Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
16 de abril de 2007


Queridos lectores


Marta Peirano
La petite Claudine. España, abril del 2007.


Después de un largo proceso de autocrítica con todos los estadios que caracterizan el proceso -privación del sueño, indulgencia generalizada, abuso de estupefacientes, monosacáridos y destilados de procedencia dudosa, desorientación, obsesión paranoide, etc-, me han puesto delante un proyecto irrechazable y vuelvo a madrid con todo lo puesto. Pero antes, les debo una explicación.

Nada más volver de Atlanta he volado a barcelona y me he quedado menos tiempo del que quería pero más del que debía, lo que explica en parte el obstinado silencio que ha habido en la petite desde entonces hasta el día de hoy. Gracias a la hospitalidad de Clara y Carlos (¡gracias! ¡gracias!) me ha dado tiempo a descubrir Poble Sec y una cueva de vinos que podría estar en Saint-Germain-des-Prés , a hacerme fotos con las Playmates en una fiesta de Playboy (posiblemente en el próximo número), a rendirle un húmedo homenaje a la plaza de la catedral y, finalmente, coger un avión a Asturias con un niño de seis años con la rabia, una posesión diabólica y -para mi desgracia- el derecho a sentarse en el asiento de atrás durante dos horas interminables.

En Gijón disfruté intensamente de la hospitalidad local y asistí a la apertura de la Laboral, que fué como un baile de gala para comisarios internacionales, artistas conceptuales y figuras de prestigio sin precedentes como nuestra ministra de cultura, Carmen Calvo. Regine les daría cuenta de las cuatro maravillosas exposiciones que formaron parte de la inauguración y que permanecerán en el centro durante dos meses más. Lamentablemente, Regine no estaba, y un exceso de visitas me cerraron en las narices la puerta del servidor durante dos semanas, pero les gustará saber que llegué a tiempo para ver cómo se tapaban con banderitas los símbolos franquistas de la fachada y para interponerme valientemente entre los ínclitos presentes y una fuente interminable de pulpo a la gallega que empezó a desfilar el miercoles y no acabó hasta el lunes siguiente.

Escapé de sus iras en un tren nocturno Gijón-Madrid que habría preferido compartir con los angeles del infierno que con la pandilla de asturianas adolescentes, insomnes y hormonales perdidas de la sección del fondo. Señoritas: se hace, pero no se dice. Menos en un vagón lleno de padres de familia extenuados, violadores en potencia y bloggers. Una vez en la capital, he recomprobado la poca tolerancia que tenemos los madrileños a la lluvia y la paciencia santa (que yo he perdido) que derrochan con los retrasos del metro, los agujeros en la calzada y las plazas agujereadas de Gallardón. Ya ni siquiera me pregunto cómo no salimos a la calle a quemar coches y tirarle piedras al ayuntamiento. Total, para lo que se iba a notar.

Hoy estoy de vuelta en Berlin, donde hace un sol escandaloso y todas las muchachas están en flor, y una realidad de otro orden ha secuestrado mi navegador: la caza y captura de piso en la capital. Ustedes que son gente de mundo estarán familiarizados con el conflicto: esto es lo que yo quiero y esto es lo que me puedo permitir. Si vieran la casa que tengo en Berlin. Me cago en la ostia.

Pero estaba yo en mi escritorio, una mano en el ratón y la otra en la pistola, cuando se me ha ocurrido que alguno de ustedes, queridos -qué digo queridos, ¡venerados!- lectores de éste su blog es quizá propietario de un cuco apartamento en un tercer piso con balcones a la calle cerca de Olavide; trabaja en una agencia milagrosa que cobra los servicios en cenas (una por cada habitación); conoce a un traficante de armas que está a punto de abandonar un inmueble privilegiado pero pagado con dinero negro en la calle Reina que cederia por poco dinero a una joven pareja capaz de guardar un secreto si las circunstancias lo requieren o le riegan las plantas a un millonario excéntrico que no pisa su casa de la plaza de Opera desde 1997.

O sabe de un piso bonito (eso significa con luz y sin muertos) en el centro-centro (esto es, de Iglesia al viaducto y de Quevedo al Retiro) que quede libre en junio y que cueste menos de 1000 euros. Se valorará la presencia de balcones y la ausencia de muebles.

O quiere intercambiar un piso de esas características por un precioso piso berlinés durante una temporada y disfrutar de la vida relajada, excitante y cultural a la que tan dolorosamente estoy a punto de decir adios.

Si la respuesta a alguna de estas suposiciones es "sí", soy todo buzón: marta arroba lapetite.... etc puntocom. Si la respuesta es "no" pero se sienten inclinados a ofrecerme condolencias porque todavía pagan renta antigua en una casa de 200m2 en un cuatro piso con balcones de la calle Limón y les da mucha pena verme en estas crueles circunstancias pero no se les ocurre manera alguna de ayudarme, no hace falta ni que me escriban. Yo siento sus condolencias mientras leen este post. De verdad. No me sean hijos de puta.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto