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La insignia
1 de octubre del 2005


Así vamos: UE

Rivalidad encarnizada entre zonas diamante


Juan Castaingts Teillery (*)
La Insignia. México, octubre del 2005.


La rivalidad entre los grandes países es más feroz que nunca. Dos elementos son claves para entender este proceso: el concepto de campo y el de diamante. Los presentaremos brevemente y luego sintetizaremos el análisis.

El concepto de campo, según V. Turner, es un espacio social y/o físico en el que se encuentran involucrados actores, relaciones y reglas. Los actores son personas o grupos de intereses políticos y económicos que se enfrentan para lograr premios o beneficios. Las relaciones son aquellas en las que establecen los diversos actores para lograr sus beneficios o premios; estas relaciones pueden ser políticas, de tipo mercantil o de tipo social (búsqueda de prestigio, reconocimiento, etcétera).

En un campo las relaciones entre actores están sujetas a reglas del juego. Finalmente, estos actores que entran en relaciones reglamentadas en la búsqueda de obtención de un beneficio, poder o prestigio, se establecen en un espacio social institucionalizado. Las instituciones acogen a los actores, hacen posible el juego, vigilan el cumplimiento de las reglas y castigan a sus infractores.

En el campo la relación entre los actores no es tranquila; todos quieren su beneficio y por ende, hay una lucha con un uso de fuerza que genera tensiones. Fuerza, tensión y lucha, corresponden al funcionamiento normal de todo campo. Cuando las tensiones sobrepasan a las reglas y a las instituciones, se configuran antagonismos y enfrentamientos.

El concepto de "diamante nacional" de Michael Porter, es clave para comprender los procesos actuales. Comprende cuatro elementos:

1) Los factores disponibles. Las ventajas competitivas de las naciones dependen cada vez menos de su dotación de recursos naturales y cada vez más de una amplia gama de recursos: humanos, físicos, de conocimiento, de capital, de infraestructura.

2) La competencia y rivalidad entre las empresas existentes. Para que las empresas realicen una política de inversión activa, deben estar sujetas a una fuerte rivalidad interna.

3) La formación de la demanda interna. Es difícil que las empresas logren consolidar una ventaja competitiva externa si no cuentan con una fuerza interna suficiente.

4) Sectores de apoyo y conexiones. Una empresa no existe sola; requiere de sectores proveedores que le ofrezcan materias primas de calidad y precios adecuados, requiere de compradores y necesita compartir actividades que le permitan integrarse en las cadenas que generan alto valor agregado.

Cuando un país cuenta con zonas en las que existe un diamante real, dicho país tendrá empresas y sectores competitivos a nivel internacional.

El campo más reglamentado es el de la Comunidad Económica Europea (CEE). En él, las zonas diamante y las empresas se enfrentan en búsqueda de ganancias, en términos de las reglas internas a la CEE y en relación al resto del mundo.

Las principales zonas diamante se encuentran en el Reino Unido, Alemania, Francia e Italia. En las tres últimas se presentan formas salariales, formas institucionales y formas estatales surgidas en la época de la treintena gloriosa y el Estado-benefactor que funcionaron satisfactoriamente en otro campo, el de la posguerra. El problema es que las reglas de la CEE no dicen gran cosa ahora respecto a hechos fundamentales: magnitud de la jornada de trabajo, salario mínimo, prestaciones de salud y de jubilación y cargas obligatorias e impositivas a las empresas. En consecuencia, se empiezan a desarrollar estrategias frente a dicho vacío.

En Europa, las zonas diamante tienen capacidad competitiva similar: el triunfo de una de ellas se decide como en el atletismo, por milímetros o fracciones de segundo. Y por supuesto, aumentar las jornadas de trabajo, reducir los salarios de la mano de obra no calificada, disminuír las cargas a las empresas para salud y jubilación y los impuestos a las ganancias, es la táctica empleada por Inglaterra (y EEUU) para imponerse al resto de la vieja Europa. Pero el triunfo no es para el más civilizado, sino para el más cínico. Un darwinismo social se instala.


(*) Profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Correo electrónico: castaingts42-juan@yahoo.com.mx



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