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La insignia
25 de abril del 2007


España

¿Llamazares y Joan Herrera son unos traidores?


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla. España, abril del 2007.


Paco de Can Mias ha manifestado -nada menos que ante la tumba de Julián Grimau- que esta ley es una traición. Paco, genio y figura hasta donde encarte, sigue sin tener pelos en la lengua. Ahora bien, cabe la hipótesis de que, en esta ocasión, su lengua sea toponomástica: si Llamazares ha pactado con el PSOE, la ley es naturalmente no sólo perniciosa sino, ya lo ha dicho Paco, una traición. O lo que es lo mismo, la santa ira del joven dirigente, nacido a la sombra del faro de Capaspre, no se dirige tanto a los socialistas sino contra el primer espada de su coalición, Gaspar Llamazares. Un inciso: Llamazares y Joan Herrera han negociado bien, corrigiendo los desperfectos del anterior proyecto; por lo tanto, me quito el sombrero.

No es sorprendente la calidad discursiva de Paco Mias. Pues forma parte del aproximado argumentario que los grupos solipsistas -de ayer, hoy y posiblemente mañana- utilizan en las grandes solemnidades. La particular soledad en que se encuentran debe tener una explicación profunda: es la traición. De donde podemos sacar una provisional inferencia: Mias es también un clásico. Y, como es sabido, también los clásicos, de manera no infrecuente, pasearon su soledad por las playas de Marbella, ¿no es verdad, cartagenera, la que lucía su piel morena? Pues bien, toponomástica contra Llamazares o firme convencimiento, Mias vuelve a proponer -precisamente en otro momento y ante otro problema de envergadura, como es la Ley de la Memoria-- una cuestión no irrelevante: ¿pueden convivir en una misma organización el traidor Llamazares y el coherente Mias? Unos dirán que sí, ateniéndose al pluralismo; otros arrugarán la nariz, preguntándose si la traición puede convivir con su contrario.

Quede claro: el joven Mias tuvo tiempos de mayor claridad. Haciendo una breve excursión por la memoria traeré a colación varios ejemplos de cuando Paco Mias era un anciano.

Primero, estábamos reunidos para discutir acerca de los Pactos de la Moncloa. Cuando se habían producido siete intervenciones contrarias a dicha "traición", el anciano Mías me sopla en el oído: "No puede ser que Santiago esté tan equivocado como dicen estos galifardeus". El anciano Mias intervino y, con los pocos pelos que no tenía en la lengua, me allanó las conclusiones.

Segundo, fue más lúcido que muchos cuando con toda claridad se alineó con el grupo dirigente español, que estaba siendo acusado de traición por haber firmado el Acuerdo nacional sobre empleo (ANE) en 1982. Tampoco tuvo pelos en la lengua el anciano Mias en aquella ocasión: Sartorius no podía estar tan equivocado...

Tercero, el anciano Mias pacta fatigosamente con Almunia en las elecciones generales. Un grupo minoritariamente representativo (a cuyo frente estaba nada menos que Marcelino Camacho) le pone la proa al pacto con los socialistas y convoca una reunión amplia en un Hotel madrileño, asistiendo a dicho encuentro Fausto Bertinotti (actual presidente de la Cámara de Diputados italiana). Allí se presenta Mias, les lee la cartilla sin pelos en la lengua.

O sea, no es cierto que Mias luzca una biografía tan desparpajada como algunos dicen. Ocurre, sin embargo, que le llegó la hora de la juventud y decidió recopilar los tropos más representativos de ciertas tradiciones nunca archivadas.

Querido Mias: vente definitivamente a Capaspre. Ya no se te ha perdido nada allá donde estás desde hace mucho tiempo. Podemos retomar nuestras parrafadas de antaño: tú defendiendo la técnica flamenca de Manuel Gerena, porque era comunista; yo alabando a Antonio Mairena, a pesar de que era conservador. Tú defendiendo a capa y espada a Puccini; un servidor, poniéndote enfermo, diciendo que Rudy Ventura era superior a Puccini. La discusión ahora no sería tampoco fácil: me dirías reformista, aunque no en clave toponomástica sino iracunda. Es decir, podríamos dignificar nuestra nueva juventud. Y, por lo menos, con tu digna retirada facilitarías que el traidor Llamazares y el joven Herrera siguieran intentando hacer cosas útiles, aunque a tí te podrían parecer una venta de ganado. En definitiva: Mias, deja de dar por saco.



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