabajar en casas, precisamente para salir de mi casa, que es como un calvario… Pero aquí en la Casa Refugio me han hecho sentir como mi familia, con la ayuda de ellos y de Mary, que es como mi hermana, ella también es trabajadora del hogar. Pero yo no puedo salir de acá, es como estar en la cárcel…" termina de decirme, antes de perderse con su juventud y su futuro precario por los cuartos de la antigua fábrica de medicamentos convertida en refugio para mujeres violentadas.

Escapar de la casa de los padres, debido al maltrato es una de las razones más comunes para entrar a trabajar "en casas". Esa es la historia de Edith Páucar, de Ayabaca, un resentimiento nubla la franqueza de su mirada cuando recuerda a su padre. "A los 13 años me fui con una tía a Lima, estuve trabajando por Miraflores, limpiaba, cuidaba a los niños, los llevaba al colegio. Mi tía me decía mejor quédate acá, porque no es vida lo que estás pasando allá, tu papá te aborrece, no te quiere, te trata mal. Mi papá quería más a los hijos de su casa. Como mi abuelita me había criado a mí desde un año, entonces… no me quería. Y hasta ahora es así. En Lima me pagaban 100 soles. Mi papá llegó a enterarse quién me había llevado, y a pesar de que me botaba de su casa, amenazó a mi tía de que la iba a denunciar, porque yo era menor de edad. Yo estaba en primer año de secundaria. A mi tía le había dicho que ya me había hecho matricular en el colegio, pero era mentira. Nunca terminé…"

Mientras Edith me cuenta la historia de su vida, entra a su casa de cartón del Asentamiento Humano Ramón Castilla el pequeño Juan, risueño y cariñoso. Juan es hijo de su segundo compromiso, del primero nacieron William (16) y Denitza (14). Precisamente ella es la que, en estos momentos, le produce mayores problemas a su madre: ha abandonado el colegio, asiste a Manitos Creciendo, pero no obstante por las noches se escapa de la casa para ir a los bares de la zona. Al parecer en los bares contratan a las adolescentes para que "atiendan" a los clientes. Converso con Denitza apachurradas en la parte posterior de un taxi, salimos de la casa de su madre hacia el centro de la ciudad. Le preguntó por su abuelo, el hombre al que su madre recuerda con rencor; pero en su memoria sólo hay buenos momentos en Ayabaca, y sobre todo, cuando en Las Lomas la nombraron reina del carnaval. La miro a los ojos y veo que en sus párpados lleva como manchas casi imperceptibles sombras verdes. Se ha puesto una blusa descotada de color rojo y pantalón a la cadera. Me dicen que una vez un hombre llegó a su casa y le tiró a su madre unas monedas, "esto es lo que le debo a tu hija". Era un sol y cincuenta centavos.


Machismo de pura cepa

"Eso es mentira, quién te ha engañado, aquí el que manda soy yo' me decía mi marido cuando yo regresaba de las reuniones del Vaso de Leche. Es que yo le decía, entre el hombre y la mujer no hay diferencia, porque los dos somos seres humanos y tenemos los mismos sentidos. El decía 'eso es mentira'. Eso es falso, le contestaba yo, porque no sólo el hombre puede mandar. Yo tengo poderes de mandar" cuenta Violeta mientras acomoda su largo pelo negro. Se le ve coqueta y empoderada: digna heredera de las mujeres de la cultura Tallán, famosas por ser guerreras y amazonas. Violeta escapó de los maltratos del marido y huyó a Lima, donde estuvo trabajando como empleada en una casa por varios meses, hasta que la llamó la asistenta social: no podía dejar a sus cinco hijos con un hombre muy violento.

No es la única que se queja de la mentalidad machista tradicional piurana; de la idea que son las niñas las que deben de abandonar el colegio, que los padres tienen el derecho de botarlas cuando salen embarazadas, de los gritos en la casa y las exigencias sexuales a la hora de dormir. Pero la marginación que reciben estas mujeres no viene sólo de los esposos o de los patrones: "una vez me llevaron aquí a Los Portales, la señora me dijo, anda cambiáte, ponte tu ropa de baño para que entres a la piscina. Yo quise entrar, pero los guachimanes me dijeron que no podía. Que era sólo para los señores. Pero los señores le dijeron, qué pasa, ella tiene derecho, si a las finales yo voy a pagar. Yo me sentí marginada, pero ¿qué podemos hacer?", recuerda Sofía Chamorro.

