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La insignia
21 de enero del 2006


A fuego lento

Imágenes de podredumbre


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, enero del 2006.


Llegué a Guatemala el domingo 15 de enero, y cayó sobre mí un aluvión de imágenes que recrean con lujo de dramatismo la densa y pesada atmósfera urbana en la que pululan seres estupefactos que tratan desesperadamente de no sucumbir a la descomposición.


Cámara indiscreta

Primero, llegó a mis manos un video secreto que fue grabado el 13 de enero de 1999 en el interior del Ministerio Público, durante una sesión de más de tres horas en la que los fiscales correspondientes examinan los resultados de las investigaciones realizadas sobre las pruebas materiales encontradas en la escena del asesinato del obispo Juan José Gerardi en abril de 1998. Este video circuló profusamente, sobre todo entre periodistas, y se dice que fue distribuido por los dos militares condenados a 20 años de prisión por la muerte del prelado. En él queda claro que ya en la fecha en que fue grabado (nueve meses después de perpetrado el magnicidio), los fiscales sabían, por boca de los expertos forenses, varios datos de primera importancia, como por ejemplo:

1). Que el cura Orantes, también condenado a 20 años de prisión juntos a los dos militares mencionados y cuyo perfil psicológico acusa graves trastornos emocionales, estaba presente en la escena del crimen, al igual que su mascota, un perro llamado Balú, que mordió al obispo repetidamente sin que esas heridas hayan sido la causa de su muerte.

2). Que el objeto contundente con que fue brutalmente golpeado hasta la muerte el obispo, no fue la roca encontrada en la escena del crimen y que el arma homicida fue removida del lugar por los autores materiales del asesinato.

3). Que el también obispo Efraín Hernández y su sobrina, de la que hay pruebas de que en realidad es su hija y quien junto a su pareja, un criminal apodado El Colombiano, era jefa de una banda de delincuentes, estaban en la escena del crimen cuando las autoridades fueron notificadas del mismo y cuando el cadáver de Gerardi fue movido de lugar y la evidencia circundante adulterada.

Todos estos datos aparecen en el libro ¿Quién mató al obispo?, de Maite Rico y Bertrand de la Grange, lo cual puede llevar a especular que ambos periodistas conocieran ya estas imágenes cuando presenciaron el juicio público correspondiente, durante el cual, como se sabe, se desechó gran parte de lo consignado en el video para dar paso a evidencia y testigos falsos que atenuaron la responsabilidad del cura Orantes en el asesinato e incriminaron a los dos militares condenados, quienes, por su pasado contrainsurgente, no motivan ánimos de defensa más que en círculos de la extrema derecha militarista, todo lo cual parece dejarlos como buenos chivos expiatorios cuya función aparentemente involuntaria consiste en encubrir a los autores intelectuales y materiales del crimen, los cuales estarían vinculados a la alta jerarquía eclesiástica y también a la militar, durante el gobierno de Álvaro Arzú.

Este crimen contribuyó en forma determinante a que el gobierno oligárquico de Arzú ya no tuviera la continuidad deseada mediante otra victoria de su Partido de Avanzada Nacional (PAN), y que ganara las elecciones el testaferro de Ríos Montt, Alfonso Portillo, cuyos amigos de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHA), vinculados a la izquierda local y que trabajaban con el obispo asesinado, tuvieron una actuación determinante en la falsificación de evidencia y de testigos, según lo relatan con pasmosa acuciosidad los periodistas mencionados en su ya célebre libro. Otra cosa sabida es que Ríos Montt siempre tuvo gente suya infiltrada en la inteligencia militar, y que estaba muy interesado en que el PAN no tuviera continuidad después de que firmara la paz con la ya derrotada guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), cuyos dirigentes pactaron con los militares su retiro dorado y su vergonzosa inactividad política.

La muerte del obispo convenía, pues, a Ríos Montt y a algunos altos mandos militares que vieron como una afrenta los pactos que sus colegas "progres" hicieran con los dirigentes de la ya derrotada y corrupta URNG. También a rivales derechistas del obispo dentro de la alta jerarquía eclesiástica. Y, una vez perpetrado, el crimen también éste convino a los portillistas de la ODHA, quienes consiguieron jugosos financiamientos de la cooperación internacional para investigar el asesinato y hallar culpables. Y de hecho, los hallaron. El problema es que quizá estos culpables lo sean de muchos otros crímenes, pero muy probablemente no del de Juan José Gerardi.


Antihéroes fallidos

El otro video que cayó en mis manos es una película titulada El pájaro sobreviviente, un documental de Luis Urrutia que sigue la actual cotidianidad drogadicta y esquizoide del extraordinario dibujante Arnoldo Ramírez Amaya, quien aparece delirante y agónico durante todo el rodaje, pues todas sus declaraciones están signadas por su constante consumo de "crack". Lo que el artista ofrece a los cineastas como libertad, desnudez franca y autenticidad frente a la hipocresía del sistema, se agota en el delirio de la drogadicción y en la agonía, en la muerte lenta de la lucidez, del delicado trazo de la pluma y del cuerpo físico, sustentado sólo por comidas ocasionales y por la ingesta perenne de "snacks" salados y sorbos de cerveza. En suma, la fallida propuesta de antiheroísmo que el artista hace de su persona, naufraga en la pena que provoca la paciente y metódica autodestrucción de quien no soporta enfrentar los demonios de su vida interior con la conciencia inalterada por estupefacientes.

