Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
7 de junio del 2007


Chile

Fusilamientos en río Mapocho


Arnaldo Pérez Guerra
Punto Final / La Insignia. Chile, junio del 2007.


Luis Abraham González Plaza

El 13 de octubre de 1973 una patrulla de Carabineros detuvo a catorce personas que se encontraban en una quinta de recreo en Puente Alto. Los llevaron a la 20ª Comisaría de esa localidad y, después, a la 4ª Comisaría de Santiago. Avanzada la noche los trasladaron apretujados y tendidos en el piso de vehículos policiales, hasta el puente Bulnes sobre el río Mapocho. Allí los ejecutaron con ráfagas de metralletas. El único sobreviviente de la masacre es Luis Abraham González Plaza, que entonces tenía 19 años. Aún atormentado por el recuerdo de la tragedia, Luis González decidió romper su silencia.

Recuerda el fusilamiento como si hubiese sido ayer. "Es muy difícil hablar", dice. Las palabras brotan lentamente, cargadas de sentimiento y angustia: "Nos sacaron de última comisaría donde nos llevaron después del toque de queda, pasadas las diez de la noche. Eran los mismos vehículos, la comisión y el oficial al mando que nos había detenido", dice. Se formó una caravana de jeeps Land Rover al mando del capitán Fernando Galvarino Valenzuela Gallardo. Integraban la patrulla los cabos Arturo Cepeda Canelo, Héctor Reinaldo Valenzuela Gatto y Rubén Osvaldo Barría Igor, y los carabineros García y Caballá. Otro involucrado, el carabinero Rolando César Morales Fernández, declaró ante el tribunal pero ha ocultado lo que sabe. Luis González sólo logró ver a cinco de los carabineros que participaron de la masacre en el Puente Bulnes. Dice que aún recuerda "sus rostros y voces".

"La patrulla irrumpió con prepotencia. Cuando nos tomaron detenidos nunca nos dijeron por qué razón. La patrulla fue por lo menos unas tres veces a Los Sauces a detener a más gente. Aún me pregunto por qué. Nada justifica lo que sucedió. No conocía a los demás, pero nos ubicábamos porque Puente Alto era en ese entonces un pueblo pequeño. Éramos conocidos del barrio. Unas veinte personas. Carabineros llegó a Los Sauces un cuarto para las cuatro de la tarde. El toque de queda comenzaba a las ocho de la tarde. Poco antes, soltaron a varias detenidos. Estuvimos más de seis horas en calabozos. Nos golpearon con pies, puños y culatazos. La niña (Leonilda Isabel Díaz Díaz) fue apartada. No hay ninguna justificación para lo que hicieron. En los calabozos estábamos esperando que nos liberaran. Nadie pensaba lo que iba a suceder. Nadie pensó que algo así ocurriría. Cuando el sargento escribiente de la comisaría dijo que todos éramos 'patos malos' de Puente Alto y que había que 'fusilarnos', no imaginamos que sería verdad. Nos llevaban boca abajo en los jeeps, unos sobre otros. A la niña la dejaron arriba de todos. Ella nos hablaba mientras éramos trasladados. Nos dijo que en las dos comisarías donde estuvimos la violaron. De pronto nos dimos cuenta que los vehículos no seguían el camino hacia el Estadio Nacional. Nos detuvimos en el Puente Bulnes, dónde entonces había unos basurales. Nos hicieron bajar a empujones y golpes y nos dijeron que 'arrancáramos' y dieron la orden de matar. 'Corran', nos dijeron… pero qué íbamos a correr… eran tres o cuatro metros… Nos dispararon ráfagas y algunos caímos al río. Me quedé sin movimiento, helado sintiendo el dolor de las heridas", relata. "Toda la patrulla de Carabineros disparó, eran seis policías. Ese lugar funcionaba como paredón. Pocos metros más allá habían fusilado al padre español Joan Alsina. Cuando nos dispararon, el niño menor de nosotros, que tenía 16 años (Jaime Max Bastías Martínez), se abrazó a mí y caímos juntos al río. Él recibió más impactos. Los carabineros bajaron a rematarnos uno a uno. Pensaron que yo estaba muerto y gracias a Dios no me moví. Todos los demás murieron esa noche", dice. "Al capitán a cargo de la patrulla no logré verlo nunca, pero lo escuché… Oí su voz cuando dio la orden y, luego, cuando los carabineros le decían: 'Orden cumplida, capitán'", recuerda Luis González Plaza, el único sobreviviente del fusilamiento.

