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La insignia
1 de noviembre del 2005


Chile: Cuando los terremotos desnudan la pobreza

Ruinas y abandono (I)


Arnaldo Pérez Guerra
Punto Final / La Insignia. Chile, noviembre del 2005.

Fotografías: Elisa Castillo Ávalos*


De las 511 viviendas del pueblo de Huara -que no supera los 960 habitantes-, 502 están dañadas por el violento terremoto del 13 de junio pasado. Unas 396 casas son completamente irrecuperables. El antiguo adobe que ya había resistido el fuerte sismo de 2001, no soportó más. En el poblado de Camiña, de 259 viviendas, 196 presentan graves daños y 135 son inhabitables. Esa es la magnitud del daño provocado por el terremoto y que ha desnudado la pobreza y abandono que enfrentan los poblados del altiplano chileno.

En la ciudad de Pozo Almonte, el 46,5 por ciento de las viviendas dañadas no podrá volver a ser habitadas. Son más de 1.200 los afectados en esa pequeña comuna. Según la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) el terremoto dejó más de 70.000 damnificados en toda la región de Tarapacá. En los poblados del interior como Pachica, Huarasiña y Huaviña, aún es posible ver casas derrumbadas y calles cubiertas de escombros. Canales de regadío comunitarios inutilizados se observan en Cataña, Suca y Miñe Miñe. Las pérdidas de cosechas y cultivos en terrazas por el derrumbe de piedras y el deslizamiento de tierra afectan a las quebradas de Tarapacá, Soga y Miñe Miñe, entre otras. Un informe técnico advierte que los daños en la red vial y de obras hidráulicas superan los 12 mil millones de pesos. Según las autoridades, las principales inversiones se harán en la Ruta 5, A-16, el acceso a Iquique, el corredor Huara-Colchane, la Costanera o Ruta A-1 y los caminos de acceso al interior.

Para Amín Sade, presidente de la Asociación de Usuarios de Zofri, el terremoto puso en evidencia la inoperatividad de los servicios públicos para enfrentar catástrofes de envergadura. Lo más lamentable fue la respuesta de la infraestructura vial inaugurada hace unos meses, con bombos y platillos, por las autoridades del cuestionado Ministerio de Obras Públicas (MOP), la Ruta A-16 de acceso a la ciudad de Alto Hospicio. El terremoto dejó aislados a los heridos de Alto Hospicio, que no cuenta con un hospital, y que debieron esperar horas para ser atendidos en Iquique, mientras se intentaba despejar los caminos. Además, una familia completa murió tras el derrumbe de un cerro que se suponía reforzado: "Se produjo una dramática congestión vehicular generada por los desprendimientos de roca y arena, que dificultó el desplazamiento de los vehículos de asistencia. La carretera simplemente colapsó. Para qué hablar de la ruta costera que conecta Iquique con Tocopilla, que también sufrió daños de consideración, así como la Panamericana y la Ruta Huara-Colchane, que estaba siendo reparada, además de los caminos a pueblos del interior y quebradas. Más de 25 localidades permanecieron completamente aisladas. ¿Por qué no se planifican carreteras antisísmicas? Así como las autoridades se sacan fotos con las víctimas, nos gustaría verlos en el corto plazo sacándose fotos con las obras terminadas".

En los caminos del interior, la situación fue similar o peor. Las autoridades dicen que se estabilizarán las plataformas de los caminos y de los cerros para evitar nuevos derrumbes. Los mayores daños se encuentran en las cuestas de Tana, Tiliviche y Camarones. Hay mucho descontento en los poblados por las dificultades en el suministro de agua y la forma en que fue repartida la ayuda de emergencia. No pocos quieren saber cuándo comenzará la reconstrucción. Que se establezca un compromiso y que sea respetado.

Aislamiento y riesgo sanitario

Teodora Mamani, de Pachica -a 9 kilómetros de Tarapacá-, señala que en el pueblo la ayuda no llegó a quienes realmente la necesitaban: "La ayuda del gobierno no se repartió de forma justa. Somos cerca de 300 personas que vivimos de la agricultura y de la crianza de animales. Nos falta aún agua. En invierno hay agua en el río, pero desde agosto empieza a mermar. El terremoto enterró los canales y estuvimos más de tres semanas sin agua. En algunas partes, los canales siguen sin ser reparados. Vinieron a ayudarnos a desenterrar canales, pero prácticamente todas las casas del pueblo se cayeron, sobre todo las de adobe y piedra. Las de bloquetas se trizaron. No hubo gente herida, pero sí mucho susto. Los niños lloraban y muchos se desmayaban".

Juan Carlos Palape, jefe de Planificación de la municipalidad de Huara, reconoce que sólo el 80 por ciento de las mediaguas ha podido ser entregada: "El día después del terremoto empezamos a recibir la ayuda del gobierno, principalmente en alimentos y carpas para cubrir la emergencia. Luego, las mediaguas que hemos estado trasladando al interior. No ha sido fácil, porque los poblados están en lugares muy accidentados geográficamente, con caminos que permanecen derrumbados. Se han abierto algunos accesos pero solo para vehículos pequeños". Aun existen dos localidades semi aisladas en la comuna de Huara, que incluye 32 poblados y unos 2.700 habitantes, los pueblos de Poroma y Coscaya.