A pesar de que las cosas han cambiado mucho, aún se sigue tratando a las trabajadoras del hogar como si fueran parte del mobiliario, y otras tantas, con gestos asistencialistas no hacen sino humillarlas más. Eso recuerdan varias mientras están reunidas en el tercer piso de la Asociación: "A veces te regalan un polito [risas]… y algunas [empleadoras] dicen 'con todo lo que yo te he enseñado, más bien deberías pagarme a mí'. Y esos días de fiesta nos explotan, nos hacen trabajar hasta las 11 de la noche, nos dejan cuidando al perro en Navidad…"


Teresa Flores

"En el Perú es una desgracia ser bonita y pobre"

Teresa Flores Cruz trabaja como empleada doméstica desde que era niña. A sus 38 años ha podido sacar adelante a sus tres hijos y construir una casa de adobe. Pero desde febrero sufre el peor de los dolores: su hija Paola, de 15 años, ha sido secuestrada por unos pandilleros y, al parecer, es víctima de la trata de blancas y se encuentra retenida en uno de los burdeles del norte.

Huérfana de madre

Yo fui huérfana, cuando mi mamá murió me quedé de dos años. Mi papá era muy irresponsable, no me daba nada… y eso había escuchado mi mamá [adoptiva], entonces me pidió, en lugar de dejarme por ahí abandonada. Mi papá firmó un papel diciendo que iba a apoyar. Pero desde que me dejó dice mi mamá [adoptiva] que llegó una sola vez, y no llegó nunca más. Me dieron educación y estudié en el colegio, me quedé en tercero de secundaria. A los 16 me enteré que no eran mis padres, entonces quise saber de quién era mi papá… porque más antes me apellidaba Peña. Mi mamá me dijo, "tendrás que conocer a tu papá". Mi papá me recibió, pero no como si yo fuera una hija, sino como cualquiera.

Tuve un fracaso

Donde mi papá tuve un fracaso. En Copa, cerca de Morropón. Ahí conocí al papá de mi hijo, yo tenía 18 años. Con el papá de mi hijo no sé cómo habrá sido, porque no me nacía estar con él, pero caí en sus manos. Cuando él llegó a saber que yo estaba embarazada, se quitó… ni lo asentó, ni vino a conocerlo cuando nació, ni nada. Mi hijo tiene el apellido de su papá porque yo luché por eso. Me fui donde mi mamá, y me puse a trabajar en las chacras, comprando maíz, desyerbando arroz, hasta que nació mi hijo. Y luego me comprometí con el papá de mi otro hijo, el segundo. Pero mi mala suerte fue que cuando mi hijo tuvo un año de nacido su papá se quitó también. Se fue de la casa… Era el mes de diciembre, y no volvió sino en 15 días con un tarro de leche y un par de zapatitos. Yo esa vez reaccioné, me dio pena y cólera. "No me vas a dejar aquí como cualquier cosa". Y entonces yo lo calateé a mi hijo: "si te vas, te vas con el hijo". Y ni biberón se llevó. Al día siguiente me fui a la tienda donde su tía, y recogí a mi hijo.

El padre de mis hijos abusó de mí

Cuando yo estaba separada tres años de él, él vino y me… ahí nació mi hija. Hay personas que no resisten, pero yo soy fuerte. Mi mamá incluso me decía: "pero si él dice que no es su hija, dime quién es el padre". A lo cual a mí me dolía bastante. "Es su hija" le decía, "voy a ser tan tonta de decir que es su hija, si él me ha maltratado, me ha pegado, a la medianoche entró, y me hizo a la fuerza". Pero cuando mi mamá se lo encontraba, él le decía: "dígale quién es el padre". Cuando me encontraba con la paja o con la leña, cargada de cosas, él trataba de atacarme. Bastante he sufrido con el papá de ellos, y con la familia de ellos. Pero yo he luchado bastante.

