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La insignia
6 de abril del 2006


Emigración, nostalgia y nuevas tecnologías

Transnacionalismo a la ecuatoriana (II)


__Especial__
Emigración
Silvia Mejía Estévez
Edición para Internet: La Insignia, abril del 2006.

Del libro La migración ecuatoriana
Editoras: Gioconda Herrera, María Cristina Carrillo y Alicia Torres
Pedidos: Flacso


En su ensayo The Study of Transnationalism: Pitfalls and Promise of an Emergent Research Field, Alejandro Portes, Luis Eduardo Guarnizo y Patricia Landolt describen el transnacionalismo como un fenómeno "compuesto de un número creciente de personas que viven vidas dobles: que hablan dos lenguas, tienen casa en dos países y se ganan la vida a través de un contacto regular y continuo de un lado a otro de las fronteras nacionales" (Portes et al., 1999: 217). Estos autores admiten que a la definición del campo del transnacionalismo le han rodeado múltiples incongruencias, como por ejemplo, la falta de acuerdo entre aquellos ensayos que lo ven como una novedad y los que lo consideran "tan viejo como la inmigración laboral misma". Sin embargo, estos investigadores arriban a una definición de transnacionalismo que lo limita a "ocupaciones y actividades que, para su ejecución, requieren contactos sociales regulares y sostenidos a través del tiempo y de las fronteras nacionales" (Portes et al., 1999: 219). Uno de los aspectos más importantes de su definición es el papel desempeñado por las nuevas tecnologías de información y comunicación en la aparición del fenómeno:

"Las iniciativas transnacionales no proliferaron entre inmigrantes de otras épocas porque las condiciones tecnológicas de su tiempo no habían vuelto fácil o rápida la comunicación a través de fronteras nacionales […] La disponibilidad de transporte aéreo, telefonía de larga distancia, fax y correo electrónico provee la base tecnológica para el surgimiento del transnacionalismo a una escala masiva (Portes et al., 1999: 223)."

Si asumimos la definición propuesta por estos autores, el fenómeno del transnacionalismo tiene que haberse desarrollado al mismo ritmo que las tecnologías de comunicación e información, que experimentaron un período de rápida evolución y difusión masiva durante los últimos 25 años. Estas innovaciones tecnológicas fueron explotadas, en primera instancia, por gobiernos y corporaciones, los cuales lograron así acelerar el proceso que estos investigadores llaman "transnacionalismo desde arriba", un fenómeno opuesto al "transnacionalismo desde abajo" o "transnacionalismo de base", emprendido por "gente común y corriente que se ha provisto de las mismas facilidades tecnológicas para organizar su propia forma de iniciativas transnacionales" (Portes et al.,1999: 223).

Además, Portes y sus colegas muestran gran fe en la rápida diseminación de nuevas tecnologías entre el pueblo, y parecen confiar incondicionalmente en los "buenos usos" (democráticos, contrahegemónicos) que implica su concepto de transnacionalismo de base.

Sin embargo, estudios recientes han demostrado que, incluso en un país como Estados Unidos, donde el acceso a nuevas tecnologías es mucho más amplio y económico que en otras regiones del mundo, el uso de computadoras y de Internet no ha ingresado todavía en la vida cotidiana de la mayor parte de la población de origen latinoamericano, compuesta por 35,3 millones de personas, o 12,5% de la población total, de acuerdo con el censo del año 2000 (Rivas-Rodríguez, 2003: 10). El ingreso y nivel de educación bajos que por lo general caracterizan a los inmigrantes de primera generación e incluso de generaciones posteriores determina, como en el caso de la población latina en Estados Unidos, un acceso pobre a aquellas tecnologías que, de acuerdo con Portes (et al., 1999), les permitirían emprender procesos de transnacionalismo desde abajo.

Además, investigadores como David Kyle han señalado que definiciones de transnacionalismo como la de Portes y sus colegas sobrestiman el peso de la tecnología en el desarrollo de los fenómenos transnacionales. En su libro Transnational Peasants: Migrations, Networks, and Ethnicity in Andean Ecuador, Kyle afirma que el estudio de mercaderes migrantes otavaleños prueba que el transnacionalismo puede suceder, incluso, cuando se carece de recursos tecnológicos:

"Sin la aldea otavaleña de Peguche no conoceríamos uno de los más deslumbrantes descubrimientos de este estudio: en una comunidad rural, los comerciantes viajaban a por lo menos veintitrés países diferentes y generalmente regresaban el mismo año. Al observar una aldea dotada solamente con una línea telefónica -pero con una historia centenaria de relaciones transnacionales e interculturales- nos vemos en la necesidad de reevaluar nuestros discursos de globalización, que enfatizan las tecnologías de comunicación y transporte como la fuerza generadora de crecientes flujos transnacionales de todo tipo, incluyendo los de personas (Kyle, 2000: 202)."

Kyle minimiza el papel de la tecnología en favor de rasgos étnicos que habrían permitido al pueblo otavaleño experimentar vidas transnacionales mucho antes de que el término transnacionalismo fuera inventado. Su preocupación por la presencia de un determinismo tecnológico en los estudios sobre transnacionalismo coincide con la posición de Nina Glick Schiller, Linda Basch y Cristina Szanton-Blanc.

En su ensayo From Immigrant to Transmigrant: Theorizing Transnational Migration, Glick Schiller y sus colegas sostienen que "la tendencia de los transmigrantes de hoy en día a mantener, construir y reforzar múltiples vinculaciones con sus países de origen parece haber sido facilitada más que producida por la posibilidad de abreviar tecnológicamente tiempo y espacio". Para estas investigadoras, "el transnacionalismo migrante se entiende mejor como una respuesta al hecho de que, en la economía global contemporánea, los migrantes encuentran imposible o indeseable la asimilación total en los países de acogida" (Glick Schiller et al., 1995: 52).

Glick Schiller y los otros autores sitúan al transnacionalismo en la encrucijada de un mundo en el que los procesos de globalización han venido acompañados de un crecimiento simultáneo de "nacionalismos exclusivos y esencialistas", que hacen más difícil para los inmigrantes el integrarse en las sociedades de acogida. Incómodos en su nuevo medio, los inmigrantes estarían más propensos a responder al llamado de su país, donde partidos, facciones y líderes políticos miran hoy a sus diásporas "como un electorado global" (Glick Schiller et al., 1995: 52).

Al contrario que Kyle (2000) y Glick Schiller (et al., 1995), pienso que aunque una tendencia étnica hacia las relaciones interculturales o el resurgimiento global de nacionalismos pueden ayudar a contextualizar mejor el fenómeno de la migración transnacional, no pueden reemplazar a las nuevas tecnologías como elemento central del transnacionalismo, puesto que este concepto implica niveles de movilidad y conectividad que simplemente no serían posibles sin la tecnología digital. Sin embargo, coincido con Kyle en rechazar la tendencia de Portes (et al., 1999) a atribuir al transnacionalismo de base una naturaleza necesariamente contrahegemónica. A fin de cuentas, la iniciativa transnacional más difundida dentro de la diáspora ecuatoriana es, por ejemplo, el tráfico ilegal de personas, ejecutado por redes transnacionales de "coyotes". Éste es un auténtico transnacionalismo desde abajo, un fenómeno que no se puede negar por el simple hecho de que, de acuerdo con investigadores como Portes (et al., 1999), el transnacionalismo de base debería traer consigo cambio social y no mayor explotación de seres humanos.


Tendiendo puentes virtuales

De acuerdo con la prensa en Ecuador, entre 750.000 y un millón de ecuatorianos viven actualmente en Estados Unidos. Estas cifras prácticamente doblan la información obtenida por la Oficina del Censo de ese país, la cual en el año 2000, determinó que 396.400 personas de ascendencia ecuatoriana vivían en ese momento en territorio estadounidense, la mayoría - 177.957- en el condado de Queens, en la ciudad de Nueva York. Entre 1990 y el año 2000, la población ecuatoriana en Estados Unidos creció en un 53.7%, de acuerdo con la Oficina del Censo (Jokisch, 2001: 4).

Del otro lado del Atlántico, en España, las estadísticas oficiales afirman que aproximadamente 50.000 ecuatorianos vivían en ese país para el año 2000, mientras estudios conducidos por organizaciones no gubernamentales calculan que "al menos 200.000 ecuatorianos" habían inmigrado allí para entonces (Dávila y López, 2003: 1). El hecho es que, mientras en 1960 no había más de 125 ecuatorianos viviendo en territorio español, el número de residentes extranjeros de origen ecuatoriano empezó a crecer significativamente en 1996 y 1997. Desde entonces, la inmigración ecuatoriana ha seguido creciendo a un ritmo frenético: 70% en 1998, 84% en 1999 y 123% en el año 2000.

