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La insignia
12 de diciembre del 2005


Cumbre del Clima

La soledad de Estados Unidos


Gerardo Honty*
Ambiental /CLAES. Canadá, diciembre del 2005.



Finalmente -y como es habitual- a las 6 de la mañana del día posterior al previsto, finalizó la COP-11 y COM/MOP-1 de la Convención de Cambio Climático. Tras varias horas en las que Rusia y Estados Unidos pusieron diferentes obstáculos que retrasaron la decisión, los gobiernos reunidos en Montreal adoptaron resoluciones que nos ponen un paso más adelante en la consolidación del Protocolo de Kioto.

Una de las cuestiones cruciales en esta COP/MOP era cómo se iban a comenzar a discutir los compromisos post 2012. A pesar de las posiciones encontradas que se estuvieron manejando durante estas dos semanas, los gobiernos tomaron una decisión que declara iniciada las negociaciones por las metas para el segundo período de compromiso (2013-2017), que comenzará con un taller en el mes de marzo y deberá concluir con antelación suficiente como para que no se corra el riesgo de crear un vacío entre el final del primero y el comienzo del segundo período de compromiso.

Ya durante la semana se habían adoptado una serie de resoluciones importantes relacionadas con adaptación, inclusión de la deforestación como medida de mitigación, cumplimiento de los compromisos, etc. que mantienen el rumbo trazado por el Protocolo de Kioto, cosa de la que no se tenía certezas al inicio de esta conferencia. Si bien no se ha alcanzado una fecha precisa para concluir el acuerdo sobre el segundo período de compromiso, la conferencia tenía el mandato de iniciar las negociaciones para el período post 2012 y eso fue lo que hizo. Como es habitual también en la Convención, se avanza pero demasiado poco en cada oportunidad, y esta no fue la excepción. También mostró como han evolucionado las posiciones de los países y grupos de países.

La soledad de Estados Unidos

A modo de balance muy preliminar, recién terminadas las negociaciones, parece que el resultado es positivo, en tanto pudo sortearse uno de los escollos que aparecían como más difíciles la semana anterior: el bloqueo que Estados Unidos pretendía imponer en las negociaciones. Más que nunca parece haber quedado en soledad esta vez el gobierno de los Estados Unidos -y más concretamente la administración Bush- cuando hasta el propio Clinton dijo ante todo el plenario y los miles de personas instaladas frente a los monitores, que simpatizaba con el Protocolo de Kioto. Por otra parte Canadá, su antiguo socio en el Umbrella Group (grupo del paraguas) ha ejercido un liderazgo importante en la conducción de esta COP a través su primer ministro, Paul Martín, y el también canadiense Dion, presidente de la conferencia.

Al abrir el segmento de alto nivel, el pasado miércoles 7, Paul Martín declaró que "el cambio climático es un desafío mayor, que requiere una respuesta global, aunque hay naciones que resisten, voces que tratan de disminuir la urgencia o desechar la ciencia, o declaran, con la palabra o la indiferencia, que este no es un problema que nos corresponda resolver", en una clara alusión a la actitud de Estados Unidos durante la COP-11. Y por si quedaban dudas agregó: "Ya ha pasado el tiempo de pretender que una nación puede quedarse sola, aislada de la comunidad global, porque tenemos una sola Tierra y tenemos que compartirla, y no puede haber lugar donde esconderse -ninguna ciudad en ningún país no importa cuan próspero sea- de las consecuencias de la inacción".


Unión Europea: el Parlamento pide más

La Unión Europea ha sido siempre de los bloques más progresistas en lo que al problema del Cambio Climático se refiere, empujando hacia compromisos de reducción mayores y apostando a las fuentes renovables de energía. En esta conferencia mantuvo ese perfil, aunque hubo algunos titubeos por parte de Italia en el último tramo de la conferencia. Pero más allá de las posiciones de los gobiernos de los 25 países de la Unión, seguramente pesa la opinión del Parlamento europeo, que aprobó por 450 votos contra 66 una reducción del 30% de las emisiones para el año 2020, casi al final del período de compromiso que ahora se está discutiendo.

Para la Unión Europea, el movimiento de una economía basada en combustibles fósiles hacia fuentes renovables no responde sólo al problema del cambio climático o a las demandas de los movimientos ecologistas. También responde a un problema de seguridad en el suministro de energía y a la necesidad de expansión de su creciente producción de equipos y tecnología en el área de las energías renovables.


