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La insignia
19 de mayo del 2006


El sofisma del libre comercio (I)


Rafael Correa
La Insignia. Ecuador, mayo del 2006.

Presentación (1) del libro «El rostro oculto del TLC»
De Alberto Acosta, Fander Falconí Benítez, Hugo Jácome y René Ramirez.
Ediciones ABYA-YALA. Quito (Ecuador), 2006.
Diseño de portada: Raúl Yépez.


«Dentro de 200 años, cuando América haya obtenido del proteccionismo
todo lo que pueda ofrecer, también adoptará el libre comercio.»
-Ulysses Grant, presidente de EEUU entre 1868 y 1876,
en respuesta a las pretensiones librecambistas de Inglaterra-


El rostro oculto del TLC

La idea de que el libre comercio beneficia siempre y a todos, es simplemente una falacia o ingenuidad extrema más cercana a la religión que a la ciencia, y no resiste un profundo análisis teórico, empírico o histórico. Aunque los TLC son mucho más que la simple liberalización comercial, nos referiremos básicamente a los sofismas sosteniendo las bondades del llamado libre comercio.

Mientras que sin duda una adecuada especialización y comercio entre países con similares niveles de desarrollo puede ser de gran beneficio mutuo, una liberalización comercial a ultranza entre economías con grandes diferenciales de productividad y competitividad, significa graves riesgos para los países de menor desarrollo relativo dada la probable destrucción de su base productiva, y, con ello, la destrucción de puestos de trabajo sin capacidad de crear nuevos empleos, todo lo cual constituye una verdadera bomba social.

De esta forma, el resultado más probable de un aperturismo irracional es la "especialización" de las economías menos desarrolladas en bienes basados en recursos naturales -los únicos en los que se tiene "ventajas comparativas"-, y, en consecuencia, se producirá o ahondará la reprimarización de dichas economías y su retorno a los modelos agroexportadores tan denostados hace más de cincuenta años por sus secuelas de bajo desarrollo de fuerzas productivas, mayor concentración del ingreso, mayor dependencia externa, y mayor exposición al intercambio desigual.

Para el caso de América Latina, ya existe evidencia de que el aperturismo ha producido la desindustrialización de la región y mayor dificultad para generar empleo manufacturero (Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas, Cepal 2002:79). De igual manera, la tasa de desempleo abierto urbano ha tendido a aumentar en un amplio grupo de países de la región (Cepal, 2001) (2). Como manifiesta el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, "el hecho de que demasiado a menudo la liberación comercial fracasa en cumplir lo prometido, pero en su lugar simplemente genera más desempleo, es el por qué ella provoca fuerte oposición (Stiglitz 2002:60).

Mientras que algunos plantean la discusión en términos ideológicos, es decir, justificar un aperturismo a ultranza en función de estrechísimos conceptos de libertad y una supuesta supremacía de los consumidores, probablemente lo único que lograrían en el largo plazo sería condenar tanto a consumidores cuanto a productores nacionales a la supremacía de los productores extranjeros. Es decir, mientras que en teoría con esta clase de esquemas los consumidores se benefician en el corto plazo, en el futuro tanto consumidores y productores nacionales se perjudican, ya que, sencillamente, sin producción nacional tampoco puede haber consumo. Pocas personas niegan estos peligros, pero lamentablemente muchos, en un sui géneris razonamiento económico, manifiestan que hay que ver las "oportunidades", no los problemas. Sin embargo, en toma de decisiones con riesgo, todo es cuestión de probabilidades, y aferrarnos a la existencia de "oportunidades", independientemente de las escasas probabilidades de éstas, es simplemente un absurdo económico.

Finalmente, algunos, reconociendo las pocas oportunidades que existen en América Latina para una exitosa apertura total de mercados, se resignan ante el hecho de que no existen opciones, pues la globalización, y, dentro de ella, la apertura económica y la integración de los mercados, es supuestamente irreversible. Aunque ésta es una premisa cuestionable (3), de ser realidad lo único que demostraría sería la necesidad de que los países subdesarrollados, y particularmente los países latinoamericanos, se integren inteligentemente a dicha globalización, sin aceptar pasivamente convertir naciones en mercados y ciudadanos en consumidores, sino buscando también una integración institucional, política y social con adecuados criterios de equidad y creíbles compensaciones para las economías con menor desarrollo relativo, al estilo, por ejemplo, de lo que se hizo con la Unión Europea (4).