La pena que produce esta propuesta de antihéroe me recordó otra reciente película, de un cineasta alemán, acerca del abogado Alfonso Bauer Paiz, ex ministro de Árbenz, cuya consecuencia y honradez a toda prueba dentro de las filas de la izquierda lo perfilan como ejemplar en muchos sentidos. Pero al mostrarlo en la película como una persona marginal que utiliza métodos obsoletos para mantener una actividad consecuente con sus principios pero sin repercusiones concretas que además lo mantienen en la pobreza, el efecto que produce la propuesta de ejemplaridad es, también, de inefectividad y pena.


Juventud atormentada

Finalmente, el jueves 19 de enero asistí al preestreno de un cortometraje cuyo guión se basó en dos poemas de Gustavo Maldonado y que se titula Amorfo: te busqué. Se trata de una poesía audiovisual acerca del desencuentro afectivo de una pareja en medio de la herencia que a la juventud actual dejó el macabro desenlace de la lucha guerrillera y la respuesta genocida del ejército nacional.

Con mucho del pesimismo existencialista francés de posguerra y de la fragmentariedad visual del Fellini de 8 y ½, este poema cinematográfico es expresión enérgica del hartazgo que la juventud actual experimenta como resultado de la traición de la izquierda y de las voces de sirena de la derecha en un país dominado por elites de poder sin más horizonte que el lucro sectorial. Quien busque intriga anecdótica en este filme, tendrá que esforzarse por activar su sentido de percepción poética y evocativa a fin de que las imágenes le otorguen plenamente su intrincado sentido lírico.

Sumidos en el tormento de la soledad y la incomunicación, dos jóvenes no pueden amarse. Él opta por el encierro y el aislamiento, y ella por la búsqueda del sentido de sí misma. Al final, por medio de un acto sexual invertido, es decir, en el que ella lo penetra a él con una prótesis para el efecto, se propone una fallida liberación de ella frente a la opresión de la sociedad patriarcal, cuyos poderes tradicionales están representados por un cura lascivo y un militar genocida. La liberación resulta fallida porque la inversión de la medalla de la opresión sólo sustituye a unos opresores por otros y, por ello, no emancipa. Y, además, porque a ojos del feminismo antimasculino, que es el que propone la inversión mecánica de los roles patriarcales, el hecho de que la película haya sido concebida y producida por hombres, resulta un hecho por principio inaceptable.

Filmada en un espacio arquitectónica y urbanísticamente devaluado como lo es el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, los claroscuros en los que los autores sitúan a sus personajes atormentados enfatizan el anacronismo, la repetición y el desencanto de los que la conciencia lúcida de una generación lucha por salir.

Amorfo: te busqué es una excelente muestra de cine experimental guatemalteco con un inequívoco sello generacional. Es también una película que da cuenta una vez más de la excelencia técnica que el cine nacional ha logrado, pues el montaje, la fotografía, la alternancia de formatos, la columna sonora integrada a las imágenes y casi a cada fotograma, le otorgan a las actuaciones una fuerza dramática efectiva que golpea al espectador más apático. En suma, una experiencia fílmica que vale la pena transcurrir, sobre todo porque documenta de qué manera un pasado de muerte origina un presente de podredumbre.


La podredumbre

Las imágenes con que esta vez me recibió mi país son testimonio fiel de la penumbra humana en la que vive su ciudadanía, agobiada por la corrupción, la falta de empleo y la violencia. Una ciudadanía a la que ahora se le ofrecen "soluciones" cosméticas como la que la oligarquía empresarial está impulsando, y que consiste en "cambiar la actitud derrotista y la baja autoestima de los guatemaltecos, para que piensen con entusiasmo, espíritu positivo, esperanza, fe y amor en su hermoso país" y otras cursilerías por el estilo, sin que la realidad social, política y, sobre todo, económica, cambie ni un ápice.

Para el candoroso y fluido cinismo ultraderechista, los problemas económicos y sociales dependen de que los afectados aprendan a sonreír cuando no aguantan las ganas de llorar o de agredir. Se trata de otra versión del eterno expediente de endosarle a los afectados el costo de la explotación de los poderosos, cuyo mecanismo más socorrido es el de la estimulación de la sensiblería de las víctimas para extraer de ellas (en efectivo, claro) actos de caridad y beneficencia como sustitutos de la justicia social.

Con una izquierda convertida a la religiosidad de la "corrección política" y el oenegismo empresarial, y con una derecha que ante los desastrosos efectos de sus prácticas monopolistas y mercantilistas responde con cursilonas propuestas cosméticas y moralinas de Opus Dei, es natural que los mejores artistas locales acaben enloquecidos y con la podredumbre social hasta el cuello. Unos, por las drogas y el alcohol, como Ramírez Amaya y Juan Antonio Franco (asistente de Diego Rivera); y otros, como la excelente poetisa Isabel de los Ángeles Ruano (protegida de León Felipe), por la ausencia de crítica literaria, estamentos de reconocimiento y difusión, criterios educativos y, en fin, por el exitoso intelicidio ciudadano que el militarismo oligárquico y la lógica del mercado han perpetrado aquí desde el derrocamiento de Árbenz. Una heroica acción promovida por los conocidos guardianes de la democracia y la libertad en el mundo, que ahora se empeñan en salvar de sí mismos a los afganos y a los iraquíes, así como en su momento nos salvaron a los guatemaltecos, los nicaragüenses, los granadinos y los panameños de nuestras propias osadías libertarias.


Nueva Guatemala del Descenso, 20 de enero del 2006.


(*) También publicado en A fuego lento



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