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La insignia
23 de mayo del 2006


La victoria del teléfono sobre el fax


Marcos Winocur
La Insignia. México, mayo del 2006.


¿Qué se inventó primero, el teléfono o el fax? ¡Vaya pregunta! El fax, naturalmente. Como recuerdan nuestros padres y abuelos, durante años sólo hubo fax; y cuando se inventó el teléfono, causó un impacto terrible.

Claro, antes las personas se comunicaban sin escucharse entre sí. Mi querida Lupita, corazón, miamor, mi reina, mi cielo, te faxeo para escribirte que te amo. Mi muy apreciado amigo, comparto tu dolor ante la muerte de tu bisabuelita. Y todo sin escuchar el timbre de las voces, aislados unos de otros por el papeleo sin alma.

Va fax, viene fax, se terminó por reducir la comunicación humana al frío lenguaje de la electrónica muda. Ya la gente ni se hablaba, quiero decir (y muchos lo recordarán): las conversaciones personales decayeron, nos habíamos conformado a faxearnos los unos a los otros entre ciudades, entre dos casas de una misma ciudad, entre dos habitaciones de una misma casa y finalmente entre personas ocupando las mismas habitación y cama. El esposo despierta, se vuelve a la izquierda y opera su fax de buró.

Primer mensaje de la mañana: buenos días, cariño mío, ¿has dormido bien? La esposa despierta, se vuelve a la derecha, lo recibe y, segundo mensaje de la mañana, activa su fax de buró: buenos días, mi vida, dormí bien porque soñé contigo, bajo a prepararte el desayuno. Y así todo...

...hasta que a alguien se le ocurrió. ¿Y si en lugar de escribir nos escucháramos, cualesquiera sean las distancias que nos separen? ¿Para qué? -alegaron muchos-. Si lo que importa es el contenido, no la voz -agregaron. Y así, el teléfono nació con resistencia de la gran mayoría.

Pero poco a poco fue ganando espacio hasta imponerse. Sus primeros defensores fueron los enamorados. Decir «te amo» y oirlo el otro, fue grandioso. Decir «te amaré siempre» fue sensacional: se podía apreciar el grado de vacilación en el timbre de voz al pronunciar «siempre», y así dar lectura al amorómetro. Desdén, afectos, ironía, rabia, todo se filtraba a través de los tonos de voz. Y las conversaciones personales, ellas también, fueron reivindicadas.

¡Viva el teléfono!
¡Abajo los faxistas, faxiosos y faxinerosos!
¡Viva el teléfono!



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