En el presente texto se ilustra sobre algunas debilidades teóricas de la Teoría de las Ventajas Comparativas, fundamento del libre comercio; se presenta evidencia empírica de los efectos del proceso aperturista de los últimos veinte años, con énfasis en América Latina; se comenta el libre comercio en una perspectiva histórica; y finalmente se ofrecen algunas hipótesis sobre el entusiasmo por el libre comercio.


Las débiles bases teóricas del libre comercio

Teóricamente, los beneficios del libre comercio se fundamentan principalmente en la conocida teoría de las ventajas comparativas. Esta poderosa idea desarrollada por David Ricardo tiene en su simplicidad su mayor fortaleza pero también su mayor debilidad. Sus debilidades teóricas son bien conocidas, entre las principales están su enfoque estático, la inexistencia de imperfecciones del mercado, y la ausencia de cuestiones de poder.

En cuanto a la naturaleza estática de la teoría, si en nombre de las "ventajas comparativas" un país se especializa en producción de bienes agrícolas primarios basados en sus recursos naturales y renuncia a producir bienes manufacturados, muy probablemente jamás tendrá "ventajas comparativas" en estos últimos. Sin embargo, ¿quién garantiza que, de haber persistido en su intento de ser competitivo produciendo bienes manufacturados, lo hubiere logrado exitosamente, en lo que se conoce como ventajas comparativas dinámicas? Tal es el caso de Corea del Sur, que en los años sesenta empezó a construir barcos pese a no tener "ventajas comparativas" en esta industria, y hoy es uno de los más grandes y eficientes productores de barcos del mundo.

En cuanto a las imperfecciones del mercado, la competitividad en la producción de bienes, sobre todo industriales, depende crucialmente de factores estructurales, entre ellos el tamaño del mercado nacional y el tamaño del propio sector industrial. Técnicamente, si los costos promedios de la empresa disminuyen con el nivel de producción (existencia de economías a escala), la competitividad será mayor mientras mayor es el tamaño de mercado que atienda la firma. Sin embargo, incluso si no existiesen economías a escala, el propio tamaño del sector industrial, por medio de complementariedades verticales y horizontales (es decir, externalidades positivas), reduce costos promedios generales.

Esto es un factor crucial para que un país desarrollado y de gran tamaño tenga "ventajas comparativas" sobre un país subdesarrollado. Obviamente, de darse la especialización en función de dichas ventajas, nunca se logrará revertir esta situación (5). De esta forma, una verdadera política de desarrollo, en lugar del simplismo del libre comercio en función de "ventajas comparativas", necesariamente implica una política industrial implícita o explícita, que promueva las industrias viables y que las proteja hasta haber logrado las economías a escala y/o externalidades positivas que les permitan competir en el mercado internacional. Para ejemplificar lo anterior, si Japón -la segunda economía mundial-, hubiese seguido el principio de las ventajas comparativas como estrategia de desarrollo y no hubiese implementado claras políticas industriales, probablemente sus principales exportaciones aún serían, al igual que en el siglo XIX, seda cruda y té.

Por último, si en nombre de las "ventajas comparativas" un país como Ecuador se especializa en la producción de entradas (camarones) y postres (banano), mientras se vuelve totalmente dependiente de bienes industrializados, se produce una relación asimétrica entre muchos países ofreciendo bienes absolutamente prescindibles y con una inmensa cantidad de sustitutos, frente a pocos países ofreciendo bienes fundamentales para mantener la producción y el empleo. Esta situación produce lo que Raúl Prebish y Paul Singer llamaron el "intercambio desigual", expresado en la tendencia a largo plazo de la caída de los términos de intercambio. Hoy, para algunos, citar a Prebish es prácticamente un anacronismo. Sin embargo, después de haber sido tan menoscabado, la liberación comercial de los noventa, en lugar de desmentirlo, le está dando la razón. Como menciona Stiglitz, después de la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la consecuente liberalización comercial, los términos de intercambio se han deteriorado aún más para los países más pobres (Stiglitz, 2002:7).

