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La insignia
24 de mayo del 2006


Ecuador

Sin TLC, sí se puede


Alberto Acosta
Diario Hoy / La Insignia. Ecuador, mayo del 2006.


A contrapelo de los "terroristas económicos", que se han multiplicado en estos días con la sola posibilidad de que no se firme el TLC, es preciso invitar a la serenidad. Los males que nos anuncian están lejos de alcanzar una gravedad terminal. No tienen fundamento alguno las amenazas de un desempleo masivo que en forma alegre e irresponsable se vierten. Frente a la pérdida de las preferencias arancelarias (ATPDEA) no hay por qué desesperarse. Su costo está dentro de parámetros manejables. Con menos de 30 (treinta) millones de dólares se habría cubierto el pago de aranceles de todos los productos con ATPDEA el año 2005, que representaron el 14% del total exportado a los EEUU.

La ausencia de alternativas es otra falacia. Los defensores del TLC las reclaman dentro de la lógica dominante. Cuando eso es exactamente lo que no es alternativo. No se trata de hacer bien lo mismo que se ha hecho hasta ahora. En las condiciones actuales, una respuesta adecuada exige construir un régimen social de acumulación diferente, que no asuma como su eje y meta la inserción sumisa al mercado mundial. Esto conduce a diseñar una concepción estratégica de participación en el mercado internacional, que tenga como su plataforma de lanzamiento un proceso nacional-local de desarrollo sustentado en crecientes niveles de equidad y de vinculación de las actividades exportadoras con el resto de la economía.

Esta estrategia tendrá que ser flexible para enfrentar las turbulencias del mercado internacional, las transformaciones que se deriven de la revolución tecnológica, la complejidad de los fenómenos geopolíticos y por cierto los difíciles retos internos. Hay que priorizar como objetivo la unidad y la integración latinoamericana a partir de la convergencia de sus políticas económicas y sociales, de la complementaridad de sus aparatos productivos y de la solidaridad regional. Hay que promover mecanismos de negociación que reconozcan la realidad del desarrollo desigual y las relaciones solidarias entre los socios en vez de plantear una ficticia igualdad entre países. El cuestionamiento al TLC con los EEUU, no cierra las puertas a otros tratados -bilaterales o multilaterales- para buscar nuevos socios o para consolidar los existentes, incluyendo los EEUU, siempre que estos acuerdos no sean un lastre para el desarrollo. En lugar de quitar poder al Estado se deberá transformarlo de raíz y fortalecerlo como actor del desarrollo, modernizando simultáneamente los mercados. Además se requieren reglas claras y estables para los inversionistas grandes y pequeños, extranjeros, nacionales y el Estado mismo. Y por último hay que salir de la trampa planteada por la "gobernabilidad", entendida como un esquema que facilite la imposición del neoliberalismo.

Por eso, una alternativa como la apenas esbozada estas líneas pasa por cerrar de forma definitiva la puerta al tratado de sumisión de Washington, recordando que el TLC le es incluso más útil que el FMI para introducir las reformas neoliberales.



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