Mi hija dormía en el suelo

Después de tanto sufrimiento me vine a Piura con mis tres hijos. Yo llegué a la Iglesia de Santa Rosa donde estaba un padre Bernabé. Gracias a Dios que el padre me dio un apoyo. Ahí comía. Entonces hice amigas, y me empezaron a buscar trabajo. Empecé a lavar ropa, ahí me mudé a San Sebastián donde estoy viviendo ahorita, invadí… cogí un rancho que estaba abandonado. Luego trabajé en el centro de Piura cama adentro, y cama afuera, con mi hija chiquita. En esa casa maltrataban mucho a mi hija. Cuando se dormía querían que yo la ponga en el suelo, en el pasadizo de la cocina. Me quedé dos meses, no aguanté más.

Ganaba cien soles

En esa época no ganaba más de cien soles, sesenta o setenta mensuales por cama adentro. Una vez el señor si se molestó "no puede ser que esta niña esté en el piso, se enfría y se enferma, no, levántala". Cuando el señor estaba me trataban bien, pero me quedé dos meses. Luego me fui a trabajar a una fábrica. A veces trabajaba todo el día me ponía a lavar ropa ajena y en las noches en la fábrica, así que no comía ni dormía, porque me dedicaba a trabajar. Y a veces por las tardes iba a limpiar algunas casas. Total que así he mantenido a mis hijos, les he dado una educación.

Mis hijos trabajaban conmigo

Ellos a los 7 años me ayudaban a vender. Para qué, sí me han ayudado. Han vendido marcianos, han vencido pan… Hemos comido, y hemos vivido. Así mis hijos quedaron solos los tres en la casa. Ahora he construido de adobe, porque más antes era de cartón, pedazos de tela… después mis hijos han trabajado en el mercado, de limpiar carros, de llevar bultos a las personas, de vender galletas, cigarros, en lo que sea mis dos hijos. Soy yo y mis hijos a la vez. No tengo ayuda de familia, ni del padre de mis hijos. Sólo yo y mis hijos,

Manitos creciendo

Poco a poco, encontramos la organización Manitos Trabajando y Manitos Creciendo. Mi hijo me dijo: "me he hecho anotar en una institución de Manitos". "Pero cómo", le decía yo, porque soy desconfiada. Entonces a los dos días lo seguí y hablé con la señorita. Y la señorita Flor, Maritza, y ellos me conocieron. Mi hijo ahora trabaja en carretas, el mayor tiene 22 años y el otro tiene 18 años. El mayor ha estudiado sastrería. Nosotros hemos caminado mucho, no había plata para pasajes, así que caminando nos regresábamos a la casa, nos dábamos fuerza para seguir. Y el otro también quería sastrería, pero estudia administración de hotelería en la universidad. Ahora trabaja de maître… para qué, muy bien.

Mi hija ha desaparecido

Mi hija estaba asistiendo a reuniones de Manitos, pero sí iba al colegio. Ella vino a conocer al padre a los 9 años. Cuando era pequeña, cuando tuvimos el problema, me dijo el padre, "espero que sea mujer para hacerla mía". Pero, bueno, lo decía de cólera, pero tampoco le interesan sus hijos. Mi hija era la que se desvivía por ir a ver a su papá. Y yo la acompañaba a la cárcel. A pesar de que han pasado muchas cosas en mi personalidad, bien difíciles, que ha negado a mi hija, que ha tratado de golpearme, yo nunca los puse a mis hijos en contra de él. Ahora que ya sabe que mi hija se ha perdido no hace nada. Nosotros hemos puesto la denuncia de "fuga de menoresr" pero debimos poner "secuestro", porque uno de los vecinos, que se llama Víctor Hugo, ése es el que se ha llevado a mi hija. Yo esa noche, toda la santa noche he ido, he buscado, no he dormido… al día siguiente igual. Ahorita me voy para Tumbes, me han dicho que está por ahí. Es que en el Perú es una desgracia ser bonita y pobre.


Notas

(1) El registro de la SUNAT contabiliza a aquellas trabajadoras que están en relación de dependencia y que pagan sus derechos previsionales así como su acceso a los hospitales de ESSALUD.


El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística (Perú).



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