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La insignia
5 de marzo del 2006


Entrevista con Santiago Roncagliolo*

«Me alimento de las cosas que los escritores desprecian»


Perú, marzo del 2006.


Santiago Roncagliolo

Santiago Roncagliolo es el primer peruano que obtiene el Premio Alfaguara de Novela. Dotado con 175.000 dólares y un prestigio merecido, es uno de los más importantes en lengua castellana. Roncagliolo vive en España desde hace cinco años. Vino como un inmigrante más. Trabajó en los oficios más insospechados, todos legales por supuesto, incluyendo el de mayordomo, hasta que, hace aproximadamente un año, Alfaguara publicó su novela Pudor.

-¿En qué va a invertir el dinero del premio?

-Quiero tener un hijo, no tengo más remedio. Como siempre mi vida había sido muy inestable económicamente le ofrecí a mi novia, Rosa (valenciana), que, si ganaba el premio tendríamos un hijo porque, la verdad, pensé que lo iba a perder. Ahora no me puedo escapar.

-Su fuente de inspiración es la violencia que ha vivido en Perú pero también ha comentado que cuando esta se vivió en Lima, en su casa, como en muchas de la capital, se cerraban las ventanas y se sellaban, a ser posible. ¿No es por lo menos una aparente contradicción?

-Creo que no es casualidad que esta novela gane el premio, que la de Alonso Cueto (con La hora azul, también sobre la violencia vivida en Perú) haya ganado el Premio Herralde el año pasado. Durante años hemos guardado silencio respecto de todo lo que ocurrió no solo durante la violencia sino incluso después. Esto no es un derramamiento de sangre como los que tuvieron Chile, Argentina, Uruguay, con dictaduras militares donde había claramente una dictadura militar monstruosa sino que muchas de las muertes atroces sucedieron con gobiernos democráticos que los peruanos escogimos. Enfrentar la violencia que vivió Perú es enfrentar la parte monstruosa de nosotros mismos. La razón por la que dos novelas sean premiadas en España con este tema es que ha llegado el momento de enfrentarnos a nosotros mismos. Me gustaría colaborar con esta novela a que los peruanos nos miremos en el espejo y pensemos qué tanto de nuestros propios errores hubo en ese derramamiento de sangre.

-¿Se puede ya hablar de una tradición novelística peruana sobre la violencia empezando por Lituma en los Andes?

-Podría ser pero creo que Lituma en los Andes es muy anterior, más bien Alonso Cueto, Ponce, responden a un momento en el que creo que se ha clausurado en el Perú la confrontación y se ha inaugurado el momento de reflexionar, la necesidad de los peruanos de leer al respecto, de saber qué ocurrió y de hacerlo con la tranquilidad y la distancia que no era posible mientras la guerra estaba en curso. Lo que marca ese giro es la aparición de la CVR. Lituma puede ser una predecesora pero es parte de un momento distinto.

-¿Cree que en Lima recién se toma verdadera conciencia de lo que sucedía con el terrible atentado en la calle Tarata?

-Sí. Solamente entonces tomó conciencia pero aún mucho después se mantenían muchos ojos cerrados. Es muy significativo que esta guerra ocurrió especialmente en la sierra y sus víctimas no eran intelectuales, historiadores, académicos, gente de la clase media urbana, sino campesinos que no tenían nombre, que no existían. Los que murieron ya habían muerto civilmente, ya habían muerto para el Estado, mucho antes de ser físicamente ejecutados. Eso es algo que nos debería hacer replantear mucho de cómo nosotros entendemos nuestro propio país.

-¿El fiscal de autos es "de los buenos" o "de los malos"?

-El pobre fiscal nunca ha hecho nada bueno ni nada malo. El pobre fiscal adjunto Félix Chacaltana Saldívar nunca ha hecho nada que no esté estipulado en los estatutos de su institución. Ha vivido apegado a sus códigos y normas y ha vivido creyendo que solo con obedecerlas él sería una buena persona y el mundo sería un buen lugar para vivir. Lo que ocurre con él es que la muerte le salta a la cara, los asesinatos lo obligan a mirar al horror a los ojos y a mirar toda esa parte no legislable que es la brutalidad humana y de la que él se creía a salvo mientras se encerraba en su código penal.

-¿Su novela es una reflexión sobre la muerte?

-La muerte siempre ha sido un tema, de un modo u otro. En Pudor también lo era porque arrancaba con una muerte y de hecho durante toda la novela se sabía que uno de los personajes iba a morir. Creo que la muerte es un tema universal y apasionante porque es el único que todos sabemos que nos va a tocar y el único del que no sabemos absolutamente nada y del que no hay manera de saber qué va a pasar después. Eso le da un interés dramático universal.

-Abril rojo ¿es más como Historia de Mayta o más como El Silencio de los inocentes?

-Me parece una linda definición pensar que se pueden mezclar las dos cosas. Es un thriller de un género clásico pero trata de incorporar una reflexión política dentro del género. Me parece absolutamente pretencioso decir que es una mezcla de las dos pero lo acepto encantado, si no soy yo el que lo dice no es tan terrible.

-Parece una novela casi totalizadora, universal pero también basada en un tema netamente peruano.

-Siempre he tratado, y eso ocurrió con Pudor, de contar temas que toquen a todas las personas. En el caso de Pudor era la intimidad y la incomunocación, la soledad y el sexo, son temas que afectan y preocupan a personas de cualquier ciudad del mundo solo que para mí lo natural era contarlas en un escenario peruano. Aquí también me interesa la guerra, la violencia, la muerte, y el escenario en el que más normal me resulta narrarlo es un escenario peruano. Las historias verdaderamente universales están a nuestro alrededor, son precisamente lo que tenemos cerca y lo que les da universalidad es nuestra mirada más que algo del interior de la historia en sí.

-¿Diría que es una novela que habla sobre las zonas grises en las que se mueve la mayor parte de la Humanidad, sin buenos ni malos claros?

-Sí. Creo que todas las buenas novelas hablan de eso, hablan del lado oscuro que tenemos y no queremos ver, nos enrostran esta parte, y nos muestran que no tiene que ver con ser mounstros sino que la maldad forma parte de nosotros, que el mal es algo mucho más cercano y cotidiano de lo que queremos admitir.

-¿Está presente el humor, como en sus otras obras?

-Sí, no puedo evitarlo, sobre todo al principio. Félix Chacaltana es un hombre terriblemente absurdo, le gusta que lo traten por su título entero, "Fiscal general adjunto". Traté de retratar a los burócratas peruanos, a los policías peruanos y a esta clase que casi siempre es gente noble pero muchas veces bordea lo absurdo y añade más surrealismo a un país que de por sí ya es muy fuera de lo común.

-¿Se podría situar en cualquier otro escenario de guerra, como Irak?

-Cambiando tres o cuatro cosas puede ser una novela situada en cualquier guerra. Las preguntas que se hace es qué es lo que hace que estemos dispuestos a matar, qué es lo que decide quién tiene razón y quién es el bueno en una guerra, qué pasa cuando una sociedad está formada por asesinos a tal punto que ser asesino es la única manera de vivir. Esas son cuestiones que se plantearon en Perú con la guerra interno pero que también se plantearon en España con la Guerra Civil, que se plantean en Bagdad y en cualquier zona con violencia. Bagdad ha repetido lo que ocurrió en Perú: el combate a terroristas con medios militares, un gravísimo error que lo fue en Perú y que ha vuelto a serlo en Irak. Esa manera de combatir el terrorismo sólo te asegura que se multiplicarán los terroristas.

-Una de sus metas es que el narrador sea invisible ¿Lo ha conseguido en esta obra?

-Me importa mucho que el lector se sumerja en la historia, se olvide de que le están contando una historia, que viaje a los escenarios donde los personajes viven, comparta con ellos sus inquietudes, sus asesinatos.

-Ha escrito libros infantiles, una novela para adultos como Pudor, ahora este thriller. ¿De dónde sale esa versatilidad?

-Del hambre. La necesidad de conseguir trabajo escribiendo, de mi decisión de vivir de escribir durante estos últimos años. Eso no te permite esoger, te dicen ¿quieres escribir una telenovela?, dices que sí, te dicen ¿puedes hacer una traducción literaria?, dices sí porque necesitas el trabajo. También de que a mí nunca me ha interesado hacer una literatura elitista, siempre me ha interesado hacer una literatura para los lectores comunes y corrientes, que no tengas que tener un doctorado en filosofía para leer. El oficio para conseguir eso lo he tomado de los oficios que los escritores suelen despreciar, de ser negro literario, de hacer discursos, de telenovelas, del periodismo. Me alimento de las cosas que los escritores desprecian.

-¿Cómo le sienta que en España lo comparen ya con Mario Vargas Llosa?

-Es una comparación maravillosa para mí, exageradísima y me llena de orgullo, espero que a él no le moleste. Es una persona a la que admiro muchísimo. Que me comparen me parece una falta de respeto para Mario Vargas Llosa pero a mí me llena de orgullo. De todos modos creo que surgimos en generaciones muy distintas y con horizontes creativos e ideológicos muy distintos.

-¿Es consciente de que lo que está viviendo es el sueño de tal vez miles de jóvenes peruanos que ven a España como la tierra prometida para los escritores? ¿Qué les diría, que el camino no es fácil?

-El último año de mi vida ha sido una especie de sueño hecho realidad y mi vida ha sido lo que soñé que podría llegar a ser. Pero fue muy duro, tomó muchos años de trabajo. Pero todo lo que ha pasado también les dice a muchos escritores peruanos que es posible vivir de escribir. Este es un premio para toda la literatura peruana que está mostrando que tiene mucho que decir.

-¿Escribirá sobre la experiencia de la inmigración?

-Sí, posiblemente en próxima novela. Pero siempre juego con muchas ideas y no sé de antemano cuál voy a terminar por privilegiar. Tengo algunos cuentos que hablan de eso y alguno ha sido publicado. Suelo escribir a patrtir de una especie de triángulo: las cosas que vivo, las cosas que leo y las cosas que imagino. He leído y he vivido la inmigración pero me falta imaginar algo que le de suficiente solidez a eso y que lo convierta en una novela.

-¿Qué sintió cuando le annciaron que había ganado?

-Emoción, orgullo, tembladera general pero, sobre todo, sentí alivio. Sentí que esos primeros años en España que fueron muy difíciles y que implicaron mucho trabajo eran reconocidos. Aparte de la seguridad económica que te da el premio creo que todos los escritores somos muy inseguros y necesitamos que nos digan que somos buenos, que nos reconozcan. Un premio como este que está más allá de toda duda, es muy importante.

-¿Ya no seguirá diciendo "Soy peruano y estoy acostumbrado a perder"?

-Cuando lo he dicho me refería al fútbol. Al contrario, como dice Fernando Iwasaki, estamos de lo más ganadores, en fútbol no ganaremos nunca pero el premio a Alonso Cueto, el premio finalista de Jaime Bayly (Planeta) y este premio son una buena razón para que los peruanos veamos menos fútbol y leamos más, que es menos triste.


(*) Publicado en El Comercio, de Perú.



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