En la comuna de Huara, una de las más afectadas por el terremoto, hay unos 1.700 damnificados. "Tuvimos 27 personas heridas y tres muertos. El 80 por ciento de las viviendas de Huara presenta daños graves o están completamente destruidas. Las viviendas nuevas tuvieron problemas en las ampliaciones. Las necesidades a cubrir son significativas. Necesitamos recursos para la reconstrucción de las viviendas. Aún no es posible cuantificar el valor patrimonial perdido. Estamos trabajando intensamente en la reconstrucción del sistema productivo de las localidades, reparando estanques, canales de regadío, pozos. La gente además de perder su casa también perdió su única fuente de ingresos", agrega Palape.

A más de dos meses del terremoto, persiste el riesgo sanitario en Huara. En el cementerio del pueblo siguen apilados féretros y restos óseos, amontonados en el patio, que quedaron a ras de tierra luego del sismo. Se dice que se destinarán 30 millones de pesos para reconstruir el cementerio, pero los trabajos no empiezan aún. El riesgo de epidemias es real. Ya se han detectado cuadros diarreicos y vómitos en poblados del interior. "Si no se realizan operativos de salud localizados, la salud de la población podría empeorar e incluso desencadenarse cuadros de hepatitis o una epidemia. Las campañas de higiene y desinfección no son suficientes. El gobierno debiera actuar con mayor urgencia pues la falta de agua y alimentos y la presencia de baños químicos puede provocar un aumento de las enfermedades", dice Gladys Avalos, experta en Prevención de Desastres y ex jefa de Socorristas de la Cruz Roja de Iquique.

Una destacada labor cumplió Carabineros en el interior. El caso que cobró mayor notoriedad fue el de una patrulla de tres policías que caminó durante dos días por el sector alto de la quebrada de Tarapacá hasta llegar a localidades aisladas para rescatar a personas heridas. Los carabineros se encontraban en la zona fronteriza de Colchane cuando ocurrió el sismo, el 13 de junio. Viajaron a pie para comprobar el estado de Sotoca, caminando 12 kilómetros esa noche. Al día siguiente, volvieron a su unidad. Pero, en el camino, un menor les señaló la grave situación que vivían los heridos en Limaxiña. Los caminos estaban completamente cortados y caminaron siguiendo al menor. Después de dos kilómetros por una prominente quebrada llegaron a Sibaya, encontrando a un minusválido muerto y a otras personas heridas. Luego, siguieron por el camino de Chusmiza-Usmagama hasta Limaxiña, donde había una niña de nueve meses y su abuela, de 90 años, fallecidas. Allí, auxiliaron a varios lesionados y debieron dormir en medio de los escombros. Al día siguiente, marcharon otros 20 kilómetros hasta Huaviña y, de ahí, otros 35 kilómetros hasta Mocha. Un lugareño de Huaviña les llevó por algunos atajos en medio de cerros y prominentes quebradas. Fue la primera ayuda y aliento que recibieron los habitantes de los pequeños y remotos pueblos. Gracias a sus radios, estos tres carabineros lograron coordinar los rescates aeromédicos de los heridos y de los cadáveres. En dos días sólo se alimentaron con cuatro naranjas y algunos limones que recogieron en el camino. En total, caminaron cerca de 70 kilómetros entre quebradas con peligro de derrumbes para dar su apoyo y orientación a las familias afectadas, además de informar de su estado a las autoridades. Finalmente, llegaron a una carretera y un automovilista los trasladó a la comisaría de Pozo Almonte, donde continúan con su habitual labor. La anécdota evidencia el abandono de los pueblos interiores, su completo aislamiento, y la falta de recursos humanos y técnicos para afrontar una emergencia.

Cansados de promesas

Es penoso caminar por las estrechas calles de San Lorenzo de Tarapacá, llenas de escombros. El pueblo, ubicado a 157 kilómetros de Pozo Almonte y a una altitud de 1.350 metros sobre el nivel de mar, está en ruinas. Gladis Albarracín atiende un almacén, frente a la plaza y no puede evitar el dolor de ver todo destruido, especialmente la iglesia construida en 1730: "Nuestro templo tenía dos naves paralelas, con una torre de campanario y ornamentación tallada en piedra. La imagen del santo se salvó porque había sido llevada a otro lugar, pero todo esta en el piso". Blacita Infantes, de 78 años, vive frente a la plaza en una centenaria casona que quedó destruida y debe ser demolida: "No tengo dónde vivir", dice. Salvador Cayo, reside en Iquique pero tenía una casa en el pueblo: "Nunca pensé que estaría todo derrumbado. Los muros resquebrajados, incluso es posible ver a través de las paredes". Jacqueline Ramos, dice que en Quillahuasa, al norte de Tarapacá, "el pozo de regadío se tapó y los cultivos se secarán. Nadie se ha acercado a preguntar qué necesitamos". La iglesia de San Lorenzo de Tarapacá y su campanario están en el suelo y los pobladores desconfían de los anuncios de reparación. Según Mideplan, en agosto de 2006 estarán terminados los trabajos, mientras el templo de Mamiña se levantará en sólo tres meses. La compañía minera Doña Inés de Collahuasi donará 600 millones de pesos para la reconstrucción. Por su parte, los templos de Parca, Mamiña y Macaya, serán levantados con dineros de la minera Cerro Colorado.

Con el terremoto, unos 1.300 pequeños y medianos agricultores vieron inutilizados los sistemas de riego. Manuel Hidalgo, de la quebrada de Huatacondo, calcula en 3 millones de pesos sus daños: "El terremoto agrietó el estanque donde acumulamos agua para regar cuatro hectáreas de limones y maracuyás. También resultó afectado un proyecto de riego tecnificado con dos kilómetros de manguera que trae agua desde el cerro". Zacarías Choquehuanca, de Camarones, posee una hectárea de paltos en Chitita, valle de Codpa, a 113 kilómetros al sureste de Arica: "Después del terremoto, los caminos estaban cortados por inmensas piedras que impidieron por semanas el paso de vehículos. Demasiado grandes para sacarlas a pulso". El embancamiento y pérdida de caminos afectó a agricultores de oasis tan desconocidos como remotos: Camarones, Macaya, Camiña y Pica, que producen frutas, alfalfa, orégano, cebollas y tomates. Ana Rojas, de Camarones, señala: "Lo peor fue el colapso y destrucción de canales de riego en Codpa, Camarones y Corralones, donde los daños afectan las matrices que están en los cerros, provocando que no pase agua para Codpa, Esquiña e Illapata. La falta de agua afectará a los cítricos y hortalizas".

Los afectados aún esperan soluciones y están cansados de promesas que luego no se cumplen. Apenas dos días después del terremoto, el presidente de la República, Ricardo Lagos, se comprometió con los vecinos del conjunto habitacional Matilla II, de Iquique, que habría una oportuna solución en un plazo de 30 días, para las 64 casas con serios daños estructurales. Los pobladores grabaron en video el encuentro con Ricardo Lagos, al interior de una vivienda en calle Pozo Almonte. Pero, el proceso de reconstrucción ha sido demasiado lento, y los anuncios no se han cumplido. "Las autoridades vinieron a hablar y luego no aparecieron más", dicen las vecinas. Se corre el riesgo que las zonas afectadas se conviertan en campamentos. En Pozo Almonte, Huara, Pica y pueblos apartados como Huaviña, Sibaya, Acachagua, Icata y Limaxiña, los pobladores afectados siguen viviendo en mediaguas de emergencia. En Huara, Camiña y San Lorenzo de Tarapacá, continúa la lenta recolección de escombros y los trabajos en caminos y canales de riego. Según las autoridades, se respetará el diseño original de las viviendas de adobe, pero serán reforzadas por otros materiales que mejorarán la calidad de las casas y de vida de las comunas rurales. Aún no se ha visto mucho.

Hoy se les dice a los vecinos de Matilla II, en Iquique, que los estudios de suelo demorarán a lo menos tres meses. Son más de 60 las viviendas que destruidas. Ricardo Lagos, les había señalado que se determinaría a la brevedad si serían erradicados o se repararían sus casas. No se cumplió la promesa. En vista de la demora, los pobladores solicitaron al Mideplan y al municipio ser trasladados a casas nuevas. La presidenta de la Junta de Vecinos, Sonia Cruz, rechazó el anuncio de la ministra de Vivienda, Sonia Tschorne, que aseguró que sólo en septiembre se conocerá si pueden seguir habitando o no los faldeos del Cerro Dragón. Pero los pobladores siguen ahí, debajo del cerro, enfrentando las constantes réplicas y el miedo a que todo se les derrumbe de nuevo. "El gobierno se ha tardado mucho en darnos una solución definitiva a las familias que fuimos afectadas por el terremoto. Las viviendas son inhabitables. No se pueden reparar. Si el Serviu ya realizó un estudio de suelo cuando construyeron, ¿para qué quieren dilatar más esto?". Los pobladores solicitan también se les condone la deuda habitacional y que se construyan, mientras, muros de contención en el borde del cerro. La población Matilla II posee 124 casas y fue entregada por el Serviu en 1993. "Lo único bueno que hay aquí son mediaguas. Pero son muy chicas y nosotros pagamos por casas nuevas. ¿Quién responde? ¿Quién se hace cargo de esto? Si el presidente Lagos vino y nos dijo que habría solución y después llegan otros a decir que no, que hay que hacer estudios, que esperemos meses, que no exageremos, ¿qué podemos hacer? ¿dónde hay que ir a reclamar?", se pregunta la señora María.


Fotografías

1. El campanario de la iglesia de San Lorenzo de Tarapacá, construida en 1730, resultó íntegramente dañado.
2. En el pueblo de Huara sólo quedaron las fachadas de muchas viviendas, como se aprecia en la foto tomada en la calle principal.
3. Las ruinas de la iglesia de San Lorenzo de Tarapacá.



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