El G77 + China

El nombre de este grupo de países ya da cuenta de sus complicaciones. Para empezar no son 77 sino 130, y China no está afuera sino adentro. Y muy adentro. Pero debe conciliar sus intereses con países tan diversos como Uruguay, India y Arabia Saudita.

China, que espera multiplicar varias veces sus emisiones por el uso del carbón, Arabia Saudita que obstaculiza todo lo que puede las negociaciones para no liquidar su negocio petrolero, Brasil con el mayor índice mundial de emisiones derivadas de la deforestación, lideran un grupo de países, la mayoría de los cuales no tiene petróleo, que está sumido en la pobreza y serán los más afectados por el cambio climático. A pesar de ello ha logrado mantener un bloque que actúa de forma bastante monolítica en el ámbito de la Convención de Cambio Climático.

El G77 + China en esta COP-11 ha mantenido su histórica posición de no asumir compromisos de reducción de emisiones con el argumento de que la responsabilidad del cambio climático es de los países desarrollados y de que son ellos quienes deben pagar el costo de la reducción. Aunque esto es cierto en la actualidad, no es menos cierto que para el año 2017 (cuando finalice el período de compromiso que ahora se está negociando) la brecha entre las emisiones de los países del G77 y las de los países industrializados se habrá reducido bastante y, si no consideramos a Estados Unidos -que está afuera del Protocolo-, seguramente habrá desaparecido.


El norte del sur

El argumento más poderoso que tienen los países en vías de desarrollo son los dos mil millones de personas que aún no tienen acceso a la energía. Para lograr satisfacer esas necesidades es necesario acceder a estadios de desarrollo superiores y para ello deben recurrir a fuentes energéticas abundantes y baratas -pues hacerlo con modernas fuentes renovables resulta excesivamente costoso- y es inevitable entonces, además de justo, que los países pobres aumenten sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin embargo abastecer con energía suficiente a esas dos mil millones de personas solamente significaría un aumento de 0,26% en las emisiones globales mundiales (1). El problema es que nuestros países siguen aplicando la teoría del "goteo" para mejorar la calidad de vida de los más pobres: primero mejoran los ingresos de las clases medias y altas y por impacto de ese crecimiento, mejora la condición económica de los más desfavorecidos. Esto -además de llevar décadas de pruebas en contrario- esconde el problema principal: la verdadera razón por la que los dirigentes de los países en vías de desarrollo no quieren asumir compromisos de reducción de emisiones, no son los dos mil millones de pobres, sino los escasos millones de personas que ocupan las clases medias de esos países que quieren sostener una vida igual a la de las capas medias de los países desarrollados.

Lo que no alcanzan a vislumbrar las clases medias de los países en desarrollo -como tampoco la mayoría de los desarrollados- es que los recursos de la Tierra y la porfiada ley de la termodinámica impiden que todos los seres de este planeta mantengan el estilo de vida que las clases medias y altas de los países -ricos y varios pobres- hoy ostentan. No hay duda que la responsabilidad histórica mayor la tienen los países ricos, como no hay duda que deberían pagar la cuenta de la transición hacia estilos de desarrollos menos contaminantes. Pero también es cierto que buena parte de las clases dirigentes, elites económicas y estratos altos y medios de las sociedades "en vías de desarrollo" se beneficiaron y se benefician de una cuenta de carbono que ahora le quieren cobrar a los países ricos como si ellos no tuvieran nada que ver.

La postura de G77 + China en la Convención de Cambio Climático sería respetable si el crecimiento económico -y consecuentemente de emisiones- se reflejara en un incremento correlativo en la calidad de vida de los estratos más pobres de esos países. Pero no es eso lo que ocurre, sino que cada vez se amplía más la brecha entre el "norte" y el "sur" que hay dentro de los propios países en vías de desarrollo. En la medida que se siga reivindicando el "derecho al desarrollo" como el derecho de las clases medias y altas a tener un estilo de vida como sus pares de los países ricos, la reclamación no tendrá ninguna legitimidad.

Entender este problema y encontrar la solución dentro de los países del G77 + China será sin duda una contribución sustantiva a destrabar las negociaciones de la Convención de Cambio Climático. Sin dejar de reconocer que los países desarrollados deben aportar tanto o más.


(*) G. Honty es director del Centro Uruguayo en Tecnologías Apropiadas (CEUTA) e investigador asociado de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).



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