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La insignia
17 de octubre del 2006


Reflexiones peruanas

Racismo al revés también es racismo


Wilfredo Ardito Vega
La Insignia. Perú, octubre del 2006.


21 de marzo. Conmemoración por el Día Mundial contra el Racismo. Concluyen las ponencias y se da paso a las preguntas del público. Súbitamente, una señora de rasgos andinos exclama:

-¡Me han gustado mucho las charlas, pero me indigna que esas personas estén sentadas en la primera fila!

La presentadora explica que se trata de los cuatro niños del Colegio Newton, que van a recibir un premio por su pequeña campaña contra el racismo y están acompañados por sus padres y del director del colegio, que es inglés. Sin embargo, algunos otros asistentes se suman a las críticas hacia "esas personas" y pronto se hace evidente que no les disgusta sólo su ubicación en la sala, sino su misma presencia.

-Parecía que, al verlos blancos, había quienes sentían que no tenían cabida allí y los percibían como el enemigo- analizará después un antropólogo, presente mientras suceden los hechos.

Yo, entretanto, pienso que, paradójicamente, por su rechazo al racismo, los niños y sus padres vienen siendo objeto de expresiones hostiles, aunque nunca pasan a ser realmente palabras ofensivas.

A pesar de la explicación reiterada por los organizadores, la señora se levanta y se retira indignada con su pequeña hija, seguida por otro asistente, un joven proveniente de una parroquia del Cono Norte, también de rasgos andinos.

La premiación se retiró pocos minutos después y, al despedirse, el director del colegio me comenta:

-Se ve que existen emociones muy fuertes y contenidas sobre este tema, pero es bueno que aparezcan... y que los niños y sus padres sean conscientes de ello.

Históricamente existen diversos ejemplos de poblaciones que sufrieron racismo y discriminación... y luego los ejercieron. A veces, incluso la afirmación de la identidad puede llevar a una nueva intolerancia. Recuerdo, durante un panel sobre exclusión y etnicidad en el Cuzco, que una joven universitaria pidió a Nelson Manrique:

-Desearía que me confirme que los descendientes de los incas tenemos genes que nos hacen superiores.

Igualmente, cuando hace casi dos años comenzamos la campaña Basta de racismo, un abogado de Cerro de Pasco envió su solidaridad, diciendo: "Los apoyamos porque el Perú debe saber que la raza andina es la más valiosa que existe".

Yo le advertí que debía tener cuidado en no caer él también en racismo, pero me parece que muchas veces la discriminación hacia los peruanos de ascendencia europea no se basa en la afirmación de una identidad específica, sino de prejuicios inconscientes.

Un ejemplo concreto es el estereotipo, que puede ser muy mortificante en la vida cotidiana, de asociar a los blancos con mayor capacidad adquisitiva, por lo cual taxistas o vendedores ambulantes elevan sus precios. También los policías, al pedir coima a un automovilista , suelen establecer una relación entre la claridad de la piel y el monto a solicitar. En algunos ambientes laborales, existe además el estereotipo de que al blanco no le gusta trabajar duro ni ensuciarse las manos.

En la vida social, los prejuicios raciales pueden ser sumamente incómodos. "Si estoy en una reunión con gente que no me conoce, de saque piensan que yo soy sobrada", dice una periodista de ascendencia croata. "Con la alumna blanca ninguna quería juntarse, porque decían que era una pituca.", cuenta la profesora de un colegio nacional de mujeres. El relato de un alumno de San Marcos termina de manera más violenta: "Al final, los patas encontraron un pretexto para pegarle al "blanquito" y él se cambió de universidad".

En estos casos, el prejuicio constante es que el blanco de por sí es prepotente, creído y racista. "No nos acercábamos a ellos, por temor a ser choteados", recuerda un universitario, respecto al pequeño grupo de blancos que había en su clase. Es posible que experiencias anteriores de racismo hayan generado estas reacciones, pero también son racistas. "Una puede estar callada simplemente por timidez, pero mucha gente ya piensa mal", observa una administradora. Por ello, hay quienes buscan evitar toda animadversión en su contra mostrándose exageradamente campechanos o cordiales.

Evidentemente, el racismo que padecen los blancos no se manifiesta en violencia policial, exclusión social o falta de atención del Estado hacia sus problemas. Sin embargo, sí es posible que se pierdan determinadas oportunidades laborales. "Ya no me llaman de ninguna serie -comenta un joven actor- porque dicen que soy demasiado blanco para una historia sobre chacalones o vírgenes de la cumbia."

Cuando un colegio, una institución estatal, una empresa o una ONG busque afrentar el problema del racismo dentro de sus integrantes, sería conveniente que también analizara estos prejuicios. Si la lucha contra el racismo deriva en afirmar la superioridad de los excluidos, queda totalmente tergiversada. Se trata de promover la tolerancia y la aceptación mutua. ¿Somos capaces de luchar contra el racismo sin caer en lo mismo?



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