Según la Dirección Nacional de Migración, entre 1996 y julio de 2003, la emigración neta de ecuatorianos (es decir, el número de individuos que salieron del país y no han regresado) sumaba un total de 780.480 personas (Sánchez, 2004: 50). Esta cifra oficial no refleja, sin embargo, los miles de personas que han emigrado atravesando fronteras ilegalmente.

En Estados Unidos, aunque el número de inmigrantes ecuatorianos ha aumentado rápidamente durante los últimos años, la colonia ecuatoriana constituye el séptimo grupo inmigrante de ascendencia latinoamericana. En otras palabras, es una minoría dentro de otra minoría. El principal problema para la conformación de una comunidad transnacional entre Ecuador y sus inmigrantes en Estados Unidos radica en que la mayor parte de ellos son ilegales recién llegados. Mientras los puertorriqueños circulan libremente entre la Isla y Nueva York, en la llamada "guagua aérea", y muchos salvadoreños o guatemaltecos han legalizado su situación a través de amnistías, la mayoría de ecuatorianos deben interactuar con las redes de transnacionalismo ilegal para sobrevivir.

La situación es algo diferente en España, donde los ecuatorianos constituyen uno de los grupos migratorios más numerosos en la Península: muchos han podido obtener rápidamente la residencia legal, a través de acuerdos bilaterales entre Ecuador y España.

Las grandes distancias que separan al Ecuador de España y Estados Unidos, lo cual implica altos costos de viaje, también complican el surgimiento de iniciativas transnacionales. En este contexto, las tecnologías digitales adquieren particular importancia en la construcción de comunidades transnacionales. Frente a las limitaciones legales, económicas y geopolíticas que presenta el mundo físico, las iniciativas para establecer un transnacionalismo virtual haciendo uso de tecnologías digitales, se multiplican. "EcuadorNostalgia", un sitio web donde prima la nostalgia restauradora, permite a sus visitantes conseguir las recetas de platos nacionales o las letras de canciones ecuatorianas populares y, de paso, vende el servicio denominado "Amor de lejos", que hace posible ordenar desde Estados Unidos -y a un alto costo- arreglos florales, electrodomésticos y hasta joyas para personas que viven en Ecuador. Así mismo, desde 1997, un grupo de ecuatorianos radicados en Nueva York mantiene "Ecuayork USA", el sitio web de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Nueva York. También en este caso, la nostalgia restauradora se impone a través de recursos como la música, obstinada en re p resentar intacto un Ecuador de décadas atrás. Sin embargo, este sitio web es una puerta de entrada a muchos otros sitios creados por la diáspora ecuatoriana y, en esa medida, se aproxima ligeramente a la noción de nostalgia reflexiva que, con su énfasis en la reflexión y el debate en torno al cambio que implica el desplazamiento de las personas y el paso del tiempo, puede actuar como el pegamento capaz de juntar a los ecuatorianos desperdigados por el mundo en una comunidad virtual transnacional.

Mucho más avanzada en esta dirección está la producción radial transnacional "¡Callos y guatitas!" creada por ONG de Ecuador y España, programa que se transmite en vivo a través de varias emisoras en los dos países, usando tecnología satelital. El proyecto ha estado en el aire cada domingo desde abril del 2001 y cuenta con un segmento de noticias sobre Ecuador y sus inmigrantes, así como una sección de asesoramiento legal para los recién llegados a España y algunos segmentos interactivos que conectan a oyentes de ambos lados del Atlántico. Aunque en Ecuador son ya 18 las radios que ransmiten "¡Callos y guatitas!" en el ámbito nacional, en España apenas cuatro radios de Madrid trasmitían el programa en sus inicios, de manera que la audiencia ubicada en el resto del país sólo podía oírlo usando Internet. Actualmente, otras cinco emisoras de radio ubicadas en Barcelona, Murcia y Valencia se han sumado a este esfuerzo.

Ecuador y su diáspora, entonces, han encontrado una opción viable en el uso de tecnologías digitales para la edificación de un transnacionalismo virtual que se muestra apto para la generación de futuras comunidades transnacionales, y también capaz de superar varias de las barreras que se enfrentan al intentar establecer relaciones transnacionales en el mundo físico. Sin embargo, hay un obstáculo que subsiste, y es el bajo nivel de acceso a tecnologías digitales que caracteriza a las poblaciones inmigrantes y, por lo general, también a sus países de origen.


Bibliografía

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