Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
25 de enero del 2006


Una lectura desde la economía política

Deuda externa y globalización financiera (II)


Pablo Dávalos
Texto perteneciente al libro Asedios a lo imposible. Políticas económicas en construcción
Editores: Alberto Acosta y Fander Falconí. Ecuador, noviembre del 2005.

Edición para Internet: La Insignia.


El camino recorrido por la economía como ciencia es revelador; la ortodoxia sólo acepta conceptos que legitimen su visión de la realidad, no que la cuestionen o la critiquen. La economía debe ser una de las pocas ciencias que hacen de la ideología su apoyo epistemológico fundamental. Eso es claro, por ejemplo, en los tiempos de Marx y de Ricardo, cuando la burguesía, como clase que lucha por cambiar el mundo y formarlo de acuerdo a sus necesidades históricas, necesitaba comprenderse para legitimarse. Después de Marx, y una vez consolidado su poder, necesita legitimarse más que comprenderse. No necesita un arsenal analítico que le sirva en su lucha en contra de la nobleza, ni de la monarquía, sino una panoplia conceptual y metodológica que le posibilite el ejercicio de su poder. La economía política se transforma en "economía pura", apela a las matemáticas, que es una concesión al positivismo, porque considera que las leyes que estudia la economía son tan naturales como la gravedad, la relatividad o las leyes de la termodinámica.

Ahora bien, el proceso analítico de Marx recorre el camino de toda la Economía Política clásica. En su obra fundamental: "El Capital. Crítica de la economía política", publicado en 1867, Marx parte del punto en el que se había quedado Ricardo: la separación entre la forma-valor y la forma-riqueza de la producción capitalista. Mientras que la Economía Política clásica había separado al mercado de la producción, como un complemento a la separación de la moneda de la creación de riqueza, Marx las integra dentro de un solo momento de la producción, el mercado es parte de la producción, y como tal permite la circulación de mercancías. El mercado permite la "realización" del valor. La producción, sobre todo industrial, en cambio, lo crea. La forma-valor que Ricardo la sustenta con el trabajo humano (es el concepto de valor-trabajo), es el sustento de la forma-precio, es decir, aparece como la monetización del trabajo humano. En la forma-precio yace la retribución al capital y leit motiv del sistema: la ganancia. Si la ganancia es el objetivo final de todo empresario capitalista, entonces, su acumulación será el eje sobre el cual gire todo el sistema capitalista. Para comprender como se regula el sistema, será necesario saber como opera la lógica de la forma- ganancia en el sistema capitalista. No hay que olvidar que la forma-ganancia es una derivación de la forma-valor y que se encuentra en contradicción con la forma-riqueza. En otras palabras, a mayor ganancia menor riqueza social. ¿Cómo opera este proceso?

Si la ganancia es leit motiv del sistema, entonces se trata de encontrar su locus de origen. Marx lo encuentra en la explotación del trabajo. Si se quiere, Marx, con su teoría de la plusvalía, le devuelve a Ricardo el argumento que él utilizó en contra de la aristocracia terrateniente inglesa con su teoría de la renta diferencial. Marx encuentra que la forma valor-ganancia está en contradicción con la creación de riqueza. A medida que crece la riqueza social, ésta se convierte en una amenaza para la forma valor-ganancia, y por lo tanto en una amenaza para el sistema capitalista. Marx descubre que en el capitalismo operan dos procesos básicos que regulan la acumulación de capital y, por tanto, a los mercados.

El primer proceso es convergente y tiene relación con la apertura de nuevos mercados, de nuevas tecnologías, de nuevas dinámicas, o de lo que ahora llamaríamos "nichos de mercado". Una vez que se produce la apertura de esta nueva frontera, los capitalistas acuden atraídos por la alta rentabilidad (son los primeros que llegan), hacia ese nuevo sector y generan un polo de concentración de capitales. Marx denominó a esta forma de regulación capitalista como "concentración de capital" (Ma rx, 1973:599). La concentración de capital, entonces, es un proceso en virtud del cual el capitalismo está en permanente expansión de su frontera. Incorpora nuevos territorios, n u e vas poblaciones a su propia dinámica. La concentración está en el origen de esa "voluntad de poder" inherente al capitalismo, la cual es extender su dominio de manera universal y justificar esa expansión y dominio como una necesidad de la historia. El capitalismo se convierte en "economía- mundo". Pero, una vez que se condensan o se saturan los polos de acumulación, se produce un fenómeno, que Marx lo describe de la siguiente manera:

La guerra de la competencia se hace a costa de bajos precios. La carestía de los productos depende, caeteris paribus (si los demás elementos no varían), de la productividad del trabajo, y ésta de la escala de las empresas. Por consiguiente, los grandes capitales derrotan a los pequeños... Los pequeños capitales confluyen, pues, a las esferas de producción de las que la gran industria no se apoderó todavía, o de los cuales se apoderó de manera imperfecta. La competencia hace estragos en razón directa de esa cifra y en razón inversa de la magnitud de los capitales invertidos. Termina siempre con la ruina de muchos pequeños capitalistas, cuyos capitales desaparecen en parte y pasan en parte a manos del vencedor". (Marx, 1973; T. I: 600).

Marx denominó a este proceso "centralización del capital", y conduce necesariamente a la administración de los mercados, es decir, a su monopolización. El motor que conduce a la centralización de los mercados en pocas empresas está, precisamente, en la competencia. Las empresas tienen que necesariamente ser más performantes, es decir, más competitivas, en razón de que la competencia destruye a aquellas empresas o empresarios no competitivos. Para sobrevivir tienen que apostar a incrementar su productividad por sobre la media de su sector.

Este es un proceso en el cual los capitalistas que pueden incidir en la productividad por encima de la media de su sector, pueden también eliminar la competencia y, finalmente, administrar el mercado a partir de monopolios o acuerdos colusorios de mercado. Es decir, en la regulación de la acumulación del capital, el libre mercado es una primera fase de la concentración del capital, que desaparece cuando el capital, en definitiva, se ha centralizado en pocos sectores que administran los mercados. Concentración y centralización del capital: he ahí los mecanismos ocultos de la "mano invisible" del merc a d o. He ahí las fuerzas que regulan los m e rcados y que provocan el aparecimiento de acuerdos colusorios de mercado, como los monopolios, duopolios, holding, etc. He ahí puestos en el mismo nivel de explicación epistémica la forma-valor y la forma-riqueza en una dialéctica que permite comprender cómo se imbrican, se reconocen y, al mismo tiempo, se declaran antitéticas estas formas sociales de riqueza y valor.

En esta explicación, la intuición de Marx, es genial porque comprende que el exceso de producción implica, a la larga y necesariamente, una disminución de la tasa de ganancia. Es decir, el exceso de riqueza altera la forma valor-ganancia, disminuyéndola. La centralización no es más que un proceso de restauración de la ganancia que controla la riqueza existente; de ahí que el monopolio sea la tendencia natural del capitalismo. En otras palabras, la regulación de la acumulación del capital pasa, necesariamente, por un control y administración de la riqueza social porque, sólo así, se puede regular al largo plazo la forma ganancia del va l o r. El monopolio no es una aberración del sistema ni un fallo de la mano invisible del mercado, es un producto natural, necesario y lógicamente comprensible del capitalismo; es su forma más pura de regular, de una parte, la ganancia; y de otra, la producción de riqueza social. El producto más logrado de la regulación de los mercados hecha por el capitalismo son los monopolios. Son ellos los que, en última instancia, definen la asignación de recursos escasos en mercados globales e interconectados. Si no existiesen los monopolios, la generación incesante de riquezas, producto de las mejoras en productividad, conduciría a la larga al desplome de la forma ganancia, y alteraría el leit motiv mismo del sistema.

Marx explica analíticamente esta relación entre riqueza social y la forma- valor ganancia con su teoría de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, y a partir de esta explicación Marx comprenderá la contradicción permanente del sistema capitalista (Marx, 1973, T.III: 233-284). El argumento de Marx es que la regulación de la acumulación del capital apuesta siempre a incrementar al infinito la productividad, prescindiendo en lo po sible del trabajo humano; pero, la ganancia, en realidad, es una forma que asume el trabajo humano en la producción capitalista. Así, la regulación de la acumulación capitalista apuesta, en verdad, en contra de la ganancia; es decir, en contra de sí misma. Cuando esta apuesta en contra de sí mismo amenaza a todo el sistema, éste entra en crisis. La crisis es sistémica, es inherente a su propia lógica; ni patología social ni evento circunstancial, es la lógica de la regulación del mercado hecha por el propio capitalismo.