A los catorce detenidos, la mayoría menores de edad, les dijeron primero que serían conducidos al Estadio Nacional: "Pero nos mintieron. Iban a matarnos y ellos lo sabían. Nuestros familiares fueron varias veces al Estadio y a otros centros de detención a buscarnos, pero nos habían fusilado". Para Luis González recordar este episodio de su vida es muy doloroso. Cada palabra le desgarra. Sus ojos se extravían, como si volviera a ver lo ocurrido esa noche.

El mayor de las víctimas tenía 26 años. La menor, una muchacha de 14 años, estaba embarazada de seis meses. Los ejecutados fueron Luis Alberto Verdejo Contreras (26), Luis Miguel Rodríguez Arancibia (23), Alfredo Andrés Moreno Vidal (23), Luis González Lazo (20), Luis Segundo Suazo Suazo (20), Domingo de la Cruz Morales Díaz (20), David Oliberto Gayoso González (18), Mario José Matus Santos (18), Luis Armando Toro Toro (17), Luis Humberto Toro Vidal (17), Rigoberto Enrique Julio Díaz (17), Jaime Max Bastías Martínez (17), y Leonilda Isabel Díaz Díaz (14).

Algunos de los ejecutados eran trabajadores de ferias libres en Puente Alto, quienes se encontraban el 13 de octubre de 1973 en la quinta de recreo "Los Sauces" esperando noticias del paradero de Carlos Duque Duque, otro feriante. Duque había sido detenido y ejecutado por carabineros de la 20ª Comisaría, el día 11 de octubre. Sus compañeros y amigos reunían fondos para el funeral. Luis Bastías Leiva -hermano de Jaime Bastías Martínez-, estaba al interior de "Los Sauces" cuando llegó la patrulla: "Todo ocurrió como un cuarto para las cuatro de la tarde. Habíamos llegado recién. Ni siquiera nos tomamos una copa. Carabineros, no puso en fila. Golpearon a la niña Leonilda Díaz con un casco. Nos llevaron a la Comisaría. Íbamos como en una lata de sardinas. El que levantaba la cabeza recibía un culatazo. Fui uno de esos, porque quería que alguien me viera. En la 20ª Comisaría un carabinero me conocía e intercedió por mí. Me soltaron cerca de las 20:00 horas. Pero mi hermano quedó detenido", dice.


 Leonilda Díaz

Lo dieron por muerto

Luis Abraham González recuerda: "Fuimos ametrallados y caímos al río, algunos ya muertos, otros agónicos… Yo tenía cuatro heridas de bala, que me alcanzaron en un hombro, en la pierna izquierda, a la altura de la rodilla y otra a dos milímetros de la columna vertebral, en la región lumbar. Todas con salida de proyectil. Vi cuando bajaron al río unos carabineros y sentí que empezaban a disparar, rematándonos… Fui golpeado con el pie, me dieron vuelta, y al ver la sangre de las heridas, me dejaron allí… Me dieron por muerto. Nunca pensé que nos fusilarían", dice. Luis González Plaza tenía 19 años y había concluido su servicio militar en abril de 1973. "No perdí el conocimiento. Esperé escuchar el ruido de los motores de los vehículos policiales alejándose y me arrastré como pude… Atravesé hacia una población, cerca de la Perrera, donde había unos árboles grandes, y ahí me escondí. Pedí agua a unos vecinos porque estaba choqueado y con tercianas. No podía moverme mucho por las heridas y me estaba desangrando. De madrugada, una señora me pasó un chaquetón. No tenía mucha conciencia de lo que pasaba. Tenía mucho miedo que los carabineros volvieran y me encontraran en la población. Unas horas después perdí el conocimiento. Desperté como a los cinco o seis días en la Posta 3, y lo primero que vi fue a dos carabineros. Mis familiares me daban por muerto. Ya habían enterrado a los seis cadáveres que se recuperaron en el Instituto Médico Legal. Los demás desaparecieron", dice.

