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17 de abril del 2005 |
Transgénicos, mentiras e incoherencia
Guido Nuñez
Vuelven a escucharse voces exaltadas hablando (sin prueba alguna) del peligro que supuestamente representan los Organismos Modificados Genéticamente (OMG). Recientemente la ONG Vía Campesina envió una carta al presidente Chávez donde "alerta" sobre los peligros de los OMG y lo exhorta a prohibirlos en Venezuela. Como era previsible, Chávez, con su afinidad por todo aquello que lleve la etiqueta de "alternativo", excepto la alternancia en el poder, se comprometió a anular la entrada de OMG en el país.
Consciente o inconscientemente, quienes nos hablan de la peligrosidad de los OMG no dejan de mentir sobre el tema y ya es hora de que sustenten sus argumentos en hechos y no en rumores y planteen un diálogo serio. Basta de chácharas sobre las bondades de lo "natural" y lo inicuo de las transnacionales (que no son las únicas que producen OMG). En primer lugar, es necesario que se demuestre que los OGM son nocivos para la salud, como afirma Vía Campesina, pues decir que todos los OMG son nocivos es una generalización grosera, equivalente a decir que todos los gallegos son brutos o los todos alemanes nazis. No se ha demostrado que ningún alimento proveniente de OGM que haya salido al mercado produzca algún tipo de daño a la salud. En cuanto a otros productos provenientes de OMG, son sencillamente indispensables para sus usuarios, como es el caso de la insulina recombinante para los diabéticos, producida por bacterias. Es poco menos que irresponsable el emitir declaraciones como estas y afirmaciones descabelladas como que los OMG "pretenden desarticular las economías campesinas indígenas y apoderarse del conocimiento humano", en palabras de Rafael Alegría Moncada, dirigente de Vía Campesina. ¿Desde cuando tiene voluntad y propósito una mazorca o una bacteria? Tal parece que el señor Alegría se tomó muy en serio El ataque de los tomates asesinos (1). Por otra parte, es necesario exigir coherencia a estos señores. A mediados del siglo XX, Norman Borlaug creó variedades nuevas y mejores de trigo y maíz por el sencillo (e imprevisible) método de aumentar la tasa de mutación por irradiación. Hoy en día el mundo entero consume el producto de estos experimentos, en los que, a diferencia de los transgénicos de hoy en día, se ignora la naturaleza exacta del cambio y sólo se observan sus efectos. No se sabe que mutaciones produjeron espigas más grandes y granos más nutritivos. No tenemos idea de que duplicación de genes hizo nuestro trigo tan distinto del salvaje. Y nadie protesta. ¿Dónde están las marchas organizadas por Greenpeace y otros para luchar contra el horrendo peligro del "pan mutante"? ¿Y los reportes de las horribles deformidades sufridas?, ¿Por qué nadie ha hecho nunca nada si el caso es mucho peor que una simple sustitución de un gen conocido o una adición de un gen? Quizás lo peor de todo sea la magnitud de la prohibición que pretenden imponer estos ecotalibanes. No solo quieren que se prohíba la comercialización y la liberación al ambiente de los alimentos transgénicos, sino que van mucho más allá. Dejemos que nos ilustren las palabras de Lorna Haynes, una de las cabezas visibles de este movimiento "Por tanto, se tiene que ir más lejos y debe plasmarse esta decisión en un decreto presidencial que prohíba la liberación al ambiente, la importación, la producción y la comercialización de los organismos modificados genéticamente y sus productos.". Nótese que Haynes no hace referencia solamente a los alimentos transgénicos sino a todos los OMG, lo que incluye las bacterias usadas rutinariamente en laboratorios de docencia e investigación en todo el mundo y las cepas de ratones y otros animales usadas tanto para investigación como para la producción. De concretarse los planes de estos individuos, cientos de proyectos de investigación que son capaces de mejorar nuestra vida (sistemas de diagnóstico, producción de reactivos para laboratorios de investigación y bioanálisis) quedarían truncados, imposibilitando nuestro progreso y emancipación tecnológica. A pesar de lo que digan furibundos militantes, en este caso no es "la bota yanqui" la que frena nuestro progreso sino nuestros propios fanáticos. Esperemos que, como tantas otras iniciativas de este gobierno, ésta se quede en el olvido, al menos hasta que se plantee un diálogo efectivo, sin mentiras ni exageraciones, y sobre todo hasta que deje de ser una imposición absurda e irrazonada de un minúsculo grupo de "alternativos", "campesinos" y "verdes" que demuestran que el pensamiento único no tiene filiación política.
(1) Película de 1978 en la que son creados supertomates que tratan de conquistar al mundo. |
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