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La insignia
3 de mayo del 2007


Antonio Machado ante su centenario


Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
La Insignia. España, mayo del 2007.


Vivimos de celebraciones mortuorias, acaso porque no tenemos nada mejor que ofrecer. Esto ya lo vio Ralph W. Emerson, cuando señaló que su época se inclinaba más por echar la vista atrás que por trazar un camino de futuro. Nosotros simplemente hemos intensificado la corriente hacia el pasado. Vivimos en un futuro pretérito, o en un pasado que parece un futurible.

Todo esto viene a cuento de la enésima celebración, la del centenario de Antonio Machado y sus celebraciones con disfraces de época en Soria. Al fin, tampoco es nada malo y da un color que anima en algo la fiesta. Desde luego, mejor eso que el artículo que Manuel Núñez Encabo publicó en El País ("El centenario nacional de Machado y Soria") el día 30 de abril.

Nunca creí que el mero hecho de vivir en una ciudad otorgara conocimientos sobre la misma o sus gentes y su cultura. En el fondo, es algo que siempre me mantuvo esperanzado, porque a mí lo que realmente me apasionaba era el blues del delta del Misisipí. Núñez Encabo ha vivido muchos años en Soria, incluso nació allí, si no me equivoco. Yo sólo viví algunos años en Soria. De entonces recuerdo que no podía ni abrir las páginas de la poesía de Machado. Sólo con el alejamiento espacial y temporal, pude apreciar sus poemas. Mientras viví en Soria, estuve atrapado por las vanguardias, por Federico García Lorca y por el rocanrol. Algunas obsesiones aún las mantengo.

Núñez Encabo construye un artículo con todos los tópicos que la tradición ha ido acumulando, y digo tradición cuando debería decir los mediocres críticos y periodistas que se han ocupado de Machado.

El amor de Leonor le serviría de mucho en su vida para mantener un estado de ánimo que le permitiera afrontar las tristezas de la vida cotidiana, pero el amor, por mucho que los papagayos repitan, no escribe poemas. Incluso el poema al olmo centenario es una recreación de un tópico literario latino, antes que una expresión de amor.

Luego viene el carácter o estilo soriano esencial, que también influyó en su poesía. Cernuda dijo de sí mismo, parafraseando a Pascal, que no había encontrado nada que no se hallara de antemano en él. Centrar en el estilo soriano la poesía de Machado supone ignorar sus conocimientos de poesía, española por una lado, y extranjera por otro. Supone también que el crítico desconoce esas corrientes. Allá por el siglo XVIII surge en España una corriente llamada poesía filosófica y que encabeza un poeta mediocre, Cándido María Trigueros. Es una poesía que se fija en la inglesa del XVIII, la de Alexander Pope principalmente. Continúa esa poesía con José María Blanco-White, quien se fija en S.T. Coleridge, y en el siglo XX, prosiguen en ese estilo Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Luis Cernuda y José Ángel Valente, entre otros. No es una corriente que haya recibido mucha atención de los lectores, pero sí que ha sido fructífera. Se caracteriza por tener rechazar una dicción estentórea y preferir un tono meditativo, cercano al prosaísmo. Como referencias tienen a Jorge Manrique, la Epístola moral a Fabio, la poesía de los románticos británicos.

Núñez Encabo prosigue el artículo con otros tópicos. Pero prefiero no continuar y resumir: Si Machado es universal es porque no se dejó atar por el espíritu del lugar, sino que conocedor de lo mejor de la literatura, la historia y el arte universal, lo supo hacer suyo, y con esos materiales, hablar de la humanidad, encarnada entonces en una visión de Castilla más legendaria que real.



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