Uno de los ejecutados, Luis Verdejo Contreras, era casado y tenía una hija. Era comerciante de feria libre. "Después de detenerlos, enseguida se devuelven a la quinta de recreo y sacar a más personas", dice Ismael Rodríguez. Sus restos aparecieron destrozados en el Instituto Médico Legal, que estaba lleno de cadáveres. "Los tenían en fila, todos abiertos. Había niños, mujeres, ancianos y al fondo, cerca de cinco pisos de ataúdes, dispuestos de modo que permitía verles las caras. Junto a Luis Verdejo estaba el cuerpo de la menor embarazada, Leonilda Díaz. Leonilda tenía el vientre abierto y a su guagua al lado, aún con el cordón umbilical. La criatura también tenía heridas de balas", relata Ismael Rodríguez Arancibia, hermano del ejecutado Luis Rodríguez, quien fue testigo de la detención de su hermano y de Luis Verdejo. Rodríguez ingresó al Instituto Médico Legal a reconocer sus cuerpos. Posteriormente fue perseguido, detenido y torturado, hasta que debió partir al exilio.

Luis Abraham González continúa con su relato: "Cuando estaba en la Posta 3 llegó Carabineros para establecer por qué me encontraba herido a bala… Según un médico que me atendió, mientras estaba inconsciente hablé. Dijo que me querían poner una inyección, que lo impidió. Me ofreció llamar a algún familiar. Él no podía hacer nada más. Mi padre era dirigente de la Anef, pensaba que yo estaba muerto. Cuando se enteró dónde estaba, se quedaba todos los días junto a sus compañeros de trabajo en la Posta, hasta que me recuperé. Luego, me trasladaron al Traumatológico por las fracturas. Estuve meses allí, cuando iba a controles, siempre había carabineros vigilando. Un día se me infectó la herida y fui al Hospital aunque no tenía control. Por miedo a ser detenido nuevamente decidí no ir más y me comenzaron a buscar. Allanaron mi casa en varias oportunidades. Vinieron varias veces a buscarme. Mi padre también estuvo detenido un tiempo por ser dirigente sindical. Un tío me recibió en Melipilla y me mantuvo escondido en los cerros. Tras años visité mi casa, por breves períodos. No tenía documentos de identidad y tenía miedo a ser asesinado Me he preguntado toda la vida cuál fue la razón de lo que sucedió, cuál fue nuestro error. Estuve muchos años escondido. Por 28 años la herida de la espalda no me cicatrizó. Supuraba constantemente. Sarita Carrasco, de la Fundación de Ayuda Social de Iglesias Cristianas (FASIC), me consiguió una entrevista con un ex doctor de la Clínica Chiloé. En el Hospital Barros Luco me curaron. Sarita Carrasco habló con la visitadora y me atendieron. Aún siento intensos dolores en la columna y muchas veces no puedo levantarme", dice.

Hasta hoy, Luis Abraham González presenta secuelas físicas y sicológicas de la ejecución. "Me casé escondido. Sin tener cómo alimentar a mí esposa. Yo iba y volvía, pasaba algunas semanas con ella y me tenía que ir porque en Puente Alto me buscaban. Eso duró años. Después nació mi hija. Me separé, no podía trabajar. El temor se mantiene en mi", dice. Las demás familias de los ejecutados también sufrieron una constante persecución de los organismos de seguridad de Pinochet. Muchas familias se exiliaron o se separaron definitivamente. Por el temor, sólo cuatro familiares de las víctimas del Puente Bulnes iniciaron acciones legales en 1998.


Fotografías

-Luis Abraham González Plaza, en ese entonces de 19 años, el único sobreviviente del fusilamiento en el Puente Bulnes. - Leonilda Díaz, menor de 14 años, embarazada de seis meses, una de las víctimas del fusilamiento en el Puente Bulnes.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto