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La insignia
12 de diciembre del 2006


Perú

¿Técnicos independientes para el BCR?


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, diciembre del 2006.


En el transcurso de los últimos meses, mientras corrían los políticamente interesados rumores sobre la nueva configuración del directorio del Banco Central (BCR), connotados economistas y analistas políticos han repetido hasta la saciedad la importancia de constituirlo con personas 'técnicas e independientes', además de 'pragmáticas'. Lo que, a primera vista, suena sensato si recordamos diversas experiencias pasadas, en que el directorio era una secretaría directa y pasivamente dependiente de la presidencia de la república y/o de los grandes intereses privados, domésticos y transnacionales. Lo que, en no pocos casos, llevó a procesos de alta inflación e, incluso -precisamente durante la anterior gestión del actual partido de gobierno- a la mayor hiperinflación de la historia latinoamericana.

En la práctica, sin embargo, no existen tales 'técnicos' en abstracto, ni muchos menos son humanamente posibles los 'independientes'. Para entender esta afirmación aparentemente radical, debe quedar claro que el métier de los economistas es muy distinto al que ejercen veterinarios, gasfiteros o anestesiólogos. Si bien en la ciencia económica todos coinciden en que, en el largo plazo, la inflación es 'siempre y en todo lugar un fenómeno monetario' (Milton Friedman dixit), las discrepancias aparecen cuando se discuten sus causas en el corto y mediano plazo, y -sobre todo- al momento de intentar evitarla o enfrentarla con determinadas políticas, que pueden ser múltiples. De donde se tiene que las medidas que propondrán dependerán, tanto de los juicios de valor como de la 'escuela' económica a la que pertenezca el profesional. Ya lo decía socarronamente Sir Winston Churchill: "Cuando consulto a dos economistas sobre un tema, me dan dos opiniones contrapuestas... a menos que uno de ellos sea Lord Keynes, en cuyo caso recibo tres".

En lo que a nuestro tema concierne, por tanto, no existen muchas coincidencias -con algunas notables excepciones- entre los economistas de distintas escuelas, ni en cuanto a las causas de la inflación, ni en torno a los mecanismos de transmisión o las medidas para evitarla o enfrentarla. Por más técnicos escépticos que sean, permanecerán las diferencias entre ellos y por más 'pragmáticos' -ese gran término de moda- que se consideren; porque, como ya lo dijera Keynes en la última página de su "Teoría general", esos "hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto".

Más sorprendente aún resulta la propuesta de la necesidad de llamar a 'independientes' al directorio del BCR. Como, de acuerdo a su Ley Orgánica no es posible nombrar ángeles o madres teresas, deben elegirse personas que viven sobre el planeta y que así como tienen hijos y amigos, con todo derecho poseen también inclinaciones partidarias e ideológicas específicas. De manera que, a pesar de que los directores del BCR son personas de gran prestigio político, académico o empresarial, resulta inverosímil que los jueves en la tarde de todas las semanas -cuando se realizan las sesiones del directorio- se deshagan temporalmente de todo color político e interés y vistan mamelucos para adoptar decisiones 'independientes' y 'técnicas', condimentadas por altas dosis de 'pragmatismo', cual cirujano plástico. No hay nada de malo en ello, siendo lo más natural que tengan -ya que trabajan todos 'por el bien del país', aunque cada cual a su manera- ciertas preferencias políticas y por una escuela económica (aunque algunos no tengan plena conciencia de ello) y, por tanto, propongan medidas diferenciadas para asegurar la estabilidad monetaria, objetivo supremo del BCR.

Bajando a tierra, ¿qué significa todo esto para el caso de estos siete directores que se nombran por el presidente (4) y se eligen por el congreso (3)? No vamos a llorar sobre la leche derramada (por la selección que ha sido seleccionada), pero sí podemos pensar en criterios para el futuro, que deberían plasmarse en algún artículo de la Ley Orgánica del BCR, entre otras muchas reformas que requiere ésta, así como la propia Constitución en esta materia. Tentativamente habría que asegurar que sus miembros sean escogidos, mínimamente, en base a dos criterios combinados y específicos. Se me ocurre que, por una parte, deben ser economistas con postgrado y preferentemente especializados en economía monetaria o banca y finanzas y, por otro, haber sido funcionarios -por un buen tiempo- en el sector público, concretamente en el MEF o la SBS y, preferentemente, en el propio BCR. Mejor aún, si han tenido experiencia en el sector privado. De donde se desprende un perfil del profesional idóneo para ejercer el cargo a plenitud, supuesta su honradez y responsabilidad.

Porque, de lo contrario, ¿puede usted imaginar cómo podrían entender y decidir sobre los principales temas que se discuten en el directorio? ¿Entenderán la regla de Taylor y la forma en que se determina el programa monetario? ¿Qué opinión tendrán sobre el 'nivel óptimo' de reservas internacionales netas? O, ahora que se va a firmar un nuevo acuerdo stand-by con el FMI, ¿cómo interpretarán las metas trimestrales negociadas y las demás condicionalidades derivadas de la famosa 'programación financiera'? Al margen de que, en la práctica, las discusiones en el directorio se dan entre directores que poseen -conciente o inconcientemente- distintos modelos y proyecciones macroeconómicas, con divergentes juicios sobre la coyuntura doméstica e internacional, y con distintas preferencias políticas y vinculaciones a grupos económicos o políticos. Como el Banco Central no puede ejercer una política monetaria en mayoría y otra en minoría, el directorio estará obligado a llegar a consensos a través de concesiones y compromisos (con un mínimo de cuatro votos sobre los siete) y solo pueden ser realizados por economistas (expertos en la materia) que entienden lo que están haciendo y lo que esta en juego. Sería muy triste (y de gran riesgo para el país) que uno o dos miembros del directorio, quizás de una misma línea y expertise, decidan todo y los demás les tengan que seguir la corriente ciegamente por su falta de preparación. Siete cabezas enteradas siempre piensan mejor que una sola, por más grande que esta sea. Esperemos que, por una vez, nuestros flamantes parlamentarios se iluminen, concientes de que el BCR es -aún- una de las pocas oficinas serias y respetadas que sobrevivieron a la interesada desinstitucionalización de los organismos públicos que se procesara durante los años noventa.


Lima, 15 de noviembre.



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