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La insignia
19 de abril del 2006


Ecuador

¡No somos seguidores! ¡Somos pensadores!


Alberto Acosta
Diario Hoy / La Insignia. Ecuador, abril del 2006.


Paco Velasco salía de un programa televisivo de gran audiencia dominical. Había llegado en compañía de cuatro personas. En un auto viejo. Se vivían las últimas horas de autoritarismo de Lucio Gutiérrez, aunque nadie lo anticipaba con claridad. El ambiente era tenso. La ciudad estaba convulsionada. En la puerta del estudio esperaban decenas de personas. Muchas portaban velas encendidas. Nadie les había convocado. Cuando apareció el periodista de Radio La Luna sonó un grito solidario que se expandió rápidamente, "¡no somos seguidores, somos pensadores!".

Quizás ese grito sintetiza de mejor manera el significado de esa masiva y no organizada movilización ciudadana que sacudió Quito del 13 al 20 de abril. Con alegría y creatividad, teniendo la noche como escenario, se registró un acontecimiento inédito. No fue un cuartelazo, como el que escenificó Gutiérrez en enero de 2000 aprovechándose del malestar de la sociedad y del levantamiento indígena. Tampoco es asimilable a la movilización nacional de febrero de 1997, cuando las cúpulas de los grandes partidos manipularon y distorsionaron el sentir popular. En esta ocasión, ciudadanos y ciudadanas de la más diversa extracción social salieron a la calle para decir basta. Fue un grito de múltiples voces. Fue un grito de múltiples reclamos. Fue una respuesta movida por la dignidad herida, por el deseo de participar. Culminaba un proceso de frustraciones acumuladas y conflictos concentrados. Se dijo basta a la corrupción, al engaño, a la desfachatez. El autodenominado "dictócrata", en realidad, apenas resultó la gota de agua, muy sucia por cierto, que derramó el vaso.

Atrincherados, sobre todo, en La Luna hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños, amas de casa y obreros, tenderos y secretarias, sin intermediarios, sin dirigentes, sin políticos tradicionales, sin intelectuales iluminados, ejercieron su derecho a hablar. La fecundidad de la herejía colectiva y la acumulación de errores de un régimen mediocre precipitaron el desenlace. El miércoles 20 de abril, a la hora de la siesta, arrancó a correr el coronel, quien después de un confuso periplo internacional retornó al Ecuador, para -luego de una breve reclusión debida a alguna acusación de poca monta- volver a sus andanzas político electoreras... en un país que, al parecer, poco o nada ha cambiado. Después de pocos días de ilusiones desatadas, que apenas sumaron una centena, las esperanzas de abril fueron enterradas. La partidocracia, aterrada hace un año, retomó el control de la política tradicional. Los grupos monopólicos impusieron la vuelta a la senda ortodoxa. El TLC, impulsado por Lucio, se mantiene como meta de Pa-lucio.

El súbito aflojamiento de la "rebelión de los forajidos" no la desmerece. Por el contrario nos recuerda que su fuerza estuvo en la ciudadanía, que esta rebelión democrática no tiene herederos, que no creó movimientos de aborregados y que las respuestas no pueden ser aquellas que, una y otra vez, nos remiten al pasado.



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