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La insignia
26 de julio del 2006


Equilibrio macroeconómico y sostenibilidad sociopolítica


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, julio del 2006.


Los economistas serios tienen la vista puesta permanentemente en los equilibrios macroeconómicos, literalmente como minuciosos cajeros. Las cuentas tienen que cuadrar al momento o en un plazo prudencial que generalmente es muy breve, independientemente de la forma como se logra cubrir la caja y sin considerar sus consecuencias económicas y sociopolíticas a mediano y largo plazo. Con mucha razón aparente, si bien desde la estrecha mira de su propia profesión, consideran que esa es su responsabilidad principal para evitar la inflación y los déficit externos, con lo que se estimularía un crecimiento económico sustancial, sano y sostenido.

Las medidas que para tal efecto aplican, particularmente las de corte monetario, fiscal, de tarifas y comercial, deben alcanzar esas metas a toda costa, porque los fines mencionados justifican cualquier medio, independientemente de sus ulteriores impactos. De lo contrario los acusarían, a voz en cuello, de 'populistas', ese término que en otras ciencias sociales posee un estatuto relativamente bien determinado y preciso, pero que los economistas han achatado a una definición simplona, cajón de sastre en que caben gobiernos tan disímiles como los de Belaúnde I (y hasta el II), Velasco, García I y similares en el Perú, así como a los de Perón, Allende, Chávez y muchos otros en los más diversos países latinoamericanos.

Los políticos y especialmente los economistas que están a cargo de la administración pública le temen a esa palabra más que al propio diablo y lo consideran un insulto peor que cualquier otro. En el Perú esto ha dejado una huella imperecedera, básicamente como consecuencia del trauma de la hiperinflación que dejó García en su primer gobierno, lo que permitió instalar el concepto para acusar a cualquiera que osara adoptar políticas fiscales contracíclicas, aranceles diferenciados, subsidios, controles de precios, políticas sectoriales y similares.

Textualmente, esos autores señalan que: "Entendemos por 'populismo' un enfoque al análisis económico que hace hincapié en el crecimiento y la redistribución del ingreso, y minimiza los riesgos de la inflación y el financiamiento deficitario, las restricciones externas y la reacción de los agentes económicos ante las políticas 'agresivas' que operan fuera del mercado", según el célebre artículo de Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards, el que dieran a luz en 1989 en una conferencia en Bogotá; publicado posteriormente en un libro editado por ellos: The Macroeconomics of Populism in Latin America (University of Chicago Press, 1991). Es así como se introdujo y se sigue usando alegremente el concepto - políticamente muy bien aprovechado por ciertos intereses- en nuestra jerga diaria y en la de políticos, analistas, periodistas del establishment.

Lo que estos autores y sus áulicos acólitos proclaman permanentemente para llevar a cabo su catecismo es 'equilibrar, equilibrar y equilibrar'; supuestamente para estimular el crecimiento económico y para no caer en el 'populismo'. En verdad, pretenden beneficiar a los grupos de interés que representan. La 'apolítica' e impoluta ortodoxia económica les es muy útil en tal sentido; especialmente ahora, en esta nueva onda 'globalizadora' altamente fragmentada. Todo pequeño desvío de la 'ruta' marcada por el 'Consenso de Washington' es pecado, es populismo, es demagogia, es cortoplacismo, es rentismo, etc. Y la acogida que tienen es inmediatamente captada por cualquier político, periodista o ciudadano, quienes recuerdan vivamente nuestro desbarajuste e hiperinflación de 1987-91.

De donde se afirma que primero debe crecer el pastel y luego podemos pensar en su distribución. Lo que olvidan es que, muy a menudo, por no decir siempre, en ese esfuerzo por hacer crecer el pastel se crean condiciones que -a la larga- impiden mejorar la distribución del ingreso y la ampliación del mercado interno. Aquí entra la "histéresis" y la idea del "camino de la dependencia"; es decir, el machete que se usa para trazar la trocha en nuestra selva marca la ruta para todos. Una vez iniciada no hay marcha atrás.

Lo que no se llega a entender es que la combinación de las drásticas políticas de ajuste y estabilización adoptadas van a costa de un deterioro de las condiciones de vida de la niñez, de una educación de calidad para la juventud, de una protección social a los trabajadores y ancianos, etc. Por lo que, lo que hacen aparentemente bien con una mano, lo destruyen con la otra. No se entiende que ello deja heridas que no terminan de cicatrizar, imposibilitando que las próximas generaciones puedan responder adecuadamente a los retos del desarrollo. Equilibrar para poder crecer es el lema dominante; después, distribuir... Si esto dura 30 años -como en nuestro caso- la torta crecerá pero el estómago de la población ya no aceptará alimento alguno y mucho menos digerirán las clases en el colegio. Si es que les queda alguna neurona después del experimento neoliberal.



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