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La insignia
13 de enero del 2006


Entrevista a Cristina Peri Rossi

La vida sigue


Andrea Stefanoni
La Insignia, enero del 2006.


"Dice Sigmund Freud en uno de sus ensayos que toda felicidad de adulto es la realización de un deseo infantil. Como aquella abogada inteligente, elegante, amada por su esposo y por sus hijos, que ocultaba una secreta insatisfacción: en la infancia, había querido ser bailarina folclórica, soñaba con tablados flamencos donde pudiera desmelenar su fuego interior. O aquel empresario muy rico, dueño de pozos de petróleo, que siempre quiso ser poeta pobre en las calles de París. Yo, de chica, admiraba a los escritores que formaban parte de la biblioteca de mi tío (un modesto funcionario público que vestía a la inglesa, leía a Marx y a Jung, amaba la música clásica, las carreras de caballos y la ruleta) cuyas obras leía ávidamente, pasando del dolor a la sonrisa, de la tristeza al éxtasis, como aquel hidalgo de un lugar de la Mancha que enloqueció leyendo. Y deseaba apasionadamente convertirme en escritora."

Así comienza el prólogo de Poesía reunida (Lumen, España), un volumen que agrupa once libros de poesía de la escritora uruguaya, y continúa: "No había muchos libros escritos por mujeres, en la biblioteca de mi tío. Los poemas de Juana de Ibarbourou, de Alfonsina Storni, una novela de Virginia Woolf (El cuarto de Jacob) y su famoso ensayo Una habitación propia. Lo leí atentamente. Yo no tenía una habitación propia todavía, pero soñaba con tenerla y disponía de la biblioteca de mi tío (montada sobre rústicos estantes de madera sin pulir, de vetas marrones como el fondo de un río) que me parecía la de Alejandría. Mi tío murió hace más de veinte años y su biblioteca desapareció engullida por la dictadura uruguaya, que se tragó tantas cosas, pero a veces me entretengo en hacer la lista de los libros que tenía; posiblemente unos ochocientos, desde La Ilíada a El malestar en la cultura, desde Garcilaso a Pablo Neruda. Pero entre todos esos libros, los que más me fascinaban eran los volúmenes que se titulaban Poesía completa o Poesía reunida (la de Baudelaire, Paul Valéry, Rimbaud, Góngora, Quevedo o García Lorca). Venían en un solo volumen, editados por Aguilar o por El Ateneo, de Buenos Aires, como la poesía de Rubén Darío o de Amado Nervo. Mi sueño, entonces, se hizo más preciso: quería ser poeta y que alguna vez se editara mi poesía reunida".

Sus libros fueron prohibidos por la dictadura militar uruguaya, al igual que la mención de su nombre en los medios de comunicación.

Cristina Peri Rossi nació en Montevideo en 1941, ejerció como profesora de literatura hasta que en 1972, al ser secuestrada una alumna, se refugió en Barcelona, ciudad en la que reside hasta hoy. Poeta, narradora, ensayista y amiga íntima de Julio Cortázar, su obra es considerada una de las más importantes de la vanguardia literaria en lengua española, traducida a más de doce idiomas, y ganadora de numerosos premios. Es autora de Los museos abandonados, El libro de mis primos, La rebelión de los niños, La nave de los locos, Solitario de amor, Desastres íntimos y El amor es una droga dura.


-Jean Cocteau dijo: "La poesía es indispensable, pero me gustaría saber para qué". En su opinión ¿para qué sirve la poesía?

-Es una forma de experiencia vicaria, de conocimiento emocional, de expresión y de comunicación que tiene, además, algo imprescindible: belleza. Baudelaire escribió un hermoso soneto a la carroña. Pero estas características también son de la prosa; la diferencia está en que la poesía prescinde de todo accesorio, tiene una gran capacidad de síntesis. Su eficacia consiste en su brevedad, en el golpe emocional, y también, en la sutileza de los estados de ánimo que la inspiran y que refleja, como un espejo.

Sin embargo, la poesía no es sólo el verso, es una capacidad de trascender lo real, de suspender las coordenadas del tiempo y del espacio, por tanto, una experiencia íntima, muy difícil de compartir. Cuando Bécquer le dice a la mujer que ama "poesía eres tú", establece que la poesía es proyección. Si no tengo el don de la poesía (no necesariamente del verso) tendré una existencia prosaica. Es indispensable sólo para aquéllos que quieren trascender la realidad. Está completamente demostrado que se puede vivir sin ella; la riqueza que proporciona es sensible, no material. Hay poemas sin poesía y poéticos paseos por un lago.

-¿Qué papel tiene hoy la poesía en un mundo con tan poco espacio para la estética y la ética y en el que el comercio intenta controlar la comunicación y la expresión artística?

-Menos todavía que aquel que tuvo en la Edad Media, cuando los trovadores recorrían el mundo buscando a la princesa lejana a la cual consagrar su vida y sus poemas. Pero para algunas personas, es muy importante. Vivimos bajo la dictadura del mercado, o sea, del número, de la cantidad, y esa forma de medir (audiencia, votos, goles, orgasmos, dinero, empresas, años) es vulgar y engañosa. Nada dice acerca de la teoría de la relatividad que muy pocas personas sepan desarrollar la ecuación que descubrió Einstein. Y la mayoría de los pintores que hoy admiramos se morían de hambre. Picasso, no. Ni Dalí. Pero otros, sí. La poesía tendría que estar subvencionada, protegida, como las especies en extinción. No resultaría muy caro y la salvaría de la extinción. Aunque nunca va a morir, es una forma de expresión más refinada y compleja que lo meramente denotativo o narrativo. Una metáfora es una operación mental mucho más evolucionada que el relato. Lo dice una novelista que escribe relatos y novelas con las mismas exigencias que la poesía.

-En el libro que escribió sobre Julio Cortázar cuenta que, años después del exilio, pensaron con el escritor argentino que sería bueno hacer una investigación sobre qué contenían las maletas de los exiliados chilenos, argentinos, uruguayos. Qué objetos personales intentarían salvar de la diáspora, de la pérdida, de la incertidumbre... ¿Cómo se reconstruye la vida después del exilio?

-Con humildad, fortaleza y un gran tesón. Hay que saber sufrir, es un arte. No sé si la vida se reconstruye; la vida sigue, porque siempre sigue, a pesar de las dictaduras, del tsunami (yo escribí un relato sobre un tsunami hace dos años, está publicado en Lumen, era una de mis peores pesadillas repetitivas) y de la muerte individual. No hay fórmulas para nada, ni para el amor, ni para el exilio. Yo empleé esos instrumentos, pero podían haber sido otros. Mientras duró la dictadura en Uruguay, mi principal ocupación fue luchar contra ella, como deber personal y moral. Fue mi manera de conservar la identidad, de no partirme en dos (la lengua es una maravilla: partir es marcharse, pero también, dividir, separar).

Y hay que aceptar el ángulo del extranjero; hay que saber ser extranjero, no integrado, para bien, y para mal. Pero hay que hacer una observación imprescindible: es mucho más difícil ser exiliada mujer que hombre, como en casi todas las cosas. Creo que muy pocas escritoras se exiliaron: la prueba es demasiado dura. Cuando se piensa en la figura del exiliado, siempre se piensa en hombre, no en una mujer. Cuando escribí La nave de los locos tuve en cuenta ese inconsciente colectivo: el universal exiliado es masculino.

-Francia se miró este año en un espejo roto, que mostró los límites de los ideales republicanos... ¿cómo analiza la extensión del racismo y la intolerancia hacia el otro en Europa? ¿ocurre lo mismo en España?

-Es una pregunta muy compleja y no se puede responder con brevedad. El fenómeno de la inmigración existe en Europa desde hace una decena de años, y está cambiando mucho la realidad social. Por ejemplo: creíamos que el feminismo había triunfado, pero con la llegada de millones de inmigrantes islamistas, que practican la poligamia, que mantienen a sus mujeres en un sistema de esclavitud, ha recrudecido muchísimo el machismo en los barrios marginales y periféricos, en las tribus urbanas: en la algarada de Francia no había mujeres, ni una sola. Los hijos de los inmigrantes desprecian tanto a las mujeres que ni siquiera las admiten en sus actos violentos, admitirlas sería reconocerlas como iguales. La pornografía ha contribuido también al retroceso social del feminismo entre las clases más bajas: esos adolescentes que detestan la escolarización y que se ganan mejor la vida robando o traficando con drogas tienen un único modelo de relación sexual, el que da la pornografía, son grandes consumidores, y les exigen a las adolescentes que cumplan el papel pasivo y humillante que ven en esas películas.

Por otro lado, hay una emigración sudamericana que viene a trabajar, a ahorrar para enviar unos pocos euros a sus países de origen; son la principal fuente de ingreso en esos países, y los bancos y las cajas de España se disputan las comisiones de sus giros. Estos inmigrantes tampoco se integran: sueñan con volver, o con traer a su familia. Es la nueva esclavitud del siglo XXI. Por tanto, no puede existir una única política frente a la inmigración; quizás lo más importante es la obligación de respetar los derechos humanos. En España ya hay casos de ablación del clítoris de adolescentes, para respetar las costumbres del país de origen. Me parece inadmisible: un emigrante tiene que integrarse a la sociedad a la que llega, y respetar donde sea que llega. No todas las culturas son iguales, ni las costumbres son cultura, son eso, costumbres.

-El poeta Pablo Neruda, la única vez que habló con Borges, le dijo que el castellano es incapaz de literatura. ¿Cree que Neruda exageró al decir esto? y hablando de lenguas: ¿Qué piensa de las traducciones en la poesía?

-¿De verdad Neruda dijo eso? Estaba borracho o era una broma. Yo amo el castellano y me parece la lengua más hermosa del mundo, junto al italiano, y seguida por el portugués. Soy como una tapia para el inglés.

La poesía hay que leerla en su lengua original, por descontado, ahora bien, cuando se traduce, lo mejor es hacer une edición bilingüe. Siempre se pierde algo en una traducción, pero más vale leer a un poeta traducido que no leerlo.

-¿Qué sintió, hace ya 28 años, cuando Julio Cortázar le envió desde París una serie de poemas dedicados : Cinco poemas para Cris, Otros cinco poemas para Cris, y Cinco últimos poemas para Cris?

-Cómo pasa el tiempo. ¿Hace tantos años, de verdad? En algún lugar seguimos siendo los mismos, yo tengo la edad que tenía cuando me los envió y él no está muerto. Me emocioné mucho, claro está. Además, son los mejores poemas que escribió en su vida, él que consideraba la poesía como el género superior de la literatura. Prueba de que cuando estamos enamorados, escribimos mejor. Yo los guardé y no los leyó nadie, y él no los publicó hasta muchos años después; era nuestro secreto. Como vivimos en una época poco atenta, con un extraordinario culto a la velocidad, cuando se publicaron, ningún crítico, que yo recuerdo, consiguió identificarme, ni siquiera sé si alguien se preocupó por averiguar quién era, lo cual fue un gran alivio para mí. Recuerdo que le comenté, riendo, que el cambio de papel, de poeta a musa, me había gustado, era una variación interesante. No era la primera vez que alguien me dedicaba poemas, pero era la primera vez que se publicaban. Para mí, fueron un tesoro.



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