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21 de diciembre del 2005 |
Alberto Acosta
La decisión de Brasil y Argentina para adelantar la
cancelación de sus deudas con el FMI despierta
sospechas. Brasil, con el gobierno de Lula, cumple con
un anuncio realizado hace meses, aceptando en forma
rigurosa la metas impuestas por el Fondo. A partir de
un elevado superávit fiscal, este "gobierno de
izquierda sale del Fondo por la derecha y con un
apretón de manos desde Wall Street", ironiza Paola
Visca. Mientras que Argentina, un par de días más
tarde, anuncia una acción similar, pero confrontando
al FMI: posición sostenida sobre todo en el discurso
por el gobierno de Kirchner, quien heredó la moratoria
provocada por la convertibilidad.
El FMI, en ambos casos, es un acreedor privilegiado. Sabemos que los organismos financieros internacionales normalmente no refinancian ni reprograman sus deudas, como sucedió durante la reciente moratoria argentina. Estos organismos se benefician de los alivios otorgados por los acreedores privados y por los gobiernos de los países ricos, porque sin reducir saldos ni cuotas cobran la totalidad de la deuda. Es más, imponen condiciones severas para los préstamos nuevos destinados a pagar deudas atrasadas. Hoy, la coincidencia de ambas decisiones da incluso para pensar en una exhortación del propio FMI (Washington de por medio) para disminuir la exposición financiera de los mayores deudores en el mundo, después de los EEUU... En los dos países, para reunir los recursos suficientes para estos pagos -15.500 millones de dólares en Brasil y algo menos de 10.000 millones en Argentina-, se cercenaron inversiones sociales y productivas. En ambos casos, más en Brasil que Argentina, primaron políticas restrictivas. Y adicionalmente, lo que es más preocupante, con esta opción se desechan elementos estructurales perversos de la deuda externa: al cancelar la totalidad de la deuda con el FMI se desconoce su papel al utilizar la deuda como una herramienta de chantaje y presión. Recuérdese que en Argentina, el FMI es responsable de la grave crisis vivida de hace un par de años y es cómplice de los capitales que huían poco antes de la debacle de la convertibilidad, a la que apuntalaba el FMI con multimillonarios préstamos, mientras sus burócratas, con su director gerente a la cabeza, afirmaban, una y otra vez, que todo marcha bien. Kirchner, para liberarse del FMI, le libera al FMI de su culpa, echando tierra sobre los elementos fraudulentos y "odiosos" de la deuda gaucha, que empezó a gestarse durante la sangrienta dictadura militar; algo que aconteció también en Brasil. Hay pues elementos suficientes para considerar -en tanto los hechos no demuestren lo contrario- que lo actuado por Buenos Aires y Brasilia es más un golpe de efecto que un golpe de timón. Este tipo de maniobras distraen a la opinión pública, permitiendo mantener un manejo fondomonetarista sin acuerdo expreso con el Fondo: un grado aún más elevado y sofisticado de dependencia. Para construir un destino diferente se precisan posiciones sólidas más que estridentes, que enfrenten estructuralmente el reto de la deuda externa. Y eso exige acciones conjuntas de los pueblos de América Latina, que recibieron un espaldarazo con el histórico triunfo del líder indígena Evo Morales en Bolivia. |
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