Una vez que el capitalismo ha entrado en crisis ¿cómo funcionan los mecanismos reguladores de la acumulación para salir de la crisis? La respuesta está justamente en esa dicotomía: riqueza contra ganancia. Para restaurar nuevamente la forma-valor ganancia, el sistema tiene que destruir el exceso de riqueza creada. Por eso, en sus primeros años, el capitalismo vivió guerras, conflictos, expansiones violentas, etc. La destrucción de la riqueza, en los primeros años de su existencia como sistema, el capitalismo la asumió de forma literal: no solo que destruía las mercancías no vendidas sino también la fuerza de trabajo que las había creado. Obviamente, la regulación de la acumulación no había desarrollado mecanismos que eviten el conflicto bélico para regular la tensión entre riqueza y forma-valor ganancia.

Si la intuición de Marx es certera, entonces, la regulación de la acumulación del capital es un proceso que tiene que ver con el control y administración de la riqueza social y, por tanto, de la escasez. El capitalismo tiene que administrar la escasez; de no hacerlo, podría fracasar como sistema. El capitalismo crea la escasez, la controla, la define (de ahí los discursos de la pobreza), y la estructura de manera política y económica. La intuición de Marx, que en realidad parte de la definición analítica de Ricardo entre riqueza y valor, se convierte en una de las explicaciones centrales de la regulación del capitalismo como sistema.

Ahora bien, la hipótesis del presente trabajo parte, justamente, de esa distinción analítica y la vincula con aquello que se denomina "regulación de la acumulación capitalista", que en lo fundamental comprende los procesos de concentración y centralización de capital antes descritos, como mecanismos de administración de los mercados y, por tanto, de la crisis.

Mi hipótesis es que tras la ruptura del sistema de Bretton Woods en 1971, el capitalismo tenía que desarrollar mecanismos que administraran, controlaran y eliminaran los enormes excedentes de riqueza social que habían producido las políticas del Estado de bienestar de los países europeos y de Norteamérica, del Estado industrial de varios países de América Latina, y de los procesos de industrialización de las economías de enclave del sudeste asiático.

La crisis del sistema de Bretton Woods (1971-1973) coincide con el inicio de lo que Kondratieff denomina un ciclo B de una onda larga del capitalismo (Mandel, 1979: 106); es decir, un descenso sostenido y ponderado de las tasas de ganancia-media de varios países capitalistas, que se expresa por una disminución de la inversión y, por tanto, un decrecimiento del producto nacional.

Luego de casi treinta años de crecimiento ininterrumpido (1945-1971), es decir un ciclo A de una onda larga, el capitalismo había creado tal cantidad de riqueza social, había expandido de tal manera la ciencia y la tecnología, que una crisis entre la forma valor-ganancia y la riqueza social existente parecía inevitable. Es curioso, pero esta misma percepción de que el Estado de bienestar había expandido de tal manera las expectativas ciudadanas, que hacía imposible para la democracia liberal seguir administrando de manera coherente la escasez de recursos, y por tanto, provocando problemas de gobernabilidad, es la base del argumento que Huntington, Crozier y Watanuki presentaron en su informe a la Conferencia Tricontinental, a mediados de los años setenta.

Esto se expresa por una serie de señales en la economía-mundo, que comprenden, entre otros fenómenos, la imposibilidad de sostener el tipo de cambio fijo oro-dólar por parte de Estados Unidos, la presión de los mercados internacionales sobre los precios de mercancías claves, como el petróleo, la tecnología, bienes de capital, etc.; el aparecimiento de la inflación, al mismo tiempo de la recesión (lo que se denominaría en esa época la estanflación), etc. Ahora bien, el capitalismo necesita regular esa contradicción entre la forma valor-ganancia y la riqueza social, controlando esta última y destruyendo los excedentes de riqueza para restaurar la tasa de ganancia, pero no puede hacerlo por la vía clásica de la guerra y el conflicto armado porque, habida cuenta del momento histórico, le habría significado entrar en conflicto con los entonces países de la órbita socialista, lo que habría puesto en riesgo no solo al capitalismo sino a la humanidad.

Entonces, ¿cómo lo hace? ¿cómo se administra la escasez dado el momento político del capitalismo? La regulación a la acumulación del capital, es decir, los mercados, encuentra la forma de destruir la riqueza social excedente con las crisis financieras.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto