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La insignia
7 de diciembre del 2006


Perú

Inclusión excluyente


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, diciembre del 2006.


En los magníficos actos para ejecutivos que realiza anualmente el Instituto Peruano de Administración de Empresas se tratan siempre temas de gran actualidad e importancia, tanto para 'aggiornar' al empresariado, como para dar a conocer sus creativas opiniones al gobierno y a la sociedad, al margen de la valiosa interacción social que facilita la conferencia. Siempre interesados por el desarrollo nacional, la semana pasada la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) lució el ingenioso lema "No existe el Nosotros con Alguien Afuera". Como no estuvimos presentes en el acto realizado en Arequipa y nuestros amigos nos extrañaron tanto como los empresarios al presidente de la República, la primera imagen que queda -y de la que los incluidos recién nos enteramos por la estrella fugaz de Humala- es que somos unos pocos los que estamos dentro y unos muchos losque están fuera, digamos un redondo 70% de la población.

¿Pero qué significa estar dentro (el nosotros) y qué estar fuera (el alguien)? Es decir y para comenzar, si bien ellos, que son la mayoría, viven fuera de nuestro ámbito habitacional o recreacional, en el que nos hemos atrincherado entre rejas y muros inexpugnables, tienen también la costumbre de entrar en nuestro recinto más íntimo, sea como cocineras o lavanderas, como jardineros, mozos o guachimanes, entre muchos otros y que hasta se cobijan cama adentro. En tal sentido, están 'adentro' y perfectamente integrados en el mercado, en este caso en el del trabajo doméstico. Pero todos los demás también están incluidos, ya no solo como subempleados en el mercado de fuerza laboral, sino especialmente en el mercado de bienes y servicios, porque compran y venden de todo, desde chicles y bombones, pasando por papas y pepas, hasta Coca-Cola o coca a secas. Finalmente, gracias a esas bellas tarjetas de plástico que hacen maravillas, también están incluidos en el mercado financiero.

¿Dónde está entonces la exclusión, si todos participan en esa institución social que se llama mercado y que invade todas las esferas en que -como se titula la telenovela- 'todo se compra y todo se vende'? He ahí lo que muchos no entienden: la exclusión deriva precisamente de las propias fuerzas del mercado, que los incluye económicamente excluyéndolos socialmente. Porque resulta que el mercado no es lo que muchos pensamos, un simple instrumento neutro y hasta justo, que premia a los buenos y castiga a los malos. Por el contrario, la naturaleza del mercado es muy peculiar porque parte de una distribución de la propiedad socialmente dada y aceptada, así como de regulaciones políticamente dadas y aceptadas para el uso de la propiedad, reproduciendo indefinidamente esa estructura.

En ese sentido, el mercado no tiene fuerza propia, sino que simplemente refleja las dinámicas que el gobierno y la sociedad le imponen o que surgen espontáneamente en el 'libre' juego de oferta y demanda. De ahí que las reformas deban atacar la estructura que determina los datos del proceso mercantil y no el mercado en sí, que solo las refleja. Por lo que el mercado no tiene nada de protervo (al margen de problemas como la asimetría de información, las externalidades, los rendimientos crecientes a escala y demás 'fallas' menores), ya que el problema proviene de las fuerzas que están detrás de sus determinantes, que son la estructura de la propiedad, el esquema de acumulación y la distribución de la riqueza (natural, pecuniaria, tecnológica o educativa). El que no dispone de ésta y apenas de su fuerza de trabajo, no tiene tantos votos como los que sí la poseen, por lo que inevitable y paradójicamente los incluidos económicamente son excluidos social y políticamente.

De manera que, si exceptuamos a los jíbaros y demás cazadores de cabezas que habitan nuestras tierras (y no solo en la selva), en nuestro chicha-capitalismo de mercado todos están incluidos; lo que pasa es que orwellianamente unos son más iguales que otros. Y ya no solo tienen más poder en los mercados de bienes, trabajo y monetario, sino que esas fuerzas van bastante más allá y -condicionados en parte por ellas- afectan los 'mercados' judicial, social, educativo y político. Los de 'afuera' tampoco están excluidos de estos últimos, sino todo lo contrario: sufren sus consecuencias en términos de discriminación, prepotencia, explotación y clientelismo.

Pero el asunto es aún más complejo, cuando pensamos en esa dupla inclusión-exclusión que ahora se postula y que tanto recuerda a las difunas teorías de las modernización y al paradigma de las economías 'duales' de los años cincuenta. Entonces se consideraba que nuestro subdesarrollo se debía a la fragmentación de nuestra sociedad y economía, entre un segmento 'feudal' -arcaico, analfabeto y demás- y uno 'capitalista' -moderno, industrial y demás-, en que podríamos modernizarnos eliminando el obstáculo que representaba el primero a través de la inversión. Por supuesto que poco después se demostró que aquel segmento 'tradicional' era funcional para el desarrollo de este último (lo que entonces se conocía como 'colonialismo interno') y que André Gunder Frank denominó el 'desarrrollo del subdesarrollo'. Hoy sucede lo mismo en otros términos (y los mismos resultados), pero ese proceso sigue dándose y ya no solo al interior de nuestro país sino a escala internacional, como antes también, y que ahora se denomina 'globalización', que es precisamente la que nos periferiza y nos está llevando ingenuamente a una irracional competencia hacia el fondo del pozo.

Pero no hay motivo para ser pesimistas, sobre todo si observamos las innovadoras propuestas que se vienen planteando para establecer un sistema que permita gozar a todos de los frutos del crecimiento económico y que desembocaría en el desarrollo social. Baste pensar nomás en el interés prioritario que el gremio de las grandes empresas (CONFIEP) le está dando a la problemática de la educación de las mayorías y a la Responsabilidad Social, el de los partidos políticos en la reforma judicial y del estado o el del gobierno por la descentralización, la competitividad y las cadenas productivas, entre otros. Es así como podría cambiarse paulatinamente la distribución de los votos en la contienda económica para asegurar la justicia social y la igualdad de oportunidades, siempre que no se toquen temas tan desagradables como la estabilidad laboral y el aumento del salario mínimo, el cuestionamiento del TLC o el alza de ciertos aranceles, los impuestos al capital o el pago de regalías, entre otros. Esto sólo espantaría a 'los mercados' e impediría el logro del 'grado de inversión', que sería precisamente el que aseguraría un alto grado de inclusión.



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