Cepal (2002) demuestra que los términos de intercambio entre materias primas -de las cuales los países subdesarrollados son los grandes proveedores-, y manufacturas, hoy cuestan la tercera parte que antes de 1920, e identifica el agravamiento de esta tendencia en los últimos veinte años, con un deterioro acumulado del 30% en los términos de intercambio (6).

De esta forma, no obstante persistir los problemas que hicieron desconfiar a América Latina del comercio internacional y que llevaron a instrumentar la llamada industrialización sustitutiva de importaciones, pareciera ser que ahora América Latina tiene una confianza en los mercados internacionales rayana en la fe. Lamentablemente, la existencia de un mercado internacional funcionando en un vacío de fuerzas y dando los correctos precios a todas las mercancías sigue siendo una fantasía. En definitiva, como señala Paul Krugman, está claro que el clásico e idealizado modelo teórico para justificar el libre comercio ya no es válido. En la práctica, el simplismo de las ventajas comparativas como estrategia de desarrollo para los países más pobres, significa la negación de la mayoría de aquello que conocemos como desarrollo económico.


Notas

1. El texto, preparado para este libro, se basa en el trabajo presentado en "Libre comercio mitos y realidades", editado por Alberto Acosta y Eduardo Gudynas (2004), que recogió elementos de la ponencia presentada en el seminario: "El ALCA y el Futuro de América Latina y el Caribe", Noviembre del 2003, celebrado en Guayaquil (Ecuador).
2. El presente trabajo se refiere sobretodo a aspectos cuantitativos. Sin embargo, en cuanto a los cambios cualitativos del empleo en la región, Cepal señala que "las consecuencias de los cambios en el empleo, comunes a la gran mayoría de los países de la región, han sido la alta y creciente inseguridad e inestabilidad laboral, producto del elevado desempleo y la movilidad entre ocupaciones; la progresiva desigualdad, como resultado de la evolución de las retribuciones entre sectores, estratos de productividad y niveles de calificación; y la exclusión, atribuible a la insuficiencia de empleos de calidad, la baja cobertura de los sistemas de protección social y la creciente precarización laboral". (Cepal 2002:322).
3. Hay muy pocas cosas irreversibles en economía. De hecho, la plataforma política de Pat Buchanan, dos veces candidato presidencial de EEUU con el lema "America first", es sencillamente cerrar EEUU a toda integración internacional, bajo el históricamente correcto principio -como lo demostraremos más adelante- de que "no hay nada más anti-americano que el libre comercio". La base política de Buchanan está compuesta por muchos trabajadores "blue collar", es decir, no calificados, las principales víctimas en EEUU -así como en el resto del mundo- del aperturismo y globalización. En el humilde criterio de este autor, la globalización neoliberal durará lo que duren los beneficios para EEUU.
4. Como manifiesta Alberto Acosta para el caso del ALCA: "Mientras el ALCA gira alrededor de la 'teología' del libre mercado, la iniciativa europea, que también apoya la integración comercial, se ajusta a una dimensión política-institucional y social... basta recordar los fondos de cohesión y los fondos regionales para apoyar financiera y técnicamente a los países de menor desarrollo relativo para que alcancen el nivel de las naciones más ricas (como sucedió con España), algo que no asoma por lado alguno en el ALCA". (Acosta 2002).
5. Técnicamente, la existencia de economías a escala a nivel de firma y de externalidades positivas a nivel de industria implican que la función agregada de producción tiene rendimientos a escala creciente, y, como corolario, que el propio crecimiento del sector industrial ayuda a reducir costos promedios. Estas ideas han sido formalizadas en los modelos de crecimiento de Rosenstein-Rodan y Nurkse, cuyas principales implicaciones de política económica es la necesidad de políticas industriales. Sin embargo, estas ideas no son en absoluto nuevas, y datan en forma explícita por lo menos desde el siglo XIX bajo el concepto de "industria infantil", principio que prácticamente todos los países hoy llamados desarrollados han aplicado persistentemente, como se demostrará más adelante.
6. Se excluye el petróleo.



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