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La insignia
16 de agosto del 2006


Ecuador

Constituyente, no reconstituyente


Alberto Acosta
Diario Hoy / La Insignia. Ecuador, agosto del 2006.


El malestar político cunde. No se trata de simple apatía electoral. Lo que existe es un desgaste de la institucionalidad que despierta un creciente rechazo. No presentar candidatos a las diputaciones, o el llamamiento a anular el voto para diputados, son manifestaciones de una situación mucho más compleja. La sociedad espera cambios profundos, no maquillajes.

Hay reformas que parecen importantes. Despartidizar las instancias de control del Estado puede disminuir la influencia de los grupos de poder. Reestructurar el Tribunal Supremo Electoral en dos entes, con funciones técnico-operativas, el uno, y con un ámbito judicial, el otro, quizás mejore esta función. Alguna ventaja podría traer la eliminación del voto en plancha e incluso la revocatoria del mandato al presidente de la República y al mismo Congreso. Sin embargo, estas reformas son apenas acciones reconstituyentes para tratar de restablecer el actual sistema político. No son una transformación de raíz. Misión imposible si se la encarga a los mismos padrinos e intermediarios del viejo orden.

En la medida que no se requieren sólo unos cuantos ajustes, la exigencia de una Asamblea Nacional Constituyente cobra cada vez más fuerza. La sociedad debe apropiarse de la elaboración y la aplicación un nuevo proyecto de vida en común, que es lo que representa la Constitución. No basta participar en la elección de asambleístas. No siquiera necesitamos una nueva Constitución o que ésta se considere buena: ¿buena para quién y para qué?, cabría preguntarse. Urge una Constituyente, con todos los poderes, que siente democráticamente las bases de equidad y soberanía para que el convivir social no esté plagado de tantos sobresaltos e injusticias.

El éxito de este esfuerzo constituyente, que provoca pánico entre la partidocracia y desconcierto entre los académicos de la política, exige un estatuto electoral que recoja el reclamo ciudadano por una profunda renovación de los actores políticos. Por qué no demandar, entonces, que en dicho estatuto se establezca que quienes ya fueron diputados, así como quienes ya fueron presidentes o vicepresidentes de la República, incluyendo quienes fueron candidatos a estas dos magistraturas, no puedan ser asambleístas. Este "sacrificio" temporal de quienes ya dirigieron los destinos del país debería complementarse con una equilibrada participación de mujeres y de jóvenes. Y en consonancia con este empeño, todas las candidaturas para la Constituyente, incluso las de los partidos, deberían recoger las firmas necesarias para su inscripción.

En lugar de aceptar la confusa e inocua propuesta de consulta popular del presidente Palacio, presionémosle para que convoque a dicha consulta con una sola pregunta que sintetice este planteamiento constituyente de cada vez más sectores de la ciudadanía. Esto ahorraría muchos esfuerzos al nuevo gobierno, en tanto sería un mandato para el próximo Congreso. De lo contrario, la lucha por la Constituyente se